Carlos Gil. Acaba el baile. Y, algunos, ya lo avisamos. Con el escrutinio del pasado domingo, se cierra, salvo sorpresas el gran episodio electoral de este 2019 y ya todo el mundo puede quitarse las máscaras. Ahora es cuando, de verdad, van a dejarse ver las negociaciones para el Gobierno de España que tanto se intentaron ocultar hasta que pasara el 26M.
Hasta hace unos días, la línea roja que separaba a PSOE y Ciudadanos tenía la anchura del Canal de Panamá. El "no es no" era bilateral y parecía insalvable. Pero solo hasta que todos los votos, de todas las convocatorias electorales, estuviesen ya dentro de la urna. El lunes, milagrosamente, cambió la situación y ahora quieren hacer ver que empiezan a entenderse. Y yo sigo apostando porque ya se entendían y porque se seguirán entendiendo, y mucho.
Ciudadanos y PSOE saben que se parecen demasiado y que los dos pescan en el mismo remanso del río. Eso les obliga a separar los sedales para no enredarse y confundir al votante, pero, ahora que los electores ya no pueden prestarse a confusión, la gobernabilidad y, sobre todo, la opción de mover ficha en la composición de los nuevos gobiernos, es muy tentadora para unos y para otros.
Nadie debe olvidar que Ciudadanos nació como un partido con ideología de centro izquierda y que solo los empujones del PSOE lo desplazaron a buscar sus votos en una derecha en la que nunca tuvo previsto estar y donde nunca ha dado la apariencia de sentirse cómodo. El espectro político es como la barrera que hace la defensa en un partido de fútbol. Cuando uno se mueve, empuja a los demás. Y, si alguno decide quedarse quieto, el que se pone delante le acaba tapando la vista.
Ahora, al PSOE puede venirle muy bien quitarse de encima el yugo de nacionalistas e independentistas y, además, acabar de rematar a Podemos (que se lo ha puesto muy fácil con su inmolación en las municipales y autonómicas). Pero eso pasa porque Ciudadanos y socialistas finjan que empiezan a entenderse (aunque todos supiésemos que se venían entendiendo desde antes del 28A) y se den mutuo apoyo allá donde les pueda resultar productivo. Apuesto a que lo harán.
En el lado contrario, la perspectiva, para el Partido Popular, debe ser totalmente distinta. Hay cuatro años por delante, esperemos, hasta la próxima convocatoria electoral. Y cuatro años sin nada que votar pueden dar para mucho. Con el renacimiento del PSOE, al que muchos pusieron como especie en extinción hace poco más de un año, ha quedado demostrado que, en política, no existen enfermos terminales. Ahora hay tiempo suficiente para rearmar proyectos y reilusionar al electorado. Desde los gobiernos que se han conseguido revalidar, y desde aquellas instituciones en que hemos quedado en la oposición, debemos seguir poniendo de manifiesto la capacidad de gestión y de gobierno que siempre hemos tenido allá donde se nos ha dado esa responsabilidad. A la vista de las políticas de Sánchez, en unos años, si no antes, gran parte del electorado va a echarnos de menos. Habrá que estar preparados para entonces.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia