Juan Vicente Pérez Aras. / EPDA Enfilamos ya el mes de mayo con el anuncio del nuevo algoritmo
monclovita. La realidad distópica en la que nos ha sumido el gobierno
social-comunista, sigue revelándose día a día a golpe de declaraciones
presidenciales al más puro estilo chavista. El control del relato tiene
desbocado a un gobierno sin plan y sin rumbo, descolocando aún más, a una
sociedad compleja que a cada nuevo anuncio, pasa del asombro a la estupefacción
y de ésta, al cabreo colectivo. La indignación sube enteros a la par que la
incompetencia de un gobierno sumido en la mentira. Todo son circunloquios para
difuminar la dimensión del cataclismo sanitario. En un país normal, las cifras
de la vergüenza de esta crisis habrían llevado a al dimisión de todo el
gobierno.
El desconocimiento de la economía real y la toma de
decisiones que afectan directamente a los sectores productivos y a la
ciudadanía en general, está llevándonos hacia una crisis socio-económica de
incalculables consecuencias. Pero estos “progres de salón” siguen con su mantra
de que esto lo solucionan con una “tasa a los ricos”, más presión fiscal y más
déficit. La fórmula de la ruina económica. La misma que asesoraron a países
ricos y que hoy subsisten en la más dramática ruina. Pero todo es poco para
instaurar su modelo colectivista y alcanzar la dictadura del proletariado.
Siguen sin darse cuenta que una economía planificada, construida al margen del
mercado es inviable. No funciona, porque “en ella es imposible el cálculo
económico y por consiguiente la solución racional de los problemas
económicos” (L.V.Mises).
Con su bien pertrechado ejército mediático, la cortina de
humo informativa (desinformación) sigue lanzando sus soflamas buscando un
enemigo, un culpable al que responsabilizar, al que señalar. Toda la culpa es
del Partido Popular. Un aforismo que se cae por su propia inconsistencia y al
que la rotundidad de los datos anula. Otro mantra de la neo-izquierda para
ocultar que los gobiernos de González y Zapatero dejaron mucha más pobreza y
desempleo de lo que recogieron. Totalmente al contrario de los gobiernos
Populares, con Aznar y Rajoy. Ambos asumieron la responsabilidad de equilibrar
las cuentas y recuperar el pulso económico, con más crecimiento y más empleo.
En definitiva con más riqueza y bienestar gracias al esfuerzo de todos los
españoles.
Felipe González llegó al poder con un 17% de paro en
España. Su etapa finalizó con un 23%, el cual fue reducido con la entrada de
José María Aznar hasta el 11%. Tras el fatídico 11-S y la llegada de Zapatero
empezó una oscura etapa. Con el Pacto del Tinell como instrumento político, su
alianza con el nacional-populismo rompía los consensos históricos del 78,
generando una inestabilidad social en plena recesión económica. Todavía nos
acordamos de las advertencias de Pizarro en el debate con Solbes. Con sus
“brotes verdes” y una economía de “champions”, ZP nos llevó a la quiebra
económica, generando una tasa de desempleo del 21%. Una crisis que se los llevó
por delante. Los españoles volvían a poner en manos del Partido Popular una
España desahuciada. Con un duro paquete reformista, Rajoy consiguió enderezar
la situación ante el asombro del resto de países. Un esfuerzo que devolvía el pulso a nuestra
economía tras diez años. Pero el ansía revanchista de la izquierda no podía
volver a asumir su fracaso. La ignominiosa campaña contra el Partido Popular
finalizó con una Moción de Censura que apeaba a Rajoy del Gobierno, dejando la
cifra de desempleo cinco puntos por debajo de la que recibió y la economía en
pleno ascenso.
Una constatación de la efectividad del modelo reformista
que siempre ha venido aplicando el Partido Popular, abanderando siempre una
menor presión fiscal para conseguir mayores ingresos. Solo así es posible
mantener el garantista y caro Estado del Bienestar. Como prueba, la recaudación
por IRPF con las reformas de Aznar pasó de los 31 mil millones, a los 72 mil
millones. El IVA, de los 20 mil millones a los 55 mil millones. Dejaba una
maquinaria económica engrasada y un ecosistema en pleno crecimiento. Con Rajoy,
el IRPF pasó de los 63 mil millones a los 77 mil millones y el IVA, de los 33
mil millones a los 63 mil millones. Así, la economía recuperaba su alegría tras
diez años. Las empresas y autónomos que se habían dejado su mochila de
supervivencia para poder salir de la crisis de 2008, empezaban a recuperarla,
hasta que llegó el sanchismo.
Pero no hay mayor constatación del fracaso del modelo
económico de estos vendedores de humo social-comunistas, que el seguir bajo los
efectos del Presupuesto prorrogado del Partido Popular (cuatro veces en cinco
años). Un presupuesto que ha garantizado la sostenibilidad del Estado de
Bienestar a pesar del sanchismo. Un presupuesto con ingresos al Estado en
diciembre del 2019 de récord. Por encima del 2007, el último gran año de
recaudación.
Mientras Sánchez y sus socios buscan mutualizar su
despropósito económico y político, la evidencia demuestra que en los 40 años de
nuestra Democracia, el Partido Popular ha generado bienestar y riqueza. El
PSOE ha sido símbolo de pobreza y con su
alianza podemita, de miseria. Solo hay que ver el panorama actual y la
incertidumbre e inseguridad de todo el tejido productivo, enemigo a batir por
los adalides de la economía planificada.
Sánchez
apela a la reconstrucción, a la nueva normalidad. Una entelequia
narcisista que cada día es más cuestionada por la España de los balcones.
Despreciando a la oposición y remando en la dirección contraria a lo que el
sentido común demanda. No solo han dilapidado los recursos de una economía que
las políticas Populares habían vuelto a sanear, sino que vuelven a gastar lo
que no tienen y sus decisiones nos dirigen, otra vez, hacia el abismo.
España
necesita certidumbres, test masivos y una política centrada en las personas. De
ahí la importancia de tomar ejemplo de los planes de reactivación de nuestro
entorno económico. Son nuestros socios y clientes, los que deben confiar en un
gobierno serio, sensato y eficiente para prestarnos dinero en condiciones y no
un rescate encubierto como el que está gestionando Sánchez. Todo un
despropósito de un gobierno intervencionista que busca silenciar a una sociedad
emprendedora. Hay que eliminar las trabas a la inversión, tanto pública como
privada y extranjera. Pero sobre todo, hay que cuidar la salud económica.
Proporcionar oxígeno a nuestras empresas y autónomos que pueden morir por los
efectos del capital circulante y de un gobierno que les da la espalda.
Necesitamos liquidez, seguridad jurídica y menos burocracia e ideología.
No podemos
estar criminalizando la colaboración público-privada, que siempre ha demostrado
su eficacia y eficiencia. Como muy bien apunta Pablo Casado, necesitamos una
verdadera Revolución Fiscal. Bajar impuestos conlleva mayores ingresos al
Estado y por consiguiente una mayor generación de bienestar y prosperidad.
Tenemos que suprimir impuestos que gravan a las familias, a sus ahorros y
expectativas. Debemos alcanzar la imprescindible Unidad de Mercado y dejarnos
de ineficientes “mandos únicos” que han quedado en evidencia en esta crisis.
Hay que reactivar el Impuesto de Sociedades, que sigue recaudando la mitad que
en 2007. Señal de que algo no funciona. Hay que desarrollar un Plan de
Incentivos que reactive nuestra economía productiva y que crezca al nivel que
le corresponde. Una reactivación dirigida especialmente a autónomos y pymes, el
verdadero corazón de nuestra economía
Necesitamos
un gobierno decidido, que no esté condicionado por peajes políticos y que haga
una verdadera y valiente apuesta por la sociedad. Una sociedad que ha vuelto a
demostrar, en esta crisis, estar por encima de un Gobierno enrocado en sí
mismo, utilizándonos a todos como “escudo social” con su propaganda. Como bien
decía un buen amigo, necesitamos más Amancios Ortega y Juan Roig y menos
Sánchez e Iglesias. Necesitamos soluciones y no propaganda. Y solo hay una
fórmula que haya funcionado siempre. La política centrada en las personas del Partido
Popular.
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