Calle Islas Canarias /Héctor González
Estructura Gas Labón /Héctor GonzálezLa Creu del Grau. No tiene un carácter místico, ni legendario. Su relevancia queda difuminada comparada con la de otras cruces de término, como la Creu Coberta, en un extremo de la calle San Vicente Mártir. No obstante, da nombre a todo un barrio de Valencia que aglutina a unos 15.000 habitantes.
Quizás por ese motivo, por sus constantes traslados o porque cuesta encontrarla, mi motivación por plantarme ante ella se ha desmadrado. Para lograrlo me adentro en el distrito de Camins al Grau. En concreto camino por la calle Lebón, ya entrando en la barriada de La Creu del Grau, atrapada entre dos vías tan concurridas y con denominación insular como Islas Canarias e Islas Baleares, paralelas a la Avenida del Puerto.
El único local comercial junto a una de las aceras lo ocupa una clínica dental, mientras que en la otra una persiana bajada oculta la sede del histórico Centro Excursionista, que tanto fulgor tuvo en el pasado con su enorme local en la plaza de Tavernes de Valldigna. A continuación paso junto a la puerta del centro de día Acova y de la fachada de Mediterráneo TV para torcer, después, hacia la calle Fuencaliente.
Fundar, Nueva Opcíón, un horno, la frutería, el cruce con la calle Luis Merelo -que da nombre a los premios del Colegio de Ingenieros Industriales, por cierto-… De este modo prosigo hasta plantarme frente el gran esqueleto de lo que era el depósito de Gas Lebón y que ahora se ha convertido en la principal singularidad de un enorme parque que insufla vida al barrio.
Sigo con la búsqueda de mi objetivo final: la Creu del Grao, aunque pasee por la zona con esa denominación. No es lo mismo, como diría el cantante. Cruzo la calle del escultor Beltrán Grimal, donde está el hotel Acteón. En una vía lateral y peatonal se abre la plaza de Santa Apolonia, amplia y sin demasiado encanto. Eso sí, una senda escoltada por palmeras en su centro le aporta un especial encanto y lo aleja mentalmente del bloque hotelero.
Salgo directamente desde la plaza hasta la gasolinera de la Avenida del Puerto para acercarme a la cruz. Ando a la altura de Pintor Maella. ¡Me he pasado de largo! Retrocedo. Miro el número 119, el 117, el 115… Busco por su fachada. En teoría, aquí debería de toparme con ella.
Hasta que me giro y observo cómo emerge la cruz en un diminuto parque hecho casi a su justa medida, con el tamaño imprescindible para cubrirla parcialmente, para conseguir que pase más desapercibida.
Atravieso raudo la Avenida del Puerto para posarme ante la Creu del Grau. Poco tiene que ver con su estructura original y con su antigua ubicación; no obstante, sigue teniendo su prestancia. Ya no marca término alguno y resulta inadvertida para quien anda junto a ella. De hecho, hace falta pararse justo en ese lugar y elevar la mirada para sorprenderse con el monolito, algo que no suele ser la práctica habitual andarina urbana.
Sus estatuillas de santos sobre escudos le dan lustre y permiten, en parte, olvidar esa cubierta perdida que le confería el rango de cruz de término, limítrofe.
Cumplido mi objetivo de paseante curioso, retorno a la calle del escultor Vicente Grimal, la del hotel, aunque no me adentro y sigo por Islas Canarias en busca de algo que me llame la atención. Atravieso la calle del dramaturgo Juan Gil Albors, con un parque que casi se limita a suelo de gravilla y a dos sillas de columpio. Y con final en un muro que evita que tenga otra salida.
Desando hacia Islas Canarias. Vuelvo a Pintor Maella, una calle a la que el paso de los años le sienta bien. Ha mejorado notablemente en las últimas décadas. Un enorme bajo de supermercado, un alargado taller de reparación de vehículos (negocio cada vez con más lista de espera debido al afán por alargar la vida de los coches usados ante el encarecimiento de los nuevos), un gimnasio…
Cruzo por Pere II El Ceremoniós frente a un enorme bar, un restaurante mexicano… Llego a la calle Municipi de la Roda. Ese detalle, el que matice en el rótulo, como nombre urbano, el rango de municipio de La Roda me llama la atención. Deja claro lo que es, algo no habitual con tantas otras calles con topónimos.
Se ubica frente al bar Castillo de la Mata, también denominación inusual para un local de estas características. Me gusta. Llego hasta la Avenida de Baleares, en el otro extremo del barrio. Cumplido mi objetivo de plantarme frente a la Creu del Grau, esto ya no me motiva. Termino en ese punto el Curioseando Valencia de este mes en el que más que un barrio he buscado su símbolo mientras recorría una buena parte de sus calles.
Santa Apolonia ./Héctor González
Pintor Maella /Héctor González
Calle Fuencaliente /Héctor González
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