Francisco López, escritor El escritor Francisco López Porcal ha recopilado la Valencia novelada. Expresado de manera más precisa, ha hecho un compendio de aquellas obras en las que la ciudad aparece como “espacio narrativo”, una de las cuatro patas de la silla que sustenta toda novela, junto a tiempo, personajes y trama. Como explica el autor de ´La Valencia literaria desde el espacio narrativo´, este último –es decir, la propia ciudad- “condiciona la actuación y la forma de comportarse de los personajes. Se establece una interrelación”.
¿Hasta qué punto supedita la descripción del lugar al protagonista de una novela?
Ciertos ambientes predisponen al lector y lo alertan de que algo va a pasar, como la música en las películas. En mi próxima novela un personaje cruza el puente de la Trinidad y se le hace larguísimo. Describo un ambiente de puesta de sol, con ventisca. El hombre llama a la puerta ya anocheciendo. El lector intuye que algo lúgubre está a punto de suceder.
¿Qué espacio de Valencia le parece espacialmente narrativo, que hace brotar la inspiración literaria?
La plaza del Mercado. Allí han coexistido vida y muerte. Era lugar para avituallarse y, a la vez, patíbulo hasta avanzado el siglo XIX. Mientras la gente iba a comprar contemplaba colgada a la persona ajusticiada el día anterior. Ese espacio ha inspirado muchas novelas.
¿Valencia capta más la inspiración del artista local y menos la del escritor que goza de mayor repercusión en el ámbito nacional o internacional?
Podemos afirmar que la crítica hispánica ha tenido a Valencia olvidada. Se ha centrado en Madrid, la capital, y en Barcelona, como ciudad comercial. En cambio, Valencia, ha desarrollado más una vida agrícola y menestral y hechos históricos narrados e inspiradores, como la Guerra de Sucesión o la revuelta de las Germanías. Por ejemplo, la Exposición de 1909 no ha sido novelada y constituye, en la práctica, la entrada de Valencia en los tiempos modernos. De ahí surge, entre otras cuestiones, el Himno Regional. Existía una sensación de falta de autoestima, de emigración de grandes artistas locales como Sorolla o Benlliure.
¿Cree que Valencia contiene los suficientes ingredientes para convertirse en espacio narrativo de de novelas de toda índole?
Sin duda. Es capaz de atraer la mirada del artista. Tiene mucha historia y rincones muy sugestivos que los valencianos no valoramos. En cierto modo somos responsables de esa invisibilidad de la que luego nos quejamos.
Aunque sí que ha habido escritores que han convertido el espacio narrativo valenciano en familiar para el lector de otros lugares de España. ¿Destacaría aquí a Manuel Vicent?
En Tranvía a la Malvarrosa traslada sus vivencias, sus años de estudio en la ciudad. Como si se tratara de un Erasmus actual. Vicent idealizaba a una chica en un círculo amoroso que nunca se cerraba. Las memorias de Pío Baroja también hacen referencia a su etapa estudiantil, en una Valencia donde residía con desencanto. Azorín igualmente evocó en su literatura los años universitarios que pasó en la ciudad.
Antes aludía a la plaza del Mercado, ¿qué otros espacios urbanos valencianos proliferan en los relatos novelísticos?
La plaza de la Virgen, donde convivían poderes civiles y eclesiásticos. O el paseo de la Alameda que, como describe Vicente Blasco Ibáñez en Arroz y Tartana, era el lugar favorito para pasear la burguesía los domingos. También las Torres de Quart, en las que Ignacio Martínez de Pisón retrata la Valencia republicana de 1937. Recrea las tertulias de intelectuales y corresponsales de guerra en las cafeterías de la calle La Paz, entonces en la retaguardia, en el Levante feliz.
¿Y qué presencia tienen en la literatura dos barriadas castizas como Ruzafa y el distrito marítimo (Grao-Canyamelar-Cabanyal)?
Alfred Bosch describe el pueblo de Ruzafa cuando no formaba parte de Valencia, con su porrat, sus fiestas. Narra la muerte de Gaietà Ripoll, mestre de Ruzafa, en una ciudad ultracatólica e intolerante. El Cabanyal lo retrata Blasco Ibáñez en Flor de Mayo, con la defensa que hace la tía Picores del trabajo de los marineros. Este personaje inspiró un cuadro de Sorolla. Miguel Herráez ha transmitido muy bien el ambiente de la pretransición en novelas como Bajo la lluvia, que describe el centro de Valencia. O, por ya saltar a otros espacios, hablaría de la obra de Carlos Aimeur, centrada en espacios como las torres defensivas.
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