Leopoldo Bonías Hay frases que cada vez están más en desuso. Tal es el caso
de la famosa locución latina con la que siempre terminaba los discursos Catón ´El Viejo´ en el Senado Romano; “Carthago delenda est”. Cualquier intervención, con independencia de su contenido, siempre era finalizada por el también apodado ´El Censor´ en los últimos años de las guerras púnicas con un recuerdo a lo más
importante, a lo más apremiante e imperioso para la supervivencia de Roma, que
Cartago tenía que ser destruida con su célebre “Ceterum censeo Carthaginem esse delendam” (Y además
opino que Cartago debe ser borrada).
Esta expresión, popularizada con el célebre
“Carthago delenda est”, se utiliza en la actualidad para expresar una idea que
por ser esencial su consecución se persigue sin descanso. José Ortega y Gasset
publicó en 1930 en el diario El Sol –periódico liberal que acabó derivando al
comunismo- su famoso artículo de la “Delenda est Monarchia”, tras la
dictablanda de Berenguer.
Para el eminente
filosofo liberal, en aquellos momentos lo esencial para el Estado era un cambio
de régimen en donde se sustituyese la Monarquía por una República que luego le
decepcionó al instaurar lo que él denominó el imperio del plebeyismo, que es la
peor de todas las tiranías.
Esta semana se está insistiendo muy acertadamente en los
diferentes medios de comunicación en la desatención que en algunos casos están sufriendo las personas más débiles y desamparadas. En televisión, un conocido cocinero metido a justiciero gastronómico saca a la luz las malas
condiciones alimentarias de las personas internadas en colegios de educación
especial o residencias para personas de la tercera edad. Afirma categórico
frunciendo el ceño con acierto: “Aquí alguien no está haciendo bien su
trabajo”. Y es que las comidas que se sirven no son equilibradas ni de buena
calidad.
En la prensa escrita se denuncia la mala atención que reciben a través
del servicio de atención domiciliaria las personas mayores que viven solas. “En
algunos casos llega antes la comida que el trabajador que tiene que ayudar al
anciano a comer”, señalan. Cada técnico tiene que atender a entre 150-200 personas y el
tiempo en la lista de espera es cada vez más largo.
Por otro lado son cada vez
más personas las que acuden a la Casa de la Caridad de Valencia y los recursos
no son ilimitados. Los trabajadores sociales están haciendo lo que pueden, pero, ¿será verdad que alguien no está haciendo bien su trabajo? Y cuando lanzó
esta pregunta no me refiero a los ejecutores del trabajo en sí, los técnicos y
voluntarios que llegan hasta donde llegan con los medios que disponen, sino a
los que promueven políticas sociales que producen un efecto llamada para que
España se convierta en la nación del refugiado, cuando no se disponen de medios
ni para dar una atención decente a los autóctonos
Hace años, los
servicios de atención a los desfavorecidos recibían el nombre de Beneficencia. Esta denominación, que para muchos tenía un
matiz despectivo, fue sustituida por la de Servicios Sociales. En el afán de dar
un paso más, las delegaciones y consejerías competentes en esta materia pasaron a denominarse de Bienestar Social, pero, como dice el refrán, y todos los refranes son sentencias, “aunque la mona
se vista de seda, mona se queda”.
En lugar de cambiar los nombres de los servicios de ayuda a
los mas necesitados, muchos son los que piensan si no sería mejor analizar la situación y diseñar una estrategia
adecuada que permita atender con eficiencia las necesidades actuales sin tener
que recurrir a abaratar precios en alimentos y en sueldos de técnicos
aumentando la plantilla.
Si hay un efecto llamada para refugiados y no se dispone de medios siquiera para atender a los que toda la vida
han vivido en su tierra, no tendremos más remedio que dar la razón al
televisivo Alberto Chicote y concluir que alguien no está haciendo bien su
trabajo. Si no, podemos contemplar que algún cargo público no tenga más remedio que concluir todas
sus intervenciones emulando a Catón con una frase donde diga “y además opino que la Administración debe dar máxima protección a los indefensos”.
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