Barrio vacío
Prostitución A principios del siglo
XIV el rey Jaume II prohibió que las prostitutas ejercieran su trabajo por las
calles de València, algo que era habitual como forma de subsistencia de un
sector muy numeroso de la sociedad. Unos años más tarde y ya en el siglo XV la
capital valenciana tenía el mayor burdel de Europa formado por infinidad de
casas aisladas que eran alquiladas a las meretrices. Aunque la prostitución fue
declarada “un mal necesario”, el caso es que poco a poco fue amurallándose para
separarlo de la gran urbe y convirtiéndose en un recinto con una única puerta
de entrada y salida y controlado por un vigilante. Estaba permitida la entrada
de hombres mayores de edad que no fuesen ni jueces ni sarracenos, que tenían
prohibido mantener relaciones sexuales con mujeres cristianas.
El burdel de València
se convirtió en un recinto rodeado de huertos con toda una serie de hostales y
tabernas. Era el más famoso y bien organizado de su época, con un estricto
control médico y de orden público. Cuatro médicos eran pagados para que
visitasen a las mujeres todos los sábados, mujeres que no podían estar casadas
ni tener familiares directos en la ciudad. El gran burdel era una pequeña ciudad
dentro de la gran ciudad, generando una importante actividad económica.
Se sentaban a la
puerta de la casa con una lamparita, y de ahí que se les denominase
popularmente como “mujeres de silla”. Poco a poco la organización fue en
aumento, prohibiendo incluso a las mujeres que trabajasen de martes a viernes
santo, e incluso permitiendo a Sant Vicent Ferrer entrar a predicar al burdel,
el cual logró convencer a muchas de las prostitutas para que dejasen su oficio
y se casasen. La presencia de Sant Vicent en el burdel se recordó durante
siglos y en la década de los años 60-70 el Altar del santo paseaba en
procesión la imagen por el barrio chino,
algo que no sentó demasiado bien a algunos clérigos conservadores, pero el
santo siempre gozó de una gran devoción en la zona.
Se intentó en la edad
media por parte de la iglesia convertir
o rehabilitar a las prostitutas, ya que daban un gran valor a la castidad, pero
eran conscientes que la erradicación provocaría la aparición de otras formas de
inmoralidad y perversión, según sus creencias. Y además València siempre tuvo
fama de ser la ciudad más sensual de Europa. Pese a todo ello en 1677 durante
el reinado de Felipe II se cerró definitivamente el burdel, aunque algunas
mujeres siguieron practicando la prostitución por diferentes zonas de la ciudad.
Desde entonces
València ha tenido prostitución digamos “local” que se concentró en lo que se
vino a llamar el Barrio Chino, -en realidad es el barrio de Velluters- compuesto por las calles Viana, Triador, Balmes,
Hospital, Recared, Escolano, Torn del Hospital, etcétera, al que se accede
desde la Avinguda de l’Oest o por Guillem de Castro. Fue a partir del siglo XX
cuando comenzó a definirse el espacio del barrio donde iban instalándose las
mujeres.
Durante el franquismo
todas esas calles fueron el centro de peregrinación en busca de meretrices que
ofrecían sus servicios a la puerta de sus casas o en los bares todavía
recordados de Coral, Pere, Toledo, o la Mina. Mujeres la mayoría de ellas
elegantemente vestidas. La “alegalidad” de la profesión permitió un crecimiento
y una estabilidad final en la prostitución del barrio chino, donde centenares
de hombres se juntaban para simplemente mirar o para pedir precio de servicios
sexuales que se llevaban a cabo en casas viejas y destartaladas que eran en su
gran mayoría el mismo hogar donde vivían las mujeres. Cuando caía la noche el
barrio se convertía en un lugar donde el bullicio era constante y la
degradación caminaba al mismo ritmo.
La llegada de la
democracia apenas cambió las costumbres en el viejo barrio chino, aunque poco a
poco fueron derrocándose viejas casas y abriendo nuevas calles, al tiempo que
edificios de gran altura conformaron un nuevo estilo de barrio, eso si,
conservando las calles más clásicas del barrio donde la prostitución seguía
ejerciéndose: Viana o Torno del Hospital. La prostitución “local” dejó paso a
la presencia de mujeres procedentes de países del Este o sudamericanas que
encontraron cobijo y trabajo en esas calles, que además han servido de venta y
trapicheo de drogas, bien al aire libre o teniendo como tapadera los dos bares
que todavía quedan en la zona, principalmente el ubicado en la confluencia de
las calles Balmes y Triador.
Hace unos meses el
Ayuntamiento de València llevó a cabo una campaña de “limpieza” de la
prostitución cerrando dos casas que servían como lugar de encuentros sexuales
en la calle Escolano, cerca de la Avenida del Oeste, lo que obligó a las
prostitutas a concentrarse principalmente en el barrio chino de siempre. Cerró
también un garaje convertido en burdel en San Pedro Pascual ante las protestas de
los vecinos que llegaron a colgar pancartas en sus balcones denunciando la
actividad.
Tras este cierre los
servicios sexuales se llevaban a cabo en la calle Viana, núcleo duro del barrio
y en dos bajos ubicados en la calle Lepanto.
Pero llegó el estado
de alarma a causa del Covid-19 y el confinamiento obligado de la población.
Con la alarma
generalizada el barrio chino quedó en silencio y el fin de toda actividad
sexual, al menos aparentemente. Si uno camina ahora por sus calles deshabitadas,
por alguna obligación, puede escuchar desde algún balcón de la calle Viana un
pequeño “xis, xis” que obliga a levantar la vista y comprobar la señal de
llamada que te están lanzando.
Pero hay algo más que
silencio. Existe la sensación de que algo ha muerto y quizás nada vuelva a ser
como antes. Los vecinos de Velluters piden que la prostitución no vuelva al
barrio y proponen un alejamiento de las prostitutas hacia los polígonos,
sabedores también de que será muy difícil lograr esa reivindicación. El barrio
encierra secretos que lo hacen ser único y diferente.
En la puerta del bar
de Balmes-Triador, –con la persiana bajada-, unas palomas comen tranquilamente
una mañana en este estado de alarma. No hay nada ni nadie que las moleste. Ni
siquiera los siglos de historia pasada ni los tratos sexuales de hace poco más
de un mes. Nada se mueve. Nada camina.
El Covid-19 termina
con una actividad que forma parte de la propia sociedad. Ahora confinada.
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