Paco Ferrandis. EPDA La situación actual, me recuerda a un viaje que realicé de Ibiza a Formentera, cuando subimos unas 80 o 100 personas a un barco típico de turistas. La mar estaba totalmente en calma, parecía una balsa de aceite.
Al poco de zarpar a los 5 minutos se notaba que la mar estaba picada, empezaba a estar brava, algunos turistas extranjeros se reían porque el barco se balanceaba y parecía una feria o montaña rusa. A mi no me hacía ninguna gracia. Pensaba que era peligroso y podía ir a peor. Efectivamente, a los pocos minutos nos dijeron que todos abandonáramos la cubierta para entrar dentro del casco. Estábamos muy apretados. Los extranjeros, ya no se reían, alguno lloraba, otro vomitaba, otros se abrazaban. Los bolsos iban de lado a lado. Todos estábamos muy asustados. Observé como un señor mayor de unos 65 años, ponía cara de que no le gustaba la situación ni como navegaba el barco. En un momento, se dirigió hacia un chico de unos 30 años que estaba al frente del timón del barco, y le dijo que bajara y que le dejara a él navegar el barco.
El cambio fue instantáneo, el barco ya no parecía que se iba a descomponer, las olas que continuaban muy agresivas, que hacían que entrara agua dentro del casco, dejaron de ser tan violentas.
Yo pensé, ¿habrá parado la mar brava?, ¿habrá pasado la tormenta?. No, no fue eso, observé que era simplemente que el señor mayor que cogió el timón del barco, que en lugar de coger las olas de frente, empezó a cogerlas de lado, llevando el barco de costado, con ello conseguía que las olas fueran mucho más suaves y tanto el barco como las personas sufrían menos riesgos y menos molestias. Desapareció la sensación de peligro y dejó de entrar agua en el barco.
El trayecto estaba previsto para 30 o 35 minutos y tardamos en llegar el doble, pero a pesar de ir más lento, nadie le recriminó la tardanza, sino al contrario, todos estuvimos muy agradecidos y le felicitamos al llegar a puerto, valorando su pericia y profesionalidad.
Por contra, no podemos decir lo mismo del Gobierno de España, ni de Pedro y Pablo, que pensaban que eran una generación JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados), pero en realidad se ha evidenciado que son una generación JASI (Jóvenes Aunque Sobradamente Incompetentes). Ellos son buenos dando mítines y sermones teóricos, pero cuando tienen que gestionar problemas reales, se descubre su incompetencia e incapacidad. Pedro y Pablo, si pudieran ahora desaparecerían, y le dejarían el gobierno de nuevo a Rajoy. ¡Cómo disfrutarían ellos en una situación así!, metiéndose, con cualquier argumento y excusa, ellos y sus medios afines, con el gobierno de Rajoy y dando por televisión amplia cobertura de todas la penalidades de esta crisis sanitaria.
Lo dicho, han quedado retratados para siempre, Pedro y Pablo, pensaban que iban a hacer historia, y realmente lo han conseguido, va a ser recordada por muchos años y décadas esta histórica gestión de incompetencia, aunque traten de ocultarlas ellos y sus medios.
España necesita un buen capitán de barco, lástima que el señor que me llevó de Ibiza a Formentera, no esté hoy por aquí.
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