El "Miguelete". / EPDACambio de orientación. Este Curioseando Valencia, el nombre de la sección que desde hace alrededor de siete años redacto y publica El Periódico de Aquí en su edición capitalina, se mantiene; no obstante, el recorrido varía. Sufre una metamorfosis de paseos urbanos a lugares y personas también de la metrópoli, a escenas cotidianas, a actos y a diferentes facetas que conviven, que despiertan interés y que ayudan, con curiosidad, a captar mejor su idiosincrasia.
El Miguelete
Empezamos por su gran baluarte histórico y, hasta hace escasas décadas, turístico. El Miguelete o torre de la catedral, porque la denominación popular con que se conoce a esta construcción parte de la de una de sus campanas, en esa costumbre por los epónimos, por bautizar con sustantivos propios a objetos. De hecho, otras campanas del templo catedralicio son invocadas como Bárbara, Úrsula, Pau o Vicent.
En cualquier caso, la cuestión reseñable consiste en que el Miguelete cumple seis siglos desde que su construcción -si descontamos su remate en la cúpula- finalizó después de 39 largos años de obras, con cambios constantes y enfados por la lentitud en los avances, ya que no se dieron por concluidas hasta 1425.
Este sexto centenario de la popular torre que supera los 60 metros de altura y que hasta hace no mucho representaba una imponente atalaya en Valencia -la avenida de Francia, con sus elevados edificios, data apenas de hace unos lustros- pasa desapercibido entre tantos eventos modernistas y actos turísticos. Además de la Asociación Valenciana de Escritores y Periodistas de Turismo que preside Luis Agudo, pocas entidades o particulares lo festejan.
Y quien puede aportar mucho sobre esa historia es el presidente del Gremio de Campaneros, Francesc Llop, hijo de un padre con el mismo nombre y apellido que le antecedió en el cargo. Él dirige los habituales conciertos a mano de campanas.
En uno de los laterales del Miguelete ha abierto estos días, por cierto, un nuevo restaurante que se suma a la amplia oferta gastronómica de Valencia. Se trata de Barravas (llana, aunque incite a acentuarla en la tercera ‘a’ como aguda). Que define su misión como la de la nueva cocina de siempre en el Carmen. Aúna el antiguo Bodegón de la Sarieta, un restaurante muy transitado en los 90 del pasado siglo y la primera década del actual, y el vecino local de la popular coreógrafa ya fallecida Olga Poliakoff con un mural que rinde homenaje a su singular figura.
Y si vamos a la antítesis de la popularidad, al anonimato, podríamos aludir a los vigilantes de seguridad, esos que acordonan un centro comercial sin que los clientes se enteren ni les moleste para encontrar a un niño perdido o que evitan un secuestro en un colegio, como relató uno de sus portavoces en un nutrido acto por el Día de la Seguridad Privada. Entre los organizadores de esta reciente jornada sobresalía Emilio Rodríguez, decano del Colegio Oficial de Detectives Privados y persona con peso creciente en la sociedad y vida pública valenciana.
Premios valencianos del siglo XXI
Y siguiendo con esa estela de alto grado de conocimiento, llamó la atención en la emotiva gala del 25 aniversario de los premios Valencianos del Siglo XXI, que celebra el diario Las Provincias, la carrera de saludos en la que parecían competir la actual alcaldesa, María José Catalá, y la delegada del Gobierno y presumible candidata por el PSPV a la vara de mando municipal en 2007, Pilar Bernabé. Ambas fueron llamadas al escenario para participar en una concurrida foto, junto a más de un centenar de personas premiadas en anteriores galardones y que representan la esencia y el talento valencianos.
El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, no se quedó corto en besos y abrazos. Incluso las superó. La líder regional socialista, la gandiense Diana Morant, menos conocida en la metrópoli, trataba de mantener el elevado ritmo saludador. Por cierto, en este acto Catalá y Bernabé iban de vestido monocolor, y no precisamente el que representa a su partido, sino que cada una lucía el de la rival. La actual alcaldesa vestía un rojo fulgente con reminiscencias de logo socialista y la delegada, un azul PP.
Ese color marinero también aparece en el gimnasio de la Rambleta, público y muy recomendable por su beneficiosa relación calidad-precio y trato al cliente. Además de hacer ejercicio, te llevas siempre el saludo con sonrisa abierta de la simpática limpiadora de las mañanas.
“Da yuyu”
“Da yuyu”. Otro salto. Nada que ver con la temática del anterior párrafo; no obstante, la expresión me sorprendió al caminar por la plaza del Ayuntamiento. La trasladaba una persona a su acompañante señalando el edificio ubicado en el inicio con el tramo final de la espigada calle San Vicente en alusión a una especie de espadaña -aunque se trate de un edificio laico- o corona arquitectónica en su cima que, efectivamente, y mirado con ojos pesimistas, parece que se vaya a desprender.
Y volviendo a personajes en la sombra -como los vinculados a la seguridad privada antes aludidos-, el presidente de la Federación de Boxeo, Leopoldo Bonías, de la Comunitat Valenciana destaca por el empuje que está proporcionando a este deporte.
Mientras, por su lado, Jesús Gimeno, único de concejal de Ciudadanos en Moncada -me permito esta apostilla del extrarradio urbano- lo hace por tener la capacidad de aglutinar en las paellas de su municipio, y en concreto en torno a las dos cocinadas por su agrupación, a los principales cargos públicos de su partido y a muchos exconcejales. Pocas citas de la formación naranja reúnen a tantos militantes actuales y del pasado.
Visitas guiadas
Para terminar con este Curioseando Valencia y retomar su esencia de artículo de recorrido callejero, recomiendo las visitas guiadas gratuitas que organiza el Ayuntamiento de la capital por sus barrios, tanto en castellano como en valenciano e inglés y que van desde Benimámet a Cap de França. Eso sí, quien esté interesado que no deje de consultar la web municipal porque las plazas se agotan con celeridad.
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