Hospital Dr. Moliner en medio de una gran pinada.
Dr. Moliner.
El capellán contagiado.
Antonio Francisco
María Nofuentes, 49 años, fraile servita, capellán del Hospital
Dr. Moliner, resultó infectado por el coronavirus fuera del centro
hospitalario, que ha superado tras mes y medio de confinamiento, y ha
relatado su experiencia de “ponerse en la piel del enfermo”, lo
que le ha ayudado a “recuperar la sensibilidad por el enfermo, a
que no se pierda por la rutina”. Actualmente es capellán del
Hospital Dr. Moliner, que en tiempos fue llamado de la “peste
blanca”, la tuberculosis.
El Dr. Francisco
Moliner, catedrático de Patología y Clínica Médica de la
Universidad de Valencia, preocupado por la falta de atención
sanitaria a las clases más humildes y especialmente por las
condiciones en que éstas trabajaban, favoreciendo la propagación de
la tuberculosis, propuso la creación de granjas-sanatorios en las
que se ingresaran a los más pobres y, mediante un tratamiento
combinado de helioterapia, dieta, reposo y vigilancia médica,
conseguir la recuperación de los afectados por la "peste
blanca".
Dicha preocupación
vino condicionada siendo el Dr. Moliner presidente de la Comisión de
la Cruz Roja de Valencia con motivo de la repatriación del ejército
que luchó en la Guerra de Cuba. En el Grao organizó la posta
sanitaria que recibía a los soldados enfermos más graves cuando
llegaban al puerto. Como eran muchos los que padecían enfermedades
pulmonares y venían a morir cerca de sus familias, pensó que un
sanatorio donde respirasen aires puros y cálidos, con los
convenientes cuidados médicos, arrancaría de la muerte a muchos de
estos pacientes.
En 1898 arrendó parte del edificio
perteneciente a la Cartuja de Porta-Coeli, en la Sierra Calderona
(Serra - Valencia), creó un consejo de administración donde estaban
representadas las primeras autoridades y eclesiásticas de Valencia.
La Reina María Cristina firmó un Decreto mediante el cual el
sanatorio de Porta-Coeli quedaba bajo su protección y la de su hijo
Alfonso XIII.
El Sanatorio de
Porta-Coeli, futuro Hospital Dr. Moliner, fue inaugurado el 15 de
Julio de 1899 en las dependencias de la antigua Cartuja,
convirtiéndose en sanatorio benéfico para enfermos tuberculosos,
con una capacidad total de 46 camas.
El actual Hospital
Dr. Moliner fue construido a finales de los años 30 del siglo pasado
–en terrenos que hasta la Desamortización también fueron de la
Cartuja, cuya propiedad se extendía desde el cenobio a Bétera- y en
1987 adscrito al INSALUD, pasando a ser destinado para enfermos
crónicos de Media y Larga Estancia y terminales.
Capellán de
Hospital, contagiado
El
capellán del Hospital Dr. Moliner es Antonio Francisco María
Nofuentes, 49 años, fraile de la Orden de los Siervos de María,
más conocidos como servitas, dedicados, desde el siglo XIII, a las
obras de misericordia. En la capitulación 319 de sus Constituciones
se lee: “La
creación está todavía en el dolor y en la angustia.”
El
religioso quedó infectado, no en el hospital, ya ha pasado la
experiencia del confinamiento como contagiado. “Ha
sido una lección de vida ponerme en su piel” y también “un
tiempo fuerte de encuentro con Dios”.
Lleva 20 años de
servicio como capellán de hospital, sin enfermar. Ha relatado a Avan
su experiencia: “La primera semana fue realmente dura, pensaba que
era una gripe fuerte, la cabeza me iba a estallar… vivir
una pandemia solo y enfermo es algo terrible… pensaba en todas las
personas que están solas, sin familiares, y en todos los enfermos
crónicos a los que sirvo en el hospital”.
“Ha
supuesto un tiempo de redescubrimiento de mi vocación, de agarrarme
a lo fundamental, porque tienes mucho tiempo para pensar, y al final,
estás a solas con Dios, y el Señor nunca me ha abandonado”. “Ha
sido una experiencia muy importante pasar de todo lo que sabemos de
teoría sobre una enfermedad y sobre el sentir del enfermo, a vivirlo
en la práctica”. “Me ha ayudado a “recuperar la sensibilidad
por el enfermo, a que no se pierda por la rutina”.
En esta
pandemia, “se pone en especial valor el trabajo que hacemos los
capellanes en nombre de la Iglesia, de acoger la persona que tengo
delante”.
La imagen de tantas personas que mueren solas “es escalofriante”
y “nunca tenemos que verlos como números anónimos”. Ni
siquiera en esta crisis sanitaria “perdemos nuestra condición de
personas, de sujetos únicos, amados por Dios en nuestra
individualidad”.
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