Vicente Herrero. EPDA
Cuando somos pequeños, todos queremos ser
mayores, pero lo que no sabemos es, que de mayores, querremos ser pequeños otra
vez.
Ser adulto no está mal siempre y cuando no
dejes ese niño que fuiste y lo utilices para divertirte sin vergüenza alguna y
mejorar tu vida en lo que te propongas.
La mejor profesión que un adulto puede
tener es la de niño. Esta te prepara y capacita para cualquier puesto de
trabajo.
Un niño no tiene fin. Insiste, se divierte,
no pierde la esperanza, es persistente, en el aspecto psicológico es
incansable. Un niño dejará de insistir por algo que quiere si pierde el interés
o encuentra algo mejor por lo que luchar.
Ahora lleva todo esto a tu pensamiento
adulto y aplícalo a lo que quieres conseguir.
Un niño no tiene experiencia en nada, pero
su actitud ante lo que de verdad quiere, está por encima de esta. Es un
vendedor profesional, porque únicamente con su mirada y su insistencia consigue
en la mayoría de las ocasiones su objetivo.
Además, se dirige a varias fuentes. Si con
la madre no lo consigue, va al padre y sino, en cuanto tenga la ocasión, a los
abuelos.
También es inteligente por naturaleza y esa
inteligencia, muchos de nosotros la perdemos cuando somos adultos. Y es que si
quiere algo y hay una reunión familiar, ¿A quién creéis que va a acudir? Sí, a
los abuelos. Los que jamás le dicen que no.
El secreto está en identificar el punto
débil e incidir sobre él. Insistir y utilizar tus habilidades lingüísticas para
convencer.
Si tienes la oportunidad, observa la
actitud de un niño. Incluso haz la prueba interactuando con él y aprende. Son
unos grandes maestros.
-¿Qué quieres ser de mayor?
-¿Yo? Niño.
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