Susana Gisbert. Han pasado algunos días de la celebración del Día de la
madre, y aún resuenan en redes y algunos medios los ecos de la campaña de unos
conocidos grandes almacenes, que reducían la maternidad a unos absurdos porcentajes
de abnegación y sacrificio, aunque les dieran un nombre menos tajante.
He decir que soy madre y no me considero abnegada. Me ha costado
tiempo e incomprensión reconocer ante el mundo, empezando por mí misma, que ser
madre es solo una faceta de mi vida y que, por supuesto, me enriquece, pero ni
es la única ni la más importante.
Ya sé que decir que ser madre no es lo más importante de
mi vida hará que alguien ponga los ojos en blanco y hasta eche espumarajos por
la boca. Que no cunda el pánico. Trataré de explicarme.
Ser madre no es lo más importante de mi vida porque mi
vida no es un ranking ni una cadena de televisión que necesite medir en share el éxito de cada programa. Yo soy
madre, desde luego, pero también soy hija, hermana, amiga, fiscal, escritora,
miembro de asociaciones, ciudadana y un montón de cosas más -incluida
columnista, claro- Y en cada una de estas facetas trato de realizarme y ser feliz,
y de compatibilizar unas con otras dando prioridad en cada momento a lo que
proceda. Y, aunque cueste decirlo, hay veces en que la prioridad no es ejercer de
madre en el sentido que los estereotipos entienden.
Porque en estas cosas, los estereotipos siguen pesando
mucho. Tanto, que se le colaron todos al profesional que diseñara la campaña de
marras, por más que la intención fuera hacernos un homenaje a todas las madres.
Pensemos en qué entiende la gente por una “madraza”, que no es otra cosa que
aquella madre que se esfuerza por las cosas relativas a su retoño en grado
superlativo y anteponiéndolo a cualquier otra cosa, superando el “nivel madre medio”.
Sin embargo, a un hombre le llaman “padrazo” en cuanto le ven cambiar un pañal
o calentar un biberón, lo que en una mujer no pasaría de ese nivel medio. Y
esto ocurre a pesar de que el diccionario define “padrazo” y “madraza” en
idénticos términos.
Y ahora es cuando alguien dirá que estoy exagerando, que
las cosas han cambiado y ahora no somos como antes y se reparten las tareas
domésticas y la crianza. Y no negaré yo que se ha avanzado, desde luego, pero
tampoco echaré las campanas al vuelo.
Prefiero dejar la cuestión ente interrogantes para que conteste
cada cual. Eso sí, no me resisto a dar una pista. Echen un vistazo a la campaña
publicitaria del mismo establecimiento por el Día del padre. Y luego ya responden
cómo andamos en la lucha por ser cada vez más iguales.
Yo, entretanto, me niego a ser abnegada. Y más todavía a que
me culpabilicen por eso, aún a riesgo de quedarme sin regalo para el próximo
Día de la Madre
SUSANA GISBERT
(TWITTER @gisb_sus)
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