Un mojón de Casinos. EPDA La Promoción Profesional Obrera (PPO) fue un programa nacido en 1964
con el objetivo de conectar las necesidades de cualificación de la
población activa con los Planes de Desarrollo Económico y Social, con la
intención, de reconvertir a los trabajadores del sector primario en
trabajadores aptos para la industria y el sector servicios.
Aquel año el PPO del Ministerio de Trabajo organizó en Casinos un
curso de “Tractorista manipulador” con una duración de tres meses y
medio y al que asistieron veinticinco alumnos, todos ellos agricultores,
la mayoría con una edad superior a los 45 años, también habían cuatro
alumnos de más de 60 años, era de admirar el ansia y la voluntad de
aprender que estos labradores de edad madura, que habían tenido tan
pocas oportunidades en el transcurso de su vida, y para algunos era la
primera ocasión que se les había brindado en aquel momento, que la
supieron aprovechar a pesar de su avanzada edad, para obtener el Carnet
de Conducir.
El curso lo impartieron como monitores don José Gramage Antequera y
don Rafael González, ellos mismos dijeron que estaban muy satisfechos
tanto por la asistencia de los alumnos como por los progresos que éstos
experimentaban, ya que por ser un curso que abarca las materias de
conducción, manejo de tractores y aperos, así como el conocimiento de
algo de mecánica, código y señales de circulación, eran muchas las
materias que tenían que aprender.
Estos hombres tuvieron que realizar un gran sacrificio para asistir
a las clases de teórica y práctica, dado que sobre matricularse en
primavera, el curso se desarrolló en plena campaña de vendimia, tengamos
en cuenta que aquellos años las colas de tractores para descargar la
uva en la Bodega se hacían eternas y estos labradores después de una
dura jornada de trabajo, es de comprender el cansancio, y que los
reflejos mentales no son lo rápidos y eficientes para asistir a clase
aprovechando el tiempo de estudio.
Mereció la pena el esfuerzo en aprender para conseguir el preciado
título, que obtuvieron al final del curso para poder lidiar con el
manejo de las máquinas, atender los trabajos del campo, que a pesar del
incremento de tractores y aperos para modernizar la agricultura, eran
trabajos duros, llevados con dignidad, pues nuestras frutas eran muy
apreciadas en el mercado, gozando de un buen nombre por su aroma,
tamaño, dulzura y calidad.
Desde estas líneas, y viviendo los momentos de dolor por ésta
pandemia, que se ha traducido con la pérdida de esos miles de hombres y
mujeres que lo dieron todo, quiero brindar mis últimas palabras de
esta crónica, como un homenaje y vivo recuerdo a estos pequeños
agricultores, dignos de admirar porque fueron los últimos de unas
generaciones que trabajaron con carros y caballerías, y supieron
adaptarse a aquellas nuevas tecnologías de manejar el tractor,
trabajaban de sol a sol por amor a su tierra el "amor al arte" que les
caracterizaba era hacer “horas extraordinarias” trabajadas con el
corazón por amor a sus familias, para que sus hijas, hijos y nietos
vivieran con dignidad e ilusión.
Quien esto escribe, es nieto del decano de esos veinticinco alumnos,
que gracias a ese curso, pudo conducir un tractor Barreiros, hasta que
su salud se lo permitió. Nos paseó a todos los nietos con aquel tractor y
el remolque, le acompañábamos a coger “garrofas”, almendras, y a
vendimiar. Cuando podaba las viñas íbamos a sarmentar, y en las
vacaciones de Navidad el plato favorito era ir a plegar las aceitunas,
después a la almazara a hacer el aceite, y con un carro de dos ruedas,
llevarlo hasta casa para dejarlo en las jarras. Al nombrar el aceite, no
puedo reprimir ese recuerdo al tío Rufino Merino, siempre tan atento y
empeñado en hacer de aquellas aceitunas el líquido aceite dorado que con
tanto mimo nos inculcó en aquella vieja almazara del puente, cada vez
que hacíamos una parada y transportábamos las aceitunas del molino a la
prensa.
JOSÉ SALVADOR MURGUI. Cronista Oficial de Casinos. Académico de la R.A.C.V
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