Se trata de toda una odisea y un privilegio al que, tras meses de pruebas, solamente accede una de ellas, aquella a la que le suena el teléfono con la llamada del alcalde o alcaldesa en la que le comunica que ha accedido al puesto más codiciado de las fiestas josefinas, el de Fallera Mayor de València.
La elegida pasa de ser una completa desconocida a ojos de los valencianos a escribir su nombre con letras de oro en la historia de una de las fiestas más emblemáticas del mundo, reconocidas por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Raquel Alario, Rocío Gil y Marina Civera, que fueron las falleras mayores de 2017, 2018 y 2019, respectivamente, reconocen a EFE el gusanillo que se les instaló en el estómago en los momentos previos a esa llamada que les cambió sus vidas para darles una de las experiencias, aseguran, más maravillosas.
Desde que en octubre les suena el teléfono hasta que el fuego devora ferozmente, el día de San José en la Cremà, el monumento municipal de la plaza del Ayuntamiento, las Falleras Mayores acuden a los más de mil actos que el universo fallero tiene programados todo el año.
"Es muy importante que la Fallera Mayor de València empatice con la gente y que esté con los falleros, porque representa a un colectivo único en el mundo", subraya Rocío Gil, que añade que para muchas comisiones recibir a la máxima representante de las fiestas josefinas es todo un acontecimiento que "preparan con mucho cariño".
Su dedicación a las Fallas a tiempo completo les lleva a relegar su agenda personal a un segundo plano, como refleja que Gil "únicamente" tuvo un fin de semana libre en todo su reinado y Alario postergó la entrega de su trabajo de final de máster por la desmesurada cantidad de actos en los que era requerida.
Este sobreesfuerzo tiene su recompensa con privilegios a los que acceden y de los que jamás habrían disfrutado de no ser Falleras Mayores: dirigirse a todos los valencianos durante la Crida, cerrar la Ofrenda de flores o entonar, hasta en diecinueve ocasiones, la orden de inicio de la mascletà desde el balcón del Ayuntamiento.
Gritar al mundo la frase 'senyor pirotècnic, pot començar la mascletà!' es, para Alario, "un privilegio único y de los más bonitos" que recuerda.
Para lidiar con este volumen de actividades, la Fallera Mayor de 2017 cree que han de aprender a manejarse en ambientes distintos, ser responsables y cercanas y, sobre todo, personas con muchas ganas de aprender y sumergirse en la fiesta.
Y Civera añade además el ser una "persona alegre y cercana que entienda la responsabilidad del cargo y, sobre todo, que cuente con una trayectoria fallera que la haga entender la fiesta desde dentro".
Estas tres falleras mayores de València creen indispensable consolidar una buena relación con las doce integrantes de sus Cortes de Honor, con las que ellas afirman que han hecho una "gran piña".
"Para mí, una Fallera Mayor de València no es nada moralmente sin su Corte, porque en todo momento necesitas su apoyo o, aunque sea, una confirmación con la mirada", explica Rocío Gil.
Cuando llega marzo, el mes más intenso de su reinado fallero, las máximas representantes de las Fallas ya tienen la lección bien aprendida y la aplican en sus frenéticas jornadas, que comienzan a las siete de la mañana y pueden terminar entre las ocho y las nueve de la noche e incluso entrada la madrugada en los días grandes.
Y el 19 de marzo, el cansancio y la pasión se traduce en una conjunción de sentimientos encontrados, de anhelos por continuar con el ejercicio de uno de los cargos con mayor responsabilidad pero, al mismo tiempo, de ganas de que las llamas lo consuman todo.
Llegan entonces las lágrimas que se inmortalizan cada Cremà, los mensajes de ánimo y las despedidas. Un año después, será ya otra quien llore y sonría ante el fuego.