Uno de los bloques de viviendas sociales abandonado en Moncada. EPDABeatriz, vecina de Moncada, tiene 56 años y carga sobre sus espaldas una minusvalía del 82%. Conoce demasiado bien lo que significa no tener un hogar ya que pasó casi nueve meses viviendo en la calle, luchando cada día por sobrevivir. Hoy, ese miedo que creyó haber dejado atrás vuelve a llamar a su puerta.
Hace apenas cinco meses logró alquilar un pequeño piso, un respiro después de tanta oscuridad. Pero ahora el propietario quiere venderlo, y Beatriz busca desesperadamente otro lugar donde vivir para no volver a quedarse sin techo.
Cuenta que lleva casi una década en la lista de espera de la Entidad Valenciana de Vivienda y Suelo (EVHA), aguardando esa vivienda social que podría darle estabilidad, un hogar que nunca llega. Mientras tanto, las opciones se le agotan. No tiene familia que pueda acogerla, y cada día siente cómo se estrecha el margen de seguridad que tanto necesita.
“En cuanto salga un comprador del piso me voy a tener que ir”, dice con voz quebrada. “Llevo aquí cinco meses, y me alquilaron el piso casi como un favor… mi pensión no me permite pagar los alquileres tan altos que se piden ahora”.
La realidad en Moncada no ayuda. La demanda de pisos por parte de estudiantes ha disparado los precios y ha empujado a muchas personas, como Beatriz, a una situación límite. “Solo necesito vivir en paz, tener una vivienda que me dé tranquilidad”, suplica. “Hay mucha gente como yo en el pueblo”.
Intentar imaginarse lejos de Moncada le duele. Aquí creció, aquí ha vivido toda su vida. “No quiero irme… este es mi hogar”, murmura. Y en ese deseo late la esperanza de que, esta vez, no la vuelvan a abandonar las paredes que tanto necesita.
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La concejala de Servicios Sociales, Cristina Latorre, confirma con preocupación que la situación de emergencia habitacional no es un caso aislado. Explica que hay numerosas familias que llevan hasta diez años esperando una vivienda, atrapadas en una lista que no avanza. Mientras que desde la conselleria insisten en que no hay pisos disponibles, en Moncada siguen en pie unos edificios con 55 viviendas abandonadas, deteriorándose día tras día.
Estas fincas, situadas en la calle José Miguel Sánchez Ruiz, fueron adquiridas en 2022 por el gobierno del Botànic con la intención de rehabilitarlas y transformarlas en viviendas sociales. Sin embargo, el cambio político lo frenó todo. “Con el cambio de ejecutivo en la Generalitat se paralizó y no están ni presupuestadas”, lamenta Latorre.
El abandono prolongado ha provocado un deterioro profundo con saqueos, ocupaciones ilegales y un desgaste que obligó a tapiarlas para evitar males mayores. “No nos cansamos de reclamar que las pongan en marcha porque somos conscientes de la necesidad de reducir la lista de espera”, insiste la concejala, aunque reconoce que “el problema no es solo de Moncada, es generalizado”.
Mientras tanto, desde la concejalía intentan aliviar como pueden la angustia de quienes esperan un techo estable y digno. Ofrecen ayudas de emergencia, acompañamiento cercano y buscan soluciones creativas para que nadie se quede totalmente desamparado. “En algunos casos hemos conseguido reunir a varias personas para compartir un piso alquilado, que no es la mejor opción pero que les permite respirar un poco mientras esperan”, explica Latorre.
Otras veces, se baraja incluso la posibilidad de derivar a familias a municipios con despoblación donde haya facilidades para acogerlas, propuestas que surgen cuando ya no queda margen y urge una salida.
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