Chelo Poveda, portavoz de Podem Valencia. /EPDA Este fin de semana tenemos en la ciudad al nuevo emblema del Partido Popular, Ayuso, que trae de la mano el liberalismo económico más rancio e insolidario, el de siempre, pero con una careta todavía más agresiva si cabe con la gente normal y humilde.
Ayuso ha demostrado que se puede gobernar sin programa electoral y a golpe de ocurrencia. Únicamente con la palabra libertad en la boca hizo su campaña obviando selectivamente que sin igualdad económica no hay libertad, solo libertad para los ricos; obviando que sin sanidad pública no hay libertad que valga; olvidando que sin luz y sin bono social eléctrico la Cañada Real sólo tiene libertad para pasar frío, oscuridad, calor y penurias. Una libertad, la de Ayuso y el PP, la que estos días compartirá con María José Catalá, que es de todo menos libertad para las personas humildes.
Desde que Isabel Díaz Ayuso ha llegado a la Asamblea de Madrid, sus ciudadanos sólo han sufrido recortes en educación, sanidad, dependencia, vivienda o inclusión. Un dogma neoliberal que deja atrás a casi todas las personas, un modelo que te culpa de no ser lo suficientemente útil para el sistema económico. Una visión política excluyente, que en lugar de luchar por una sociedad de cuidados nos ofrece un sálvese quien pueda.
La ley de la selva del PP y de Ayuso, en la que los Florentinos, Boludas, Botines y demás leones cuentan con garras (financieras) y colmillos (empresariales) frente al conjunto de la sociedad, desprovistos de esos privilegios y que solo luchan y compiten por sobrevivir. La civilización, amigas y amigos, es justo lo contrario, convertir las ley de la selva y la competición en la ley de la cooperación y el apoyo mutuo, es organizarse para curarnos las unas a las otras, para echarnos el cable público en los momentos de necesidad, es darnos educación pública de calidad para que todas sepamos, para que todas nos hagamos mejores.
Pues hoy está por aquí Ayuso, el máximo exponente de la ley de la selva, queriendo acercar el modelo a la aspirante a nueva Rita Barberá, Maria José Catalá. Una pregunta ¿qué valenciana no recuerda la época de la corrupción, el fasto, la València de dos velocidades o la gran deuda del cap i casal?
Ahora el panorama es todavía más duro porque a Catalá y al PP no les da ningún reparo pactar con VOX como han hecho en Castilla y León. No han trazado líneas rojas frente a la ultraderecha para gobernar unidos como sí han hecho en Europa ante partidos de ultraderecha, machistas, racistas o negacionistas del cambio climático.
Nosotras apostamos por esa sociedad y por esa ciudad, València, amable, habitable, feminista y tolerante que nos cuide a todas... y debemos decirles que no queremos que vuelvan.
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