A sus 76 años, la memoria olfativa de Pepita Zarzo está poblada de los buñuelos en Fallas: su madre empezó a venderlos en 1948, ella lo ha hecho durante cuatro décadas y ahora es la tercera generación familiar la que monta cada marzo uno de los puestos más antiguos de València.
Son los 'Buñuelos Bolea', un puesto "de toda la vida" ubicado en el barrio valenciano de Benimaclet y que está presidido por una fotografÃa en blanco y negro de la precursora, Adela Bolea, en plena faena buñolera acompañada de su hija pequeña, una fallerita que no es otra que Pepita con 7 años.
"Desde bien pequeña mi familia ya hacÃa y despachaba buñuelos, no recuerdo unas Fallas sin ellos", explica a EFE Pepita, a quien la artrosis en las manos le ha obligado a ceder el testigo a sus hijos y sobrinos, pero se sigue pasando por el puesto a ver "cómo va la cosa", ayudar a despachar o echar una mano con los nietos.
BUÑUELOS CON HORNILLOS DE CARBÓN
Mientras enseña fotografÃas que reflejan los 75 años de historia del puesto familiar, esta cocinera con medio siglo de profesión recuerda que antes de que hubiera gas butano hacÃan los buñuelos en la plaza del barrio con dos hornillos de carbón y leña: "Cuanta más cola habÃa, no iban los fuegos", rememora entre risas.
Además, los hornillos no se podÃan apagar durante la noche, porque si no a las 8 de la mañana no estaban listos, y a veces en esas brasas que tenÃan que vigilar asaban de madrugada orejas que un vecino torero traÃa de la corrida de la plaza de toros de València. "Lo hemos pasado muy bien con los buñuelos", asegura.
Por entonces eran los únicos de Benimaclet que vendÃan este dulce frito, mientras que en la ciudad habÃa "tres o cuatro mujeres mayores que los hacÃan", como en la plaza del Collado y en la calle Ruzafa. Era todo "muy artesano; ahora ya se ha hecho más comercial", considera.
El secreto de unos buenos buñuelos
Cuando se le pregunta a Pepita cuál es el secreto de unos buenos buñuelos, no duda en responder: "Trabajar bien la pasta", para que no esté ni demasiado blanda ni demasiado dura, y "poner buen aceite".
Atrás quedan los tiempos en los que mezclaban la harina, el agua y la levadura arrodillados en el suelo. Ahora tienen una máquina para amasar los 750 kilos de harina que utilizarán estas fiestas falleras, aunque luego repasan a mano la masa.
Los buñuelos los suelen hacer sin calabaza, pues requieren trabajo extra (aquà la calabaza no es "de bote"), utilizar un fuego menos intenso para que no se soflamen y tienen menos demanda, aunque en los dÃas grandes de Fallas también los ofertan, y se les pueden encargar buñuelos con higo.
Desde hace seis o siete años han claudicado a la petición de la clientela -a la que conocen en su mayorÃa y que llega hasta aquà desde otros puntos de la ciudad o del municipio vecino de Alboraia- de ofrecer churros, pese a que "de ninguna manera" querÃan, afirma Pepita.
El dÃa más fuerte
El dÃa de más trabajo es el 19 de marzo, festividad de San José, cuando desde bien pronto se forman colas de gente que acude a por buñuelos, churros o chocolate caliente a esta parada callejera que tiene a gala haber ido pasando de generación en generación.
Antes de ese dÃa grande, se ha convertido ya en tradición recibir la visita de una comisión fallera cercana -en la que son falleros de honor- acompañada de la banda de música, a quienes agasajan con una bandeja de buñuelos y con mistela.
Este puesto de buñuelos siempre ha estado en el barrio de Benimaclet, aunque ha ido cambiando de lugar hasta quedarse en la calle Enrique Navarro, frente al bar de comida casera 'Planeta azul', que Pepita y su marido gestionaron durante 30 años antes de pasarlo a uno de sus hijos y cuyas paredes están decoradas con fotos de su trayectoria buñolera.
Otra de las curiosidades de este puesto es que quienes ahora lo llevan trabajan en otras actividades, pero cuando llegan las Fallas se cogen vacaciones para atenderla, pues desde siempre se ha implicado toda la familia. Pepita lo atribuye a que lo pasan bien y hay armonÃa, y asegura que la idea es "continuar mientras se pueda".