Laurence Lemoine No sé vosotros, pero yo, la
verdad, es que nunca en mi vida he tenido que reflexionar tanto sobre el
concepto, significado e importancia de la Libertad que durante este largo confinamiento.Y
es que tengo una relación altamente pasional con ella y ¡esto desde siempre !
En realidad, no he tenido que esperar la llegada del coronavirus para tener un
sentido muy muy agudo de lo que es la Libertad, con L mayúscula, o su falta. Ya
de niña, noté que era de las cosas más importantes de la vida; una riqueza, un
poder, un tesoro, o sea, algo imprescindible por lo cual se tenía que luchar.
A
mi humilde nivel, tuve que empezar muy pequeña para ganar poco a poco más
libertad. A mis padres les pedía a gritos dejarme más libertad y
autonomía, pero eran otros tiempos. Me marcó. Luego, a mis 16 años, me pasó
algo increíble: gané un concurso de poesía sobre la Libertad y eso me
permitió representar a la juventud francesa en Nueva York durante las
celebraciones oficiales del bicentenario de la Estatua de la Libertad, con
Nancy Reagan, François Mitterand y otras personalidades. Otro buen motivo para
amar y respetar la Libertad.
Luego, en clases de Filosofía, era un tema
recurrente: había que hacer correr ríos de tinta sobre eso. Más tarde y más
mayor, pensaba gozar de una libertad total, pero me dí cuenta de que era relativo y
que la libertad es a veces un mero espejismo. Ya tenía claro que mi Libertad se
acaba dónde empieza la de los demás y que tenía que usarla con cabeza, pero
usarla y disfrutarla.
Luego, viajando por el mundo como periodista, le cogí
muchísimo cariño a la Libertad de prensa, de opinión y de expresión, viendo que
en algunas partes ni existía. Hice mía la bonita frase de Pierre Beaumarchais
que escribió “la Libertad se desgasta sólo si no se usa” y así hasta marzo de
2020.
Algo dado por sentado, algo
tan normal y básico, de repente ¡me la quitan! ¡A mí y a millones de personas
en el mundo! Y eso, sin ser culpable de nada, sin haber cometido ningún
crimen. Soportar la multitud de restricciones, mezcladas a unas cuantas nuevas
obligaciones, ha sido para todos una experiencia durísima, más aún cuando
algunas medidas eran incoherentes o contradictorias.
Intentar garantizar la
seguridad sanitaria colectiva ha sido el argumento siempre esgrimido; pero ¿no
se podía contar con la auto-responsabilidad de la gente? ¿Era imprescindible
infantilizarnos, casi humillarnos, con ese despliegue de medidas? ¿Hacía falta
poner detrás de cada uno de nosotros un policía, unos drones, helicópteros y
control digital a través de nuestros teléfonos? ¿Era necesario que cualquier
ciudadano se sintiera como si fuera un narcotraficante en busca y captura yendo
sólo a por pan?
Vale, estoy exagerando un poco, pero esa especie de
totalitarismo sanitario, que carecía de pedagogía, tendrá, lo sabemos, un coste
económico y social altísimo, y me temo que también paguemos un precio alto con
nuestras libertades individuales. Hay que tener cuidado porque a veces es demasiado pronto para darse cuenta de que es demasiado tarde. Espero sólo equivocarme.
*Directora de www.valencia-expat-services.com
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