Perellonet. Elvira Folguerá La
Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha catalogado como
“históricos” tres temporales o ‘fenómenos adversos’
registrados en la Comunitat Valenciana y el sureste de España en un
período excepcionalmente corto, los nueve meses que van desde la
Semana Santa de 2019 hasta Gloria pasando por la DANA de septiembre.
Del
18 a 22 de abril en algunas zonas llovió cinco veces más de lo
habitual en ese mes. Del 11 al 15 de septiembre cayó sobre la Vega
Baja un 39% más de agua que en el anterior registro histórico, que
es de 1987. Ontinyent también batió récords con más de medio
siglo de existencia. Y lo que es peor aún, esos días murieron cinco
personas en la Comunitat. Del 19 al 25 de enero de 2020, Gloria mató
aquí a otras cinco personas y superó los récords de precipitación
máxima recogida en 24 horas en enero (433 litros por metro cuadrado
en Barx y más de 300 en siete estaciones en cinco días), de rayos
caídos en ese mes (3.035 el día 21), de ola significante en el
Mediterráneo occidental (8,44 metros), y de espesor de nieve (86
centímetros en Vilafranca el día 21).
Estos
datos, unidos a la mayor sensibilización de la población respecto
de los efectos del cambio climático tras la Cumbre de Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático (COP25) celebrada en diciembre en
Madrid, han facilitado la apertura de un debate en la Comunitat
Valenciana en el que el listón lo ha elevado la vicepresidenta del
Consell, Mónica Oltra (Compromís), al declarar que no tiene sentido
reconstruir el litoral hasta devolverlo a la situación en la que
estaba antes de cada temporal cuando el mar lo puede volver a
destruir pocos meses después. Oltra decía en La Sexta que no tiene
sentido gastarse millones de euros en la reconstrucción de paseos
marítimos que medio año después podían volver a desaparecer.
Antes que Oltra se habían manifestado en parecidos términos el
alcalde de Bellreguard, Àlex Ruiz, el de València, Joan Ribó, y la
consellera de Medio Ambiente, Mireia Mollà, todos ellos de
Compromís. Pero lo que le daba categoría a esta vía de debate eran
esas declaraciones de Oltra, que, no lo olvidemos, es también la
portavoz del Consell.
La
‘deconstrucción’
El
punto de partida de la tesis de Mónica Oltra y su coalición es que
el Golfo de València es una de las zonas más afectadas, casi el
epicentro mediterráneo, del cambio climático y de la concentración
de microplásticos. Y según su criterio, reconstruir
infraestructuras hace empeorar la emergencia climática y las
situaciones catastróficas por la reacción del mar para recuperar el
terreno que se le arrebató con la fiebre constructora y urbanizadora
de años anteriores en la costa.
Lo
que nos lleva a pensar en quienes tienen alguna propiedad
inmobiliaria en primera línea, porque la vicepresidenta y portavoz
llegó a decir que las administraciones valencianas deberían
plantearse a medio plazo buscar el realojamiento de los afectados
para evitar que el número de víctimas aumente con cada nuevo
temporal: “A esas personas hay que protegerlas. Y si no van a poder
vivir en esas viviendas, algunas construidas de manera ilegal y otras
que en su día fueron legales pero que ahora están en una zona de
enorme riesgo, desde los poderes públicos lo que tenemos que hacer
es apoyarles para un realojamiento y evitar males mayores”.
Desde
el Ayuntamiento de València, la vicealcaldesa, la socialista Sandra
Gómez, salía al paso en La 8 a estas declaraciones de Oltra
pidiendo “prudencia a los responsables públicos”, fijando el
objetivo en que la “normalidad” vuelva pronto a vecinos y
comercios, y el debate en la “regeneración del cordón dunar en
las playas del norte” de la ciudad.
Unos
días después, tras el pleno del Consell del último viernes de
enero, Oltra moduló sus palabras, bajó el diapasón, y aseguró que
“sería una barbaridad deconstruir todos los paseos marítimos, de
hecho nadie ha dicho eso”. Es más, puso el acento en que ahora lo
urgente es la reconstrucción de las zonas afectadas que “deben
volver a la normalidad lo antes posible” porque la campaña
turística de la Semana Santa se acerca. El rastro de sus anteriores
declaraciones sin embargo es fácilmente reconocible cuando añadió
que “lo que cada seis meses se destruye a lo mejor necesita que se
busquen soluciones a largo plazo y más permanentes”, como
identificar las construcciones del boom inmobiliario que suponen un
obstáculo a las corrientes de agua y buscarles soluciones a largo
plazo.
Ya
tras las primeras declaraciones de Oltra, el presidente Ximo Puig
había marcado distancias al pedir que cada caso sea estudiado por
separado y que no se generalice sobre el futuro de la primera línea
de costa. Junto a él, Pablo Iglesias, en su visita a Oliva y Dénia,
rehusó pronunciarse sobre la cuestión de fondo por no ser materia
de su ministerio. Pero no desaprovechó la oportunidad de culpar al
PP con la frase “la especulación y los pelotazos, que eso trajo la
corrupción, han puesto ahora en riesgo la seguridad de muchos
ciudadanos”. Los populares y Ciudadanos, por su parte, han señalado
las deficiencias en inversiones preventivas por parte de los actuales
gobiernos nacional, autonómico y locales, y han reclamado -como las
autoridades valencianas- celeridad en las ayudas estatales. Queda
claro.
Queda
claro, por tanto, que una cosa son las medidas a adoptar a corto
plazo, casi inmediato con la Semana Santa como espada de Damocles, y
otra las soluciones estructurales ante la previsible sucesión de
fenómenos como Gloria o la DANA. La más drástica es la que prevé
la Ley de Costas, que contempla ampliar el dominio público a las
zonas que hasta cinco temporales con grandes olas haya ido ganando en
un período de cinco años. Los que llevan la cuenta dicen que con un
temporal más en los próximos dos años habríamos llegado al punto
en el que se podría expropiar casas o apartamentos.
Salvador
Puigdengolas, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales
de la Comunitat Valenciana, respondiendo a preguntas de El Periódico
de Aquí, asegura que hay que dar la batalla en el mar: “hay que
parar las mareas, porque el mar es lo que hay bajo su superficie”.
Es decir, el verdadero enemigo son las mareas, no las olas. De las
tres estrategias más citadas desde que Gloria arrasó la costa
valenciana -dunas, espigones y arrecifes- Puigdengolas se inclina por
la tercera, la colocación de arrecifes artificiales como ya se
hiciera hace muchos años en la playa de La Malvarrosa de València.
Los espigones tienen la desventaja de generar un gran impacto visual
en unas zonas eminentemente turísticas, y a su juicio los cordones
dunares requerirían de “una red drenante para que el agua del
temporal vuelva al mar y no se estanque y pudra”.
El
climatólogo Millán Millán, interpelado por El Periódico de Aquí,
se muestra partidario de “construir en la costa detrás de las
dunas, que se autorregeneran, como hacen en EEUU”, dado que “el
periodo de recurrencia de temporales y su intensidad ahora es mayor”
que hace unos años. Millán recuerda que el aumento de fenómenos
torrenciales en el Mediterráneo “lo sabemos desde 1997”, y que
“la abrasión de las costas sin dunas” es algo que se sabe “desde
el final de la guerra civil EEUU, hace más de cien años”.
Puigdengolas
también cita el caso de los Países Bajos, con sus diques de
contención al mar para ganarle terreno desecado. Y recuerda que, a
diferencia de lo que sucede en el Mediterráneo, en los países del
norte “no se construye a nivel del mar o bajo el nivel del mar”.
Otras
experiencias internacionales a tener en cuenta son las que cuenta a
El Periódico de Aquí José María Lozano Velasco, catedrático de
la Universidad Politécnica de València y presidente de la Comisión
de las Ciencias del Consell Valencià de Cultura. Lozano ha presidido
recientemente el tribunal que le ha otorgado el doctorado al
arquitecto egipcio Ahmed El Shihy sobre los efectos de la subida del
nivel del mar en el Delta del Nilo, como ahora ha pasado con el del
Ebro. Y hace unos años dirigió el trabajo del doctor José Durán,
después premiado y muy publicado, que estudió las previsiones con
respecto a su litoral urbano de Tokio y Nueva York.
Desde
esas experiencias, Lozano concluye que para la salvaguarda del
litoral de nuestras cosas hay que contemplar “medidas de mitigación
y adaptación, como es habitual con el cambio climático”. El
catedrático valenciano destaca que “la preocupación principal es,
naturalmente, la afectación a la población y las previsibles
migraciones por esta razón, sin eludir las medioambientales ni la
afección al patrimonio cultural. Estructuras flotantes, tanto como
paliativos, como incluso como alternativas habitables –ya existen
los cruceros grandes como poblaciones enteras- gozan ya de
predicamento científico y se han ensayado en casos de emergencia”.
Por
su parte Javier Domínguez, del Colegio Oficial de Arquitectos de la
Comunitat Valenciana, contempla
el problema de la costa valenciana desde tres frentes. Por un lado
afirma que “urge
diseñar una Estrategia Territorial basada en la Regeneración
Paisajística”, por otro que “debe aprobarse un programa para
hacer frente a los riesgos inherentes al cambio climático”, y por
último pero no menos importante, que hay que”elaborar un plan de
choque medioambiental porque, por ejemplo, episodios como el de la
contaminación con E.coli de las playas de la capital el pasado
verano resultan inadmisibles”. En opinión de Domínguez “el
litoral valenciano se encuentra hoy seriamente amenazado y requiere
la adopción de medidas urgentes de salvaguarda. Los
desafíos son inmensos”.
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