Parece que cuando hablamos de ahorro lo importante es lo que consigues ahorrar y cuánto montante vas a acumular con lo que te “renta” como dirían los adolescentes de hoy en día. Por supuesto, que es importante, pero lo que no debe perder nunca de vista un ahorrador es si realmente no está perdiendo poder adquisitivo el ahorro que acumula fruto de su esfuerzo. Más todavía, si cabe, si tenemos en cuenta que ahorrar es sacrificar consumo presente a cambio de un consumo que aplazamos para el futuro. Por tanto, el objetivo número uno de un ahorrador es que su DINERO NO PIERDA PODER DE COMPRA en el futuro –“virgencita que al menos me quede como estoy”-, porque si mañana no puedo comprar lo que hoy hubiera podido adquirir con ese ahorro, hemos hecho entonces muy mal negocio. Precisamente, la protagonista del tema de hoy ha estado desgraciadamente muy de actualidad: la temida inflación. Hagamos números querido lector. Igual que la capitalización compuesta según decía Einstein es la fuerza más poderosa del universo, la inflación es un fenómeno que actúa con la misma fórmula matemática, pero como destructor de valor en contra de los ahorradores. Hagamos números:
Supongamos que en estos 10 años hubiéramos soportado una inflación media del 3% cada año. La respuesta intuitiva de mucha gente sería que habría perdido un 30% de poder adquisitivo, lo cual ya es una suma de dinero realmente escandalosa.
Pues la mala noticia es que es mucho peor. La inflación es acumulativa. Supongamos que partimos de un nivel de precios de 100. El primer año con una inflación del 3%, los precios subirían a 103, el segundo sería el 3% de 103, con lo que el aumento sería hasta 106,09, y así sucesivamente. Esto convierte la evolución de la inflación en una progresión geométrica, de tal modo que su expresión sería 100x(1,03)^10. El incremento del 3% anual sería un 34,39% al cabo de una década, pero ojo de un 80,6 % en dos décadas, un efecto bola de nieve que destruye tu patrimonio financiero. Si esto es así con un 3%, imaginad un IPC como el 8,42% del año 2022 en España, una auténtica bestia negra para el ahorrador. Y si no que se lo digan a nuestros queridos amigos argentinos o venezolanos, cuya inflación galopante los empobrece constantemente.
Por eso la reacción de todos los bancos centrales de todos los
países occidentales fue subir bruscamente los tipos de interés. En
teoría un ahorrador, podría decir, por fin, por fin se remunera mi
ahorro. Pues bien, yo le diría haga cuentas, porque realmente lo que
debe importarle a un ahorrador es disfrutar de tipos de interés
REALES positivos, es decir, que lo que perciba de manera neta
finalmente sea superior a la pérdida de valor por la inflación.
Percepción neta, y aquí hay que afinar, porque como usted sabrá
cualquier rendimiento del capital mobiliario que usted perciba
“explícitamente” en su cuenta va a llevar una carga fiscal entre
el 19% y el 28% en función de su base del ahorro. Si usted estaba
encantado por recibir un 3,5% por su letra del tesoro, no se haga
muchas ilusiones porque realmente le está “rentando” como máximo
un 2,83%, y si, como debiera, le resta la inflación que sufrimos en
el 2022 usted es un 5,59% más pobre. Y en 2023 aunque se suavice,
los precios siguen subiendo por encima del 3%, el cual hay que seguir
acumulando a lo ya subido fuertemente en el 2022.
Sea inteligente,
busque fórmulas, que las hay, que le permitan un diferimiento
fiscal, diversifique entre diferentes opciones de inversión,
compare, dedique tiempo a estudiar y adquirir un nivel de competencia
financiera, indague, déjese asesorar por buenos profesionales, que
como en todo oficio los hay, y no permita que el ahorro generado con
mucho esfuerzo se lo coma el “monstruo de la inflación”.
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