El interior del edificio siniestrado en el barrio valenciano de Campanar refleja todavía el horror de lo vivido hace seis meses, cuando el fuego devoró en menos de una hora las 138 viviendas de sus dos bloques, llevándose por delante la vida de diez personas.
Un equipo de la Agencia EFE ha accedido al interior del inmueble y de una de las viviendas calcinadas, una de las mejor conservadas, donde entre escombros, cables y estructuras metálicas pueden verse los restos de algunos electrodomésticos y pertenencias de sus moradores.
Entre el color negro que ha dejado el paso de las llamas y el fuerte olor a humo que aún se respira, destacan los vivos colores de algunos libros que se salvaron del fuego, y que dan testimonio de la vida que un día albergaron las paredes del número 2 de la calle Poeta Rafael Alberti de este barrio periférico de València.
El mayor incendio estructural de la Comunitat Valenciana se inició poco después de las 17:30 horas del 22 de febrero en el apartamento 86 de la torre más alta de este vanguardista edificio, y se cobró la vida de diez personas y dejó sin hogar a un centenar de familias.
Según el informe elaborado por la Policía Científica, una pequeña fuga de refrigerante en el condensador del frigorífico de la cocina de ese apartamento fue origen del incendio, que se propagó rápidamente favorecido por las fuertes rachas de viento de poniente que soplaba en ese momento.
El gran esqueleto negro del edificio permanece como testimonio de la tragedia, a la espera de que en septiembre comiencen las tareas de desescombro, que se prolongarán cuatro meses y cuyo coste (1,5 millones) asumirán las compañías aseguradoras, igual que el de la redacción del proyecto de reconstrucción (1,1 millones).
Dentro del inmueble pueden verse alarmas en alguna vivienda y zonas tapiadas con láminas metálicas, especialmente en la entrada del edificio y los accesos a los ascensores y las escaleras, para evitar que pueda colarse gente a robar, como ocurrió en las primeras semanas tras el siniestro.
Los vecinos insisten en que en estos momentos no queda nada de valor en el interior, donde todo lo que puede verse está calcinado e inservible, salvo algunas excepciones como las escaleras de mármol o los cimientos, que han resistido el fuego y permitirán reconstruir el inmueble.