Susana Gisbert Nos
encontramos en un momento difícil. Con una preocupante cifra de contagios, y el
fantasma del confinamiento acechando, todavía hay quine prefiere buscar
culpables que buscar soluciones. Y así nos va.
Es evidente que la situación ha
cambiado respecto a la que vivimos en esa primavera que nos robaron. Ahora hay
mucha más gente joven contagiada y un menor número de muertes, factores ambos
íntimamente relacionados al ser la población de mayor edad la de mayor riesgo.
Pero no podemos conformarnos con
echarles la culpa y estigmatizarlos. Hay jóvenes responsables y mayores
irresponsables, y viceversa. Aunque parte de la explicación de lo que ocurre es
que es la gente joven, precisamente, la que sale, porque es su modo natural de
relacionarse, máxime en período de vacaciones estivales, por raras que sean. No
tienen casa propia donde reunirse y están en la edad en la que los amigos y las
amigas lo son todo. Así que tal vez con algo más de comprensión y menos de
reproche consigamos llegar a ellos. O, mejor dicho, a aquellos de ellos que no
son responsables.
Siempre me ha hecho gracia esa
estigmatización del “botellón”, cuando mucha gente ni siquiera sabe a qué se
están refiriendo. Está claro que las macroquedadas colectivas para beber y
escandalizar sin control en la calle son
reprobables, con pandemia o sin ella, pero no se le puede poner a todo la
etiqueta de “botellón” y condenarlo a los infiernos.
Cuando yo era joven, practicaba, sin
saberlo, el botellón. Comprábamos botellas de litro de cerveza –“litronas”- y
las compartíamos en la playa, muchas veces acompañadas con guitarra, aunque haya
otras versiones. Compartíamos espacio y bebida con el único fin de pasarlo
bien.
Quizás hoy nos hubieran multado por
hacer botellón, pero no hacíamos nada malo. Y tampoco hacen nada malo quienes,
respectando las normas, se juntan para compartir charlas, risas, y también
bebida, máxime cuando en algunos sitios, como Valencia, no tienen muchas más
opciones.
Aunque suene algo cursi, podríamos
llegarles diciendo que practiquen botellín, no botellón. Que salir y compartir
vida es posible, pero tal como está el patio cuanto menos vayan las cosas de
mano en mano, mejor, además de que, hoy y siempre, el exceso no es bueno y en
la bebida todavía menos.
Pensemos que también fuimos jóvenes y
pongámonos en su lugar. Recordemos, además, que se matan más moscas con miel
que con hiel. O, en este caso, con botellín que con botellón, y hagámoselo ver.
No sé si ganaremos algo, pero nada
perdemos por intentarlo.
SUSANA
GISBERT
Fiscal
(@gisb_sus)
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