Susana Gisbert. EPDA
Cuando era niña y adolescente, había un programa de
televisión muy comentado llamado La clave. En él, tras ver una película,
debatían con educación acerca de temas de actualidad. Sin quitarse la palabra
unos a otros, gritarse ni insultarse, al menos que yo recuerde. Nada parecido,
por cierto, a la mayoría de debates televisivos que vemos hoy en día.
Por eso, si
me hablaban de “claves”, me venía a la cabeza el programa de televisión o la clave
de sol con la que empezaban los pentagramas -o de fa, conforme se avanzaba en
el solfeo-. También lo relacionaba con un instrumento de percusión que usábamos
en el colegio para acompañar villancicos y otras canciones. Pero eso es -nunca
mejor dicho- otro cantar.
Ahora se
utiliza el término “clave” como si fuera el comodín del público de un programa
concurso para interpretar o justificar cualquier cosa que se diga, por absurda
que parezca. Y, por supuesto, llegado el tiempo en que vamos a tener que votar
hasta cuatro veces, ahora todo se ha de interpretar el clave electoral. Como si
eso fuera una patente de corso.
La verdad es
que mal están las cosas cuando se tienen que reinterpretar acudiendo a
determinadas claves, como si estuviéramos ante un jeroglífico y necesitáramos
la piedra Roseta. Es más, mal están las cosas cuando necesitan algún tipo de interpretación.
Se supone
que quienes trabajan con las palabras, especialmente si se trata de políticos,
deberían de hablar claro. Lo suyo sería que se expresaran en tales términos que
no hiciera falta interpretación alguna, ni en clave electoral ni en ninguna
otra. Pero nos estamos acostumbrando a que no digan nada, que no se entienda lo
que dicen, o que no nos guste y haya que verlo de otra manera. Mal en
cualquiera de los tres casos.
Yo no quiero
tener que interpretar nada. Quiero saber qué es lo que ofrecen, qué es lo que pretenden
hacer y cómo van a conseguirlo. Para podérselo reclamar luego, si llegan al
poder y hacen lo contrario. Porque el voto debería ser la garantía que nos dé
derecho a reclamar si, como dice la propaganda de los grandes almacenes, no
hemos quedado satisfechos.
Señoras y
señores políticos, vienen tiempos duros. Tiempos en que vamos a tenernos que
ver las caras una y otra vez a uno y otro lado del televisor, de los periódicos
o de las pantallas de nuestros dispositivos. No nos lo pongan más difícil, que bastante
tenemos con lo que hay. Y ustedes, señorees y señoras comentaristas,
tertulianos, o periodistas de cualquier signo -o mejor aún, de ningún sitio- ayuden
un poquito. No nos vengan con claves para explicarnos que la tierra no es
redonda.
No nos tomen
por tontos. Ni por tontas, claro está.
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