Eran los últimos años del siglo XX, la solidaridad se palpaba de diferentes maneras, ya que en los pueblos del Camp del Turia, algunas familias acogían a niños procedentes de Chernobil, centro del desastre nuclear de los años ochenta; llegando a Casinos, dos niñas y un niño para ser acogidos por sus respectivas familias pasando la temporada estival entre nosotros.
Recuerdo que en la Semana Cultural de 1998, en el acto de Clausura de los Talleres Municipales que se celebró el 1 de agosto, se les obsequió en nombre del Ayuntamiento de Casinos, con varios regalos, dándoles el aplauso general a sus familias y a los tres niños de la República Ucraniana acogidos en Casinos, convivientes entre nosotros.
Al decir "entre nosotros" pienso que esos jóvenes entrando en la adolescencia a nadie del pueblo resultaron indiferentes, además de vivir con sus familias, era fácil verlos a diario transitando nuestras calles, siendo unos más de nosotros.
Esta experiencia se repitió varios años, pudiendo disfrutar nuestros huéspedes del Casinos de final del siglo XX y principio del XXI. Crecieron en nuestras calles, en sus casas donde les esperaban con los brazos abiertos.
A las dos señoritas con el paso de los años les fuimos perdiendo la estela, seguramente sus familias adoptivas seguirán en contacto con ellas; a Dimitri, lo vimos ir a escuela en Casinos, pasó a ser uno más de nosotros.
No fue fácil ni para Dimitri ni para sus padres Pepe y Luisa, tener que enfrentarse a tantos trámites legales, el papeleo es laborioso, los impedimentos se adueñan de las facilidades; son tantos momentos de incertidumbre los que se viven cuando llegan cartas certificadas del extranjero, que esos documentos casi nunca llevan buenas noticias, siempre son requerimientos difíciles de atender.
Pero Dimitri, gracias al amor de sus padres, de su familia adoptiva, superó esos obstáculos, forjó su vida en nuestro pueblo, renunció a su lejana tierra, se integró en todo lo nuestro, siendo un joven amigo de sus amigos, viviendo el año de Quintos, los buenos momentos del quehacer diario, trabajando y a la vez disfrutando de vivir en el lugar que soñó y sería su paraíso.
Treinta y dos años es una edad apasionante para seguir el rumbo de la vida, pero en ocasiones los humanos no entendemos del sufrimiento del otro, no nos ponemos en su lugar, no sabemos captar el sentimiento que encierra una mirada, una palabra.
No es un reproche, es apelar al valor de la convivencia, porqué en estos tiempos difíciles, el agobio nos hace olvidar el vivir de los demás. Se vive la amargura del momento, que deja paso a un olvido, cargado de ingratitud.
Estamos ocupados con tantas cosas, que no sabemos llenar nuestros vacíos, ni el del otro, porque se pierden muchas esencias en el camino.
Nunca se puede saber cómo van a pasar las cosas, cuando de la fusión entre valentía y cobardía, nace el camino más fácil, el camino de dejarlo todo y marchar...
Así fue, Dimitri marchó, se fue buscando una paz que dura una eternidad; se fue dejando la huella del dolor en la que fue su familia, que ya no era de adopción, era su familia, la que le arregló los papeles, la que le dio de comer, le vistió, educó y fueron los auténticos samaritanos que lo dieron todo por él. Una actitud tan ejemplar como encomiable.
El viaje empezó en Ucrania, y al pasar por Casinos, el tiempo lo detuvo, tanto fue así que se quedó para siempre, porque en ese cruce de caminos encontró la vida que lo hacía feliz.
Un mal pensamiento, un momento de debilidad, truncó la juventud, devoró una vida que Dimitri soñó desde pequeño disfrutar entre nosotros. Porque Dimitri, era de Casinos, sentía lo de Casinos; amaba Casinos. Esa es la gran paradoja del amor, podemos pensar que termina, pero en el fondo de nuestro corazón, sabemos que nunca muerte, porque el amor eterno, nos abraza por siempre.
Hasta siempre Dimitri, quédate con lo mejor que te dieron tus padres, tus hermanas, los tuyos; con lo que los demás te dimos, porque, aunque nunca se de todo, siempre queda una parte de nuestro corazón para aquellos que formasteis parte de nuestra historia, para aquellos que nos contagiasteis dinamismo, juventud, alegría. Aquellos que como tu, crecieron entre nosotros.