Pablo Casado sujetando la senyera. PP. La política, en ocasiones, necesita un empujón firme para asegurarse de no caer en la primera estocada, o en la tercera. Tras algunos movimientos tectónicos de última hora en las bases regionales, si algo necesitaba el Partido Popular para insuflar autoestima a sus líderes era llenar la plaza de toros de Valencia, emblema del partido. Y lo han conseguido este domingo, durante la clausura de la Convención Nacional. Pablo Casado entró casi a las doce del mediodía entre aplausos y gritos de “¡presidente!”, dando la vuelta al ruedo, sabiéndose arropado. En la plaza no cabía un alfiler; señalaron incluso que parte de las personas no pudieron entrar por superar el aforo. Se evidenciaba así el apoyo de los convencidos para facilitar una reconstrucción que ha tardado mucho en encontrar un rumbo. Ahora el camino parece más disipado: “Acoger a los liberales, a los conservadores y a los socialdemócratas desengañados”, en palabras de Pablo Casado.
Si el día anterior la expectación se encontraba en la cita con la presidenta de Madrid tras su gira de cinco días por Estados Unidos, este domingo todo el protagonismo se quería centrar en el secretario general, que comenzó y terminó las intervenciones de la jornada. Ya con las aguas más calmadas en la capital tras la declaración de intenciones de Ayuso -“Tengo claro dónde está mi sitio y es en Madrid”- parecía que no quedaba nadie para disputarle a Casado su liderazgo, de forma que el partido volvió a dar la imagen de normalidad y unidad necesarias para las próximas elecciones, que esperan sean anticipadas, para poder mantener esta bocanada de aire.
La plaza se inundó desde el principio con los últimos temas de reguetón, pancartas de ‘Casado presidente’ colgadas aquí y allá, gorros del PPE para esconderse del intenso calor y banderas del partido. El escenario parecía una fiesta de la victoria electoral dentro de unos comicios que aún no habían tenido lugar. Pero en eso consistía el juego, en encontrar un punto de común para el partido, y en Valencia lo hallaron reflejado en la figura de Rita Barberá, rescatada en diversas ocasiones de las sombras para aunar a las masas. “Tú vas a continuar su legado”, decía Pablo Casado a María José Català, mientras el público se levantaba. No fue la única reliquia encontrada, pues la Convención demostró que el partido no ha variado de discurso desde el comienzo de lavado de cara. Intervinieron en el acto todos los representantes populares valencianos: Vicent Mompó, María José Català y Carlos Mazón, el último en llegar a la fila de líderes. También se dejó ver por allí Francisco Camps, con su habitual estilo de americana y pelo engominado, que contrastaba el look de camisas sueltas y claras de gran parte de los asistentes.
La nueva y la vieja política
Lo que se ha puesto de relieve durante la Convención ha sido la necesidad de captar a los votantes de Ciudadanos para las próximas elecciones, tras la debacle del partido, mostrando una imagen internacional, liberal y “moderna”, a la que intentaba contribuir la aparición del primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, o la invitación de Sebastian Kurz, canciller de Austria, que solo se manifestó virtualmente. “La elección no es entre nueva y vieja política, sino entre buena y mala política”, anunció Casado. También pretendían acaparar otro de los lemas naranjas, el de “demócratas”. Si el sábado Díaz Ayuso pronunció súbitamente “Cuba es una dictadura” en mitad de su discurso, Casado se encargó de recoger el testigo: “Denunciamos los regímenes dictatoriales de Nicaragua o Cuba (...) qué valientes son algunos con los dictadores muertos y qué cobardes con los vivos”. La plaza se sumió en ese momento en una aclamación de “libertad”, lema rescatado de las elecciones madrileñas. Resultó más potente que el “Creemos”, proyectado en las dos pantallas situadas a cada lado del escenario, quizás porque aún parecía faltar el complemento directo en la frase.
La intención de Casado es poder enfrentarse a Sánchez con todo el músculo de partido recuperado, porque sabe que puede ser su última oportunidad para hacerlo. Sin embargo, la mayor parte de los postulados continuaron en el mismo sitio que hace dos años, recuperando temáticas e invalidando la gestión de la coalición por haber "empeorado el país" en estos tres años. Casi no se dirigió al actual presidente por su nombre, pero impregnó gran parte del discurso, con una contraoferta para todas las medidas progresistas, comenzando por la educación, en la que pretenden “dejar de adoctrinar”, pasando por defender la creación de una “ley de símbolos” que sirva para defender la bandera española o la figura del rey. “Ya está bien de envenenar a los niños de odio”, dijo Casado durante el discurso final, cuando se dirigió a Cataluña y País Vasco para señalar que su objetivo en el gobierno sería acabar con la “propaganda independentista” en los medios de comunicación. “Recuperaremos la competencia sobre las prisiones en Cataluña y País Vasco”, acabó diciendo, poniendo el foco de nuevo en el independentismo catalán, asunto que había ido perdiendo puestos en la escala de preocupaciones.
Otra de las ofensivas que se materializaron durante su discurso final fue la subida del precio de la luz. Mientras María Jesús Montero utilizaba en el Congreso esta subida para criticar la gestión de energías renovables del combo Aznar-Rajoy, Casado hacía lo propio con el papel de la Moncloa con las eléctricas. Eso sí, pasando de puntillas, porque fue una de las cuestiones para las que no planteó soluciones en el momento del discurso. En terreno valenciano, los ataques iban por otros lares, y es que durante la intervención de María José Català, presidenta del PP en Valencia, se retomó el principal frente abierto del Botànic, por la parte que le toca a Compromís: “No aceptamos lecciones de quienes no han sabido proteger a una menor”. Si cae Mónica Oltra, el gobierno valenciano tiene posibilidades de naufragar, y es lo que van a intentar hasta los próximos comicios.
La cuestión valenciana y el catalanismo
Mientras la Convención se replegaba ante la unidad, la bandera y la designación de Almeida como “alcalde de España”, fueron Mazón y Mompó los que intentaron barrer hacia casa y hablar del agua, el turismo y la financiación valenciana, para no olvidar del todo dónde se ha celebrado la clausura. “No queremos ser más que nadie, pero tampoco queremos ser los últimos”, señaló Mazón. La infrafinanciación se ha convertido en el recurso guardado en la nevera; se exhibe mucho pero se vuelve a congelar. La propuesta de aplicar una tasa turística de Compromís y Podemos también fue blanco de los populares, señalando los obstáculos que ha tenido el sector en este periodo de incertidumbre por la pandemia.
El catalanismo en la Comunitat Valenciana fue otro fantasma que apareció pasada la una del mediodía de la mano de Mompó, cuando se refirió a la ‘Commonwealth mediterránea’ de Ximo Puig en tono jocoso: “Repita con nosotros, Països Catalans. Aquí estamos en el PP para hacer de dique de contención contra los independentistas. Porque aquí somos y seremos valencianos y españoles”. La plaza contaba con una gran representación de Alicante, el bastión que queda de los populares en las instituciones valencianas. “Alicante con Casado”, se podía leer en varias de las pancartas. Intuyen que Puig no ha dado demasiados pasos en la reconquista de la provincia, y la Convención es una de las oportunidades para ganar proyección para los populares.
Entre cervezas, rosquilletas y ‘selfies’ en las gradas, se podía observar la necesidad de recuperar la ilusión de antaño. El viaje de vuelta les ha llevado a la plaza de toros, escenario representativo de un PP con mayorías absolutas, y uno de los síntomas de que el partido piensa recuperar los amuletos que le sirvieron para volver a las instituciones. La presencia de Rita Barberá flotaba en cada intervención, que sumaba añoranza a los discursos. ‘Cualquier tiempo pasado fue mejor’ convertido en una máxima de la Convención, y seguramente de su reconstrucción. “No he venido a hablarle a un inquilino de la Moncloa, él ya forma parte del pasado aunque aún no lo sepa”, sentenció Casado. El deseo es mostrar al ejecutivo como un periodo agotado que debe servir para revivir al PP de siempre, pero con nuevas caras. Camps no se levantó ese día del asiento. Tampoco se personó Isabel Bonig. Ahora, una vez terminada la inyección de adrenalina de la Convención, tan solo queda esperar el próximo asalto electoral: aún pueden cambiar las cosas hasta entonces.
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