Isabel Bonig. FOTO EPDA El Partido Popular valenciano eligió esta semana a
Isabel Bonig como su primera presidenta. La 'dama de hierro valenciana', como la ha descrito el presidente provincial de Nuevas Generaciones y concejal en Foios (l'Horta Nord),
Roberto Calpe, llega al liderazgo del partido tras haber sido coordinadora general del PPCV, consellera de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente (2011-2015) y con un gran conocimiento del municipalismo tras haber sido alcaldesa de La Vall d'Uixó (2007-2011). Pero, ¿es Bonig el líder que el PP valenciano necesita en estos momentos?
El PPCV llevaba gobernando en la Generalitat desde 1995, los primeros cuatro años con un pacto con UV y desde 1999 con mayoría absoluta, con
Eduardo Zaplana, Francisco Camps y Alberto Fabra, sin olvidar a
José Luis Olivas 'el breve' entre Zaplana y Camps y uno de los artífices del hundimiento de Bankia. En este tiempo, el PP ha copado prácticamente todo el poder institucional en la Comunitat Valenciana, desde las principales alcaldías en las dos últimas legislaturas y las tres diputaciones. Pero el punto de inflexión llegó con el último periodo de Camps al frente del Gobierno valenciano, cuando la corrupción comenzó a pasarle factura, primero tímidamente, pero eclosionando en el periodo de Fabra.
Fabra hizo lo que pudo limpiando de imputados el grupo parlamentario popular, pero los desprecios de Madrid en materia de financiación y el nulo carisma de quien fue elegido a dedo para hacer la transición en el centro derecha valenciano, han pasado factura electoral a los populares. Sin olvidar, por supuesto, el caso Rus, la puntilla al municipalismo de la provincia, donde el PP ha sido especialmente castigado, frente a la mejor resistencia en las provincias de Alicante y Castellón, donde el centro derecha conserva las dos diputaciones.
Bonig llega en un momento delicado para el partido, tras el desastre que ha supuesto Fabra, sin carisma, soso, sin la habilidad de sus predecesores para conectar con las bases y con la sociedad valenciana. Pero en un momento igualmente muy interesante para darle la vuelta al partido: con gobiernos tripartitos en la Generalitat, la Diputación de Valencia y numerosos Ayuntamientos, las fricciones entre los socios y las decisiones polémicas en cuestiones simbólicas, pueden ser aprovechados por una Bonig mucho más combativa, vehemente y líder natural que sabe conectar con las bases del PP, que el desastroso Fabra.
El cambio necesario pasa por una apertura a los militantes -¿por qué no unas primarias bien organizadas?-, una renovación en el mensaje y también de liderazgo en todas las estructuras. Bonig tiene ante sí una oportunidad de oro, tras la jubilación forzosa de Fabra, pero también de líderes desgastados como
Rita Barberá. Tras la caída de los
Camps, Fabra (Carlos), Rus y compañía, la nueva presidenta debe reforzar el partido con savia nueva, buscando referentes jóvenes y preparados, nombres a centenares porque el PP tiene buena cantera, y ejemplos algunos como el propio
Calpe, Pepe Morgan, Pablo Carreres, Modesto Martínez, Juan Ramón Adsuara, Vicent Huet, Maria Àngels Ramon-Llin, Carlos Gil, Mari Carmen Contelles...
Y si en algún lugar cabe renovar especialmente es en la ciudad de Valencia. La época del dúo Rita Barberá-Alfonso Grau ha terminado. Fue bonita mientras duró, pero la dependencia absoluta del PP del 'cap i casal' al tirón personal de la ex alcaldesa ha sido un desastre. Ahora, el PP cuenta con un grupo municipal deficiente y precisamente la recuperación de los populares pasa inevitablemente por la capital. Cuatro años pasan muy rápidos y otras formaciones intentarán aprovechar la debilidad del PP para comerle el terreno de centro-derecha y blavero.
Ciudadanos y Som Valencians acechan.
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