En primer lugar, hay que decir que el Cabanyal mencionado en estos viejos documentos no se corresponde exactamente con el lugar que hoy ocupa el barrio del mismo nombre en la ciudad de Valencia sino con una desperdigada agrupación de barracas y chozas situada próxima a la playa entre el Grau y la costa de Alboraia (en particular la cercana al famoso manantial estacional conocido en la Edad Media como “l’aygua d’En Bonanat” (“Los Poblados Marítimos. Historia, lugares y escenas”, Valencia 2017, p. 80)). También hay que decir que, en el siglo XV, la línea de costa se situaba prácticamente frente a las Atarazanas, lo que significa que la práctica totalidad de los actuales Grau, Canyamelar, Cabanyal y el Cap de França estaban cubiertos por las aguas.
Así, leemos en el párrafo 197 del volumen que recoge los Privilegios Reales otorgados a la Comunidad de Pescadores del Mar y la Albufera desde 1415 hasta 1811 (Archivo Histórico Municipal de Valencia. Sign. Códices y Libros Varios nº 25) la siguiente anotación de 1434: “Primerament que algun peixcador ne alguna altra persona de qualsevol ley stament o condicio sia no gos ne presumesca fer barraqua alguna axi en los limits del Cabanyal de la mar de la Ciutat de Valencia des de la barraqua den Blay Romeu peixcador que al present es en lo dit Cabanyal a la part de garbi devers lo grau de la dita Ciutat tro a la barraqua den Jacme Siscar que es en lo dit Cabanyal a la part de levant devers laygua apellada den bonanat”.
Traduccción:“Primero, que ningún pescador o persona de cualquier estado o condición se atreva o intente hacer barraca alguna, así en los límites del Cabanyal de la mar de la Ciudad de Valencia desde la barraca de Blai Romeu, pescador, que actualmente está en dicho Cabanyal en la parte suroeste [SSO o “garbí”. Curiosamente, en la cultura marítima del Cabanyal, Canyamelar y Cap de França, el “vent a Garbí” tiene otra dirección: la SSE] hacia el Grau de dicha Ciudad [posiblemente se refiera a una pequeña agrupación de barracas al norte del muro del Grao antes de llegar a la acequia del Riuet] existente hasta la barraca de Jaume Siscar que está en el citado Cabanyal en la parte del este [“levant”] hacia el manantial [“aygua”] llamado de En Bonanat [en la Partida de Vera, Alboraia]”.
Para hacernos una idea de la importancia de la pesca profesional, tanto fluvial como marítima, hay que recordar que la vida social en la Europa cristiana de aquellos tiempos estaba absolutamente condicionada por la religión, cuyos preceptos alimentarios debían ser observados lo más fielmente posible. Así, los días de obligada abstinencia de carne y sus derivados ascendían a unos ciento sesenta al año, distribuidos entre la Cuaresma y la Vigilia de Navidad, pasando por las vigilias de Pentecostés, de la Asunción de María y de Todos los Santos, amén de todos los viernes del año, lo cual generaba una ajetreada actividad pesquera y de sus industrias adyacentes, como la salinera (había que conservar adecuadamente el pescado para su transporte y venta en las poblaciones del interior), la construcción de embarcaciones, la textil (velas y cabos), etc.
También la corriente médica conocida como galenismo tenía, en la Baja Edad Media, su jerarquía alimentaria que afectaba igualmente, como no podía ser de otra manera, al consumo de pescado y marisco, muy relacionada con las estaciones del año e incluso con la clase social del comensal o paciente.
Las técnicas y modalidades de pesca profesional consistían principalmente en: el palangre; el esparavel o “rall”; el sardinal; el boliche o “bolitx”; la jábega o “xàvega”; la “tonaira” (red especial para el cazón); la bonitera o “bonitolera” (red especial para el bonito) y la nasa o “nansa” (para la sepia).
Se utilizaban pequeñas embarcaciones y una tecnología que apenas había sufrido cambios a lo largo de los siglos.
Destacaba su estacionalidad, dado que dependía mucho de los meses en los que las diversas especies se acercaban a la costa formando nutridos bancos, como las sardinas en primavera y verano y el atún entre julio y octubre.
Los pescadores, al menos los de cierto poder adquisitivo, solían disponer también de alguna parcela de terreno agrícola, pudiendo alternar las épocas de pesca con las de veda, en las que solía trabajar la tierra. Había también, sobre todo entre los jornaleros, una tendencia a cierto nomadismo, siguiendo la ruta de las especies a pescar, por lo que pasaban largas temporadas fuera de casa.
La gente de mar que participó en la campaña que culminó con la conquista de la ciudad de Valencia en 1238 recibió del rey Jaime I el privilegio de pescar tanto en la Albufera, cosa que solían hacer en otoño, invierno y primavera como en el mar, actividad que practicaban principalmente en verano.
Esta disparidad de escenarios laborales les aconsejó residir en la ciudad de Valencia, en un lugar cercano a la puerta de Ruzafa, ruta habitual hacia la Albufera, entonces mucho más próxima a Valencia que en la actualidad, formándose así la llamada Pobla de les Parres, conocida más tarde como Barrio de Pescadores, situado en el área hoy delimitada por las calles Barcas, Roger de Lauria, Pascual y Genís y Plaza del Ayuntamiento, estando tal comunidad de pescadores y marineros vinculada a la parroquia de San Andrés, apóstol pescador, donde disponían oficialmente de una capilla, no obstante lo cual, disponían también de un pequeño oratorio dedicado a la Virgen de la Buena Vía (algunos autores la llaman “de la Buena Guía”) y de una casa común (sede del llamado Comú de Pescadors) en la calle de Les Parres donde trataban los asuntos sociales y profesionales del colectivo.
Los pescadores tuvieron su Gremio, como el resto de oficios, obteniendo el privilegio de desfilar en las fiestas y solemnidades ciudadanas en el noveno lugar y de ostentar una bandera color carmesí con galones de oro y bordados de oro y plata, rematada con las imágenes de San Pedro y San Andrés en una barca. Fue costumbre durante algunos siglos que los prohombres del Gremio se reunieran los domingos, después de la Misa Mayor, en la puerta de la iglesia de San Andrés para resolver públicamente – de manera similar a lo que aún ocurre los jueves en la puerta de los Apóstoles de la Catedral con el Tribunal de las Aguas – las cuestiones pendientes entre los agremiados, resolviéndolas oral y rápidamente.
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