Leopoldo Bonías En la vida, hay cosas que no se
hacen por dinero. Hay profesiones y
actividades que son tan eminentemente vocacionales y requieren tan alto grado
de implicación que no hay dinero en el mundo
para pagar su correcta ejecución. El cuidado de personas incapacitadas
que no pueden valerse por sí mismas es una de ellas.
Hemos contemplado
horrorizados el maltrato de ancianos en residencias en grabaciones que se han
dado a conocer a través de los medios de comunicación. Y es que el cuidado de
ancianos, discapacitados y niños no puede hacerse sólo por dinero. Las personas
que se ocupan de este cada vez más importante segmento de población tienen que
pensar que su trabajo no es una mera actividad laboral remunerada sino que
tiene un componente elevado de servicio a los demás y por eso me reconforta que
existan instituciones como el Cottolengo Padre Alegre que cuidan a enfermos
incurables pobres de solemnidad con un cuidado y un cariño que ponen de
manifiesto el máximo exponente de la bondad humana.
Más de una hora antes de comenzar
la procesión de Sant Vicent se colocaron perfectamente
alineados junto a la Puerta de los Hierros de la Catedral de Valencia en
diferentes filas varias sillas de ruedas que portaban a personas acogidas en la
institución madrileña inspirada por el jesuita que le da nombre y al que
atienden las Hermanas Servidoras de Jesús. No pasaba inadvertido el cuidado y
cariño que les dispensaban las hermanas y los voluntarios que les acompañaban.
Mientras esperábamos el comienzo
de la procesión vicentina, entablé conversación con las religiosas que me
explicaron que habían venido desde Madrid de visita a Valencia con las enfermas
y se alojaban en el Cottolengo de nuestra ciudad durante su estancia. No pude
resistir la tentación de rememorar el episodio que aconteció hace más de
veinticinco años cuando la Policía Local de Paterna recuperó una veintena de
corderos que fueron encontrados en la zona rural cercana al cauce del Turia sin
que fuera posible averiguar su procedencia.
Un cúmulo de circunstancias
hicieron que los corderos “en canal” acabaran en el Cottolengo de Benimaclet
transportados por un camión frigorífico tras el preceptivo informe sanitario y,
todo ello, tras varios días de infructuosas pesquisas en colaboración de las
Fuerzas y Cuerpo de Seguridad del Estado que no localizaron denuncia alguna
sobre posible sustracción de los corderos que, además, carecían del crotal de
identificación ganadero, por lo que resultaba imposible identificar al dueño.
Previa solicitud al Juzgado, se autorizó
el traslado al centro benéfico para su donación. En definitiva, un hallazgo providencial que
estaba destinado a terminar en el Cottolengo Padre Alegre de Valencia.
Como el perfil de las oyentes era
el idóneo, orgulloso ante el éxito de mi relato -la historia encajaba
perfectamente en la filosofía del Cottolengo- les invité a que comentaran lo
sucedido con las hermanas que se encuentran desde hace muchos años en el centro
de Valencia donde se alojaban cuando regresaran al terminar la procesión.
Aunque me considero cercano a los
postulados de la Iglesia Católica, desde luego, no pienso que Dios nuestro
Señor pusiese los corderos en la Partida de Despeñaperros para que la Policía
Local los localizase y que, posteriormente, iluminase e inspirase al pastor que
los cuidó en primera instancia a requerimiento de la Policía Local; al que a
ustedes se dirige para proponerle al alcalde y al titular del juzgado que se
autorizase su sacrificio y donación al Cottolengo; al carnicero que los
sacrificó y los despellejó para que fueran transportados en un camión
frigorífico y, finalmente, al primer edil y al juez que autorizaron todo
lo anterior de forma que el ganado terminase en una institución católica
ubicada en el término municipal de Valencia.
Para las Hermanas Servidoras de
Jesús, no cabe la menor duda que aquello fue obra de la providencia divina.
Para las FF.CC.SS. , los corderos debieron ser robados y los autores del delito
los abandonaron al percatarse de la aproximación de la patrulla de la Policía
Local al lugar. No llevaban el crotal de identificación porque es costumbre en
algunos ganaderos no colocárselos hasta que no los han vendido y va a
recogerlos su comprador. El único cabo suelto que falta desde la óptica
policial para dar una explicación a lo
sucedido es la ausencia de denuncia de la sustracción de los animales por parte
de su legítimo propietario y aquí se abren varios escenarios que pudieran dar
un razonamiento improbable pero mínimamente aceptable a lo sucedido.
Por obra y gracia de la divina
providencia o del simple azar, el caso es que los enfermos del Cottolengo Padre
Alegre de Valencia recibieron el amparo de la sociedad valenciana en forma de
magníficos y tiernos corderos. Mañana domingo, se celebra la festividad de la
Virgen de los Desamparados, verdadero icono religioso protector de los más
desfavorecidos y, como reza la última estrofa del Himno de la Verge “Mare dels
bons valencians” que un año más asistirán en masa al traslado de su Patrona por
la mañana y a la procesión que por la tarde recorrerá las calles del centro de
la ciudad por el itinerario de costumbre.
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