“Hemos quedado como Cagancho”, “vamos a quedar como Cagancho” u otras frases similares se pronunciaban con asiduidad a mitad del siglo pasado. Es una expresión que ha caído en desuso y que tiene su origen en el monumental escándalo que en agosto de 1927 protagonizó en Almagro el torero Joaquín Rodríguez, más conocido como “Cagancho”, en una época donde los toros y el teatro eran las grandes aficiones de los españoles.
Los disturbios que se produjeron aquella bochornosa tarde del torero trianero han pasado a la historia hasta el punto de que la frase “quedar como Cagancho” o “quedar como Cagancho en Almagro” es sinónimo de fracaso y ridículo en su grado máximo. Y es que el diestro gitano levantaba encendidas pasiones por su arte y por su peculiar personalidad pero también por sus “espantás”.
Tras salir de la Plaza de Toros de Almagro custodiado por la Guardia Civil abriéndose paso estoque en mano de la multitud que quería lincharlo tras una faena donde se mostró distante y cobarde incapaz de matar al toro que le tocó en suerte, a duras penas logró llegar a la Casa Consistorial donde según algunos testimonios se describe a un Cagancho vestido de plata refugiado en el salón de actos del Ayuntamiento de Almagro fumando indolente y como resignado lamentándose diciendo “Así es la vida, yo quería quedar bien, pero lo que no pue zé no pue zé”.
Seguramente, según alguna asociación de la Guardia Civil, lo mismo le ha podido pasar a la autoridad que tomó la decisión de suspender cautelarmente al guardia civil que grabó desde el interior del vehículo de la comitiva que trasladaba a los políticos presos del “procés” a los manifestantes que increpaban con banderas independentistas los furgones del benemérito Instituto. El hombre -la autoridad que adoptó la decisión que prefiero no mencionar aquí por el respeto que me merece el cargo que ocupa- quería quedar bien, pero como decía Cagancho, “lo que no pue zé no pue zé”.
No es que se defienda la conducta del guardia civil. La incoación del expediente parece razonable, pero de ahí a suspenderlo cautelarmente como si se tratase de una falta grave o muy grave va un abismo. En otras circunstancias, el tema no tendría mayor transcendencia y se habría dado por bueno que el miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado grabó en prevención de cualquier posible agresión de los exaltados manifestantes pero como el asunto tiene unas connotaciones por todos conocidas, son muchos los que piensan que cuando la política entra por una puerta la justicia sale por la ventana.
Es en estas situaciones de presión es cuando se ve el temple de la persona que ocupa la máxima responsabilidad y si la misma está a la altura de las circunstancias. La apertura de expediente y la sanción de hasta cuatro días a nadie le hubiera parecido injusta. Sería como mucho discutible pero no se cuestionaría como una flagrante injusticia.
Cuando se pierde el sentido de la medida y se llevan a cabo actuaciones desproporcionadas ante conductas que deberían ser simples anécdotas como la protagonizada por este guardia civil amante del séptimo arte es normal que el sentimiento de pertenencia a un instituto de las características de la Guardia Civil, se manifieste por parte de todos sus compañeros.
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