Juanvi Pérez. / EPDA Nos disponemos a despedir un año que quedará marcado en
nuestra historia. Por el camino de este interminable 2020 hemos dejado jirones
de nuestras biografías. Una Pandemia que ha puesto a prueba a toda una sociedad
convulsionada y que, una vez más, ha sabido estar la mayoría de las veces, por
encima de sus propias Instituciones. Es la historia de siempre en esta España
invertebrada. Una crisis que ya advertía Ortega en su certero análisis sobre
aquella desarticulación de España, hoy más que nunca de plena actualidad. En
plena decadencia desde el XVII, 1898 marcó todo un hito en la nación más
antigua de Europa. Una desintegración de nuestras posesiones ultramarinas que
después se trasladó a la misma metrópoli y que seguimos padeciendo con los
procesos secesionistas. Un roto que seguimos sin poder recomponer para dar
cabida a esa visión “polifónica” de nuestra España diversa que tan bien retrató
Unamuno, figura clave de la Generación de 1914. Hombres y mujeres de
impresionante curriculum intelectual y comprometidos, que buscaron hilvanar la
necesaria regeneración de la vida pública española. Una “nueva política” que
reclamaba un mayor protagonismo de una sociedad durmiente, con la política y la
educación como arietes de una nueva pedagogía para alcanzar el ideal de Europa.
La vacuna contra el nuevo virus que afecta a nuestra sociedad.
La crisis poliédrica que nos azota y la deriva institucional
perfectamente calculada desde la war room monclovita, necesita una nueva
sacudida social. No es tiempo de revoluciones, pero si de un nuevo despertar
como el que reclamaban aquellos brillantes españoles de toda condición,
capitaneados por un Unamuno que actuó como despertador de conciencias.
Quizás la sociedad española, sometida a la mediocridad y al servilismo
ideológico que subyuga las cátedras y controla unos subconscientes preparados
para vender su alma social a la nueva religión política, el nacional-populismo
marxista, necesita referentes que rompan ese potente marco mental. Quizás
necesitemos esa sacudida, pero mucho me temo que carecemos de lideres
intelectuales capaces de doblegar el totalitarismo ideológico. Liderazgos ahora
sometidos a la masa anónima, a una nueva tiranía de la igualdad. El nuevo
régimen se siente cómodo, para ello han estado inoculando el virus tantos años,
con esa sociedad subsidiada. Una masa dependiente de una nueva maquinaria
estatal que todo lo controla desde su efectivo panóptico. Una pesada bota que ahoga
la libertad y a los pocos valientes que todavía creen que sí se puede,
que es posible despertar a una sociedad aislada en una jaula de cristal.
Deriva institucional auspiciada por aquellos que buscan dinamitar
la legalidad vigente, romper nuestro marco de convivencia espoleados ahora, por
un gobierno que ha blanqueado e indultado políticamente a aquellos con sus
manos manchadas de sangre. Porque como decía Unamuno sobre la accidentalidad
de las formas de gobierno, los problemas de España no derivan de si ahora
Monarquía o ahora República. Es mucho más profundo, está en el mismo ethos
de nuestra sociedad. Así lo venimos sufriendo desde el s.XVII. De ahí esa
necesaria convulsión intelectual para evitar la lamentable dejación de
funciones del ciudadano. Un toque de atención para luchar contra la tiranía de
las ideas que buscan imponernos y que deriva en
considerar en la acción política que todas las instituciones están a su
servicio y no al revés. Hay que romper este nuevo clientelismo. Debemos
sacudirnos el yugo y tomar como ejemplo ese alegato de Unamuno por una política
Liberal, “una política de hombres libres, no de siervos; sobre todo de
siervos de ideas”. Una nueva argamasa para construir puentes de
entendimiento, para sumar, para seguir armando ese proyecto siempre inacabado
que llamamos España. De nosotros depende. Felices Fiestas.
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