Carmen Martínez. EPDA Históricamente todas las sociedades hemos estudiado el comportamiento de nuestra población más joven para tratar de identificar sus puntos débiles con la intención de modelar sus comportamientos en aras de asegurar un mejor futuro para quienes nos sucederán. Esto implica contrarrestar las tendencias que inevitablemente nos abocarán al fracaso social y que perpetúan desigualdades, enfermedades e injusticia.
El movimiento feminista lleva muchas décadas haciendo exactamente esto: intentando invertir las dinámicas patriarcales para que las mujeres del siglo XXII vivan mejor que las del XXI. Sin embargo, el auge reivindicativo que se ha experimentado en este campo en los últimos años es solo una de las caras de la moneda, y se contrarresta con un visible retroceso en los entornos juveniles.
Según el último barómetro sobre juventud y género de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, casi la mitad de los hombres jóvenes considera que la violencia de género no existe y que es un “invento ideológico”.
La brecha generacional es, pues, el nuevo techo de cristal contra el que nos chocamos todos los hombres y mujeres que rechazamos el terrorismo machista.
En este contexto, criminalizar a la juventud no puede ser el camino. Los motivos pueden ser, y de hecho son, muy diversos y, aunque tiene mucho que ver la legitimación institucional de la ultraderecha y sus “fake news”, este problema demanda una reflexión profunda. La solución no debe dejarse únicamente en manos de las familias, es necesario también un esfuerzo pedagógico que nos permita atajar el problema desde las aulas, que es donde los niños y niñas pasan la mayor parte del tiempo. La coeducación es la clave.
Organizaciones como Save the Children proponen la promoción de entornos educativos inclusivos que acaben con los estereotipos de género y que fomenten la empatía, la sensibilidad y promuevan la igualdad.
Pero para que esto sea posible necesitamos que el profesorado reciba la formación adecuada, pues acercarse a la juventud no es tarea fácil, ya que se encuentran en ese momento de la vida donde la inconsciencia y el ir contra el orden establecido es instintivo, y cualquier convencionalismo social por el que se puedan sentir reprimidos se percibe como el peor de los enemigos.
No en balde, según el estudio de la FAD, el 24% de los varones encuestados considera que el feminismo busca “perjudicar” a los hombres. Este es el escenario sobre el que debemos reflexionar y buscar consensos, por difícil que parezca, si de verdad queremos que el 25N del siglo XXII deje de ser el día contra la violencia machista.
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