Una madre coloca la máscara a su hijo en una calle durante el estado de alarma. EFE/Enric Fontcuberta/ArchivoMarcela vive con su hijo Mateo, de 11 años, en un piso 70 metros
cuadrados en València y desde que el pasado 10 de marzo se le terminó el
paro, "va tirando" con los 60 euros de la "beca de comedor" del menor, y
trata de mantenerse optimista centrándose en el presente.
"Esto
es vivir el día a día", asegura en una entrevista telefónica , en la que afirma que su emergencia es "tener para comer",
algo que puede cubrir gracias al cheque que le ha facilitado por la
Conselleria de Educación, correspondiente a la beca de comedor de su
hijo.
"Como solo somos Mateo y yo, y yo lo hago todo casero,
gasto muy poquito" en alimentación, explica, aunque reconoce que al
resto de gastos, como el alquiler de su vivienda, el agua, la luz, el
gas o internet no puede hacer frente.
Marcela, uruguaya de
origen, pero afincada en Valencia desde hace más de 20 años, no pudo
renovar su último trabajo en hostelería debido a que su hijo sufre una
cardiopatía que le provoca "presíncopes y se puede caer", por lo que no
lo puede dejar solo para ir a trabajar.
El paro se le terminó el
pasado 10 de marzo, y el confinamiento le pilló en busca de empleo y
haciendo cursos de formación e inserción en Labora. Marcela quería
encontrar un trabajo que coincidiera con el horario escolar del pequeño,
pero se le quedó todo a medias.
Reconoce que el estado de alarma
y el confinamiento han complicado su situación. "Estando en la calle me
busco la vida y siempre me sale alguna faena, aunque sea fin de
semana", que le permite, "mal o bien" pagar siempre el alquiler de su
vivienda, explica.
Ahora las posibilidades de encontrar trabajo y
por tanto, tener ingresos, han desaparecido y Marcela y su hijo
subsisten con el cheque de la beca de comedor del menor y gracias a la
actuación de los servicios sociales y la ONG Save de Children, que
presta atención a Mateo y le ha facilitado una tablet para que pueda
seguir las clases on-line.
Del resto de gastos (alquiler, luz,
agua, gas e internet), "olvídate", dice, aunque se muestra tranquila
pues la trabajadora social que le atiende le dijo que no se preocupara
de eso, pues lo importante era que tuviera para comer, y que de momento
no iban a cortar la luz, el agua ni el gas a nadie.
Otra de las
preocupaciones que tenía esta mujer era que su hijo pudiera acceder a
las clases virtuales para no quedarse atrás en el colegio, algo que
puede hacer gracias a la tableta que le facilitado Save de Children, que
también gestionó los accesos a las plataformas habilitadas y a las
ediciones digitales de los libros de texto.
"El sistema que
tienen para dar clases o mandar deberes es solo para la gente que tiene
internet y ordenador o una tableta. Yo tenía internet pero ni tablet ni
ordenador", indica.
Además, Save de Children también presta
atención virtual al menor todos los días durante dos horas, en las que
le ayudan con las tareas escolares y también le acompañan en lectura,
actividades o juegos.
Marcela se muestra "súperagradecida" por
este apoyo y porque, además, añade, se está dando cuenta de que hay
muchas cosas que no sabe hacer. "Me doy cuenta de que no sé nada de
informática", asegura, y ya planea apuntarse a los cursos de informática
de Labora cuando termine el confinamiento y se retome la actividad.
A
pesar de sus circunstancias, es "optimista". "La economía va a quedar
muy mal y no sé si voy a poder conseguir trabajo, pero confío en que me
den algún tipo de ayuda hasta que pueda encontrar empleo", señala.
"Soy
muy optimista. Además, si quiero que el nene esté bien, tengo que estar
bien yo porque estamos solos los dos", asegura Marcela, quien ha
optado por dar prioridad a otras cosas, como la salud de su hijo, que
este mes tiene revisión del cardiólogo, y tiene esperanza en que se
solucione todo.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia