Héctor González En este segundo curso de mandato del denominado Govern del Rialto todo ha cambiado. Nada es lo que fue ni en el pasado mandato ni en el primer año de este. Y no únicamente por los efectos de la pandemia, que todo lo ha trastocado.
La convivencia –ya van cinco años de relación Compromís-PSPV- erosiona. Si le sumamos el fallecimiento de un concejal clave como el socialista Ramón Vilar, que limaba asperezas y ejercía de bisagra, y que lo que era un trío (con València en Comú) se ha quedado en pareja, y lo aderezamos con los efectos del devastador covid-19 en la propia gestión, comprobamos que el escenario resulta muy diferente.
Donde hace un año, por ejemplo, Compromís se desentendía de responsabilidades en el fraude que ha costado cuatro millones de euros a la EMT, ahora ya ha rodado la cabeza política del gerente en lo que supone, en la práctica, una admisión de responsabilidades por parte de quien lo nombró y protegía hasta hace un par de semanas, el concejal Giuseppe Grezzi.
Y esa decisión casi ha coincidido en el tiempo con el insólito protagonismo internacional del edil Carlos Galiana, con su teatralización, doblaje incluido, de la defensa de Valencia como aspirante a capital europea de la Innovación. Lo grave, a pesar de las críticas, no consiste en que no domine el inglés o que no se vea con soltura para leer un folio en este idioma durante minuto y medio. Lo peor, ya desde la perspectiva externa, estriba en que trató de aparentar que era él quien hablaba. Lo que aquí puede consentirse con el eufemismo de picardía, en el centro de Europa se considera llanamente un engaño por parte de alguien que representa, por votación ciudadana en las elecciones, a Valencia. ¿Qué imagen les queda entonces de nuestra ciudad?
Mientras, PP y Ciudadanos pugnan por enarbolar el ariete de la oposición y empiezan a hacer mella en un tema que cada vez preocupa más a la ciudadanía: la ocupación ilegal de viviendas. Ya no estamos hablando de propiedades embargadas por los bancos, sino de segundas residencias o incluso primeras, que ha costado un ímprobo esfuerzo a sus dueños, que son particulares, adquirirlas, y que ahora las destrozan invasores.
Y mientras, la plaza del Ayuntamiento brilla como espacio peatonal. Bien ornamentada y con alternativas para el transporte público y privado, esa peatonalización puede ser uno de los grandes aciertos del equipo de gobierno en este mandato. O de Ribó, porque el alcalde tiene el impresionante don de capitalizar los éxitos y delegar los fracasos, como los citados de Galiana o Grezzi.
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