Alicia Ponce García En nuestro sistema educativo no todas las escuelas son urbanas. Existen unos determinados centros situados en zonas idílicas y naturales, la escuela rural, donde el alumnado es el principal privilegiado y la diversidad se hace patente en el aula convirtiéndose en el principal pilar de su riqueza.
Esta escuela es el motor del pueblo y sus alumnos y alumnas son su FUTURO, por ello, es de vital importancia que estos conozcan el entorno en el que se encuentran y las posibilidades que les ofrece y, no hay mejor forma de empezar a hacerlo que conociendo su pueblo, su historia. Si se pretende dar voz a la escuela rural, se debe comenzar por empoderar a las poblaciones rurales en beneficio de una escuela que avance y mejore cada día con el objetivo de desarrollar la identidad rural.
Pero ¿qué es la identidad rural? Una identidad propia vinculada a la riqueza del territorio y en defensa de modelos educativos que tienen como seña de identidad la inclusión, el consumo responsable, la sostenibilidad, la justicia social, las metodologías activas, la mirada ambiental y la protección de ese oro verde tan preciado que tenemos en nuestro planeta: la naturaleza. Objetivos que se ven reflejados tanto en los ya conocidos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como en los Retos y Desafíos del siglo XXI.
Los cambios de la sociedad actual son responsables del cambio de la escuela, sobre todo en la situada en entornos rurales. La despoblación por la falta de recursos y oportunidades son causantes de la emigración de los habitantes de estas poblaciones hacia entornos más urbanos.
Esto conlleva a los municipios a una población envejecida y con pocos habitantes en edad escolar, lo que deriva en los cierres de las escuelas o en su mantenimiento con apenas una decena de alumnado en algunos casos, por eso, la filosofía que impregna la práctica educativa de estas escuelas fomenta la participación del alumnado en la vida del pueblo y favorece que la vida de las poblaciones “entre” en el centro.
Las ventajas de la educación rural son numerosas. El trabajo en equipo, la cooperación o la agrupación multinivel entre otras constituyen a la riqueza pedagógica de estos centros, donde el alumnado adquiere grandes niveles de autonomía a edades tempranas, así como habilidades y destrezas sociales, debido a que los más mayores ayudan y orientan a los más pequeños en el proceso de aprendizaje.
El entorno rural es un privilegio para el proceso de enseñanza-aprendizaje ya que permite trabajar los contenidos curriculares desde una experiencia más directa, contextualizada y natural.
Pero, sin duda, una de las características más relevantes en este tipo de centros, es la implicación del profesorado que ejerce la función educativa en los mismos. Su esfuerzo y persistencia como pilar fundamental de cambio, transformando aquellas pequeñas escuelas rurales sin recursos de antaño en escuelas rurales de calidad con infinidad de recursos y avanzada tecnología.
La figura del docente en el medio rural no solo desempeña una función meramente educativa, sino que pasa a convertirse en un referente para el pueblo que la mayoría de las veces actúa también fuera de la escuela involucrándose en la vida de la población. El maestro/a rural no solo está cerca de los alumnos y alumnas, sino también de los habitantes del pueblo, debe ser una persona comprometida con la educación en su más amplio sentido: educación en todo y para todos.
Las familias colaboran activamente con el centro, entienden que es una proyección de futuro para el municipio, participan en las actividades propuestas y son conscientes del papel relevante que tienen los docentes. Aquí destaca todavía más, si es posible, el Principio de Esfuerzo Compartido que promulga la LOE (2/2006 de 2 de mayo), actualmente modificada por la LOMLOE (3/2020, de 29 de diciembre) en su preámbulo.
El principio del esfuerzo que resulta indispensable para lograr una educación de calidad y que debe aplicarse a todos los miembros de la comunidad educativa desarrollando de esta forma un gran sentimiento de pertenencia tanto con el pueblo como con el centro.
En definitiva, detrás de todas estas aparentes desventajas, existe una escuela de calidad denominada escuela rural por la que debemos luchar. Una escuela formada por profesionales de la educación que ofrecen los mejor de sí mismos día tras día y una educación actualizada e individualizada con promoción de futuro donde nuestro alumnado puede decir con orgullo:
¡Mi pueblo aún tiene cole!
Comparte la noticia
Categorías de la noticia