A sus 55 años, el brasileño Alex Atala cree que ha cumplido la "misión de vida" que se impuso como cocinero hace dos décadas, lograr que los productos amazónicos estuvieran en tiendas y restaurantes, aunque opina que la gastronomía de su país está todavía "en proceso de maduración". Atala (Sao Paulo, 1968) ha pasado una semana en Valencia, donde ha cocinado en el biestrellado Ricard Camarena RestaAtala (Sao Paulo,
1968) ha pasado una semana en Valencia, donde ha cocinado en el biestrellado
Ricard Camarena Restaurant y se ha enamorado de la paella, la sepia con
mahonesa, el arroz con bogavante y las naranjas, hasta el punto de usar los
gajos en sustitución del arroz en un nigiri de pez limón y col picante, cuenta
a EFE.
Ya en su primer libro,
"Alex Atala. Por uma Gastronomia Brasileira" (2003), prologado por
Ferran Adrià, dejó claro su compromiso de divulgar y popularizar los productos
"del Brasil profundo" y se enorgullece de haberlo logrado, aunque
cree que la gastronomía de su país está aún "en proceso de
maduración" y que necesita "más tiempo y más cocineros" para
tener una mayor relevancia.
De hecho, sólo hay
nueve restaurantes brasileños en el listado de The 50 Best Restaurants de
Latinoamérica, cuyo podio suelen ocupar peruanos. "Lo que ha hecho Perú
con su gastronomía nos está ayudando mucho", reconoce.
También considera que
los restaurantes brasileños en el extranjero tienen "un nivel muy
bajo" porque "no se exportan productos de calidad", pese a la
riqueza y variedad de su despensa.
La pandemia, como para
muchos, supuso un punto de inflexión en su carrera y en su vida. Obligado a
cerrar D.O.M. (Sao Paulo) siete meses, tuvo que aprender que no sólo era capaz
de trabajar en una cocina, delegó más en su equipo y desaceleró. "Ahora no
me tomo tan en serio" como cuando empezó su "romance con la cocina",
que le llevó a Europa para formarse y a trabajar como DJ y pintor para ganarse
la vida.
En 1999 abrió D.O.M,
un escaparate culinario de la Amazonía que cuenta con dos estrellas Michelin,
está en el puesto 33 de los 50 mejores restaurantes latinoamericanos y proyecta
cambiar: "Quiero hacer un D.O.M. diferente y he pensado mucho sobre el
primitivo acto de comer con las manos, pero aún no tengo una dirección
clara".
La invitación a
cocinar de su colega Ricard Camarena le ha permitido disfrutar unos días de la
gastronomía valenciana, como la paella que compartió con otros compañeros de
profesión como Quique Dacosta, Begoña Rodrigo, Kiko Moya, Vicky Sevilla o Diego
Guerrero en La Barraca o la que cerró su viaje en Casa Carmela; el arroz meloso
con langosta de Rausell o la sepia con mahonesa del Central Bar de su
anfitrión.
La visita a huertas,
mercados y restaurantes, y la propia ciudad, le han servido de inspiración para
crear junto con Ricard Camarena el menú "Jam Sessión: del Amazonas al
Mediterráneo" que han ofrecido dos días en el restaurante homónimo del
valenciano, guiado por la "libertad" y el talento de ambos.
"Llegué en las
Fallas, fue impresionante; una de las primeras imágenes que vi fue de confeti,
por eso pensé en crear un plato con fuego y confeti de flores, pero se
descartó", cuenta.
A cambio propusieron
entrantes como el bombón de queso y pimentón picante, erizo con gelatina de
cupuaçu o pan de queijo con tomates verdes encurtidos; pases como la alcachofa
espigada con miel amazónica y polen, palmito amazónico y margalló valenciano
con jugo de trufa y semillas, y pimiento dulce brasileño y tucupí con ostra y
con arroz, y postres como el suero de yogur helado con caviar y eucalipto o
tapioca, kombucha, chantilly de saúco y fresitas.
Camarena no
incorporará ninguno de estos platos a sus menús degustación. "Me quedaré
con ideas y con la reflexión de fondo: trabajar más como si todos los días
fuera el último menú, porque la necesidad de hacer un plato para que perdure te
esclaviza más".
Dispuesto a repetir
"si hay otro loco" que le quiera acompañar en una "jam
session" -"que no un 'a cuatro manos' porque aquí no hay un plato mío
o uno suyo, los hemos creado juntos", especifica- Camarena agradece
"el aprendizaje bestial" de una experiencia que le ha permitido
conocer mejor a Atala, empaparlo del "ecosistema valenciano" y, sobre
todo, divertirse.
Pilar Salas
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