Ademuz (Valencia) - Transporte de madera por el río Blanco hasta el pueblo de Mislata./ cróquis de D. José Mª CortésIntroducción:
El legado olvidado de los gancheros
Hubo
un tiempo en que los troncos descendían por el Turia como una gran
serpiente de madera, impulsados por la corriente y guiados por manos
firmes. Eran los gancheros, hombres de río y madera, de equilibrio
imposible y mirada atenta, que con un gancho de hierro y su propio
instinto domaban las aguas bravas.
Hoy
su historia apenas sobrevive en la memoria de algunos ancianos, en
los nombres de ciertos parajes, en documentos olvidados en archivos
polvorientos. Pero durante siglos, fueron piezas clave en la economía
del Rincón de Ademuz. Desde los montes altos hasta Valencia, ellos
se encargaban de llevar la madera flotando por el Turia, en una danza
peligrosa entre la corriente y el peligro.
Caminaban
sobre los troncos como si fueran tierra firme, sorteando rápidos,
evitando que la carga se dispersara, enfrentándose al río con la
única ayuda de su destreza. Un paso en falso y el agua se los
tragaba sin remedio. Muchos murieron en el intento.
¿Quiénes
eran estos hombres? ¿Cómo trabajaban? ¿Por qué su historia quedó
sepultada por el tiempo? Este reportaje busca desenterrar su memoria,
rescatar sus nombres, su legado, y preguntarse qué queda hoy de
ellos en las tierras del Rincón de Ademuz.
El
auge de los gancheros en el Rincón de Ademuz
Durante
siglos, el Turia fue más que un río: era una vía de transporte
para la madera que bajaba desde los montes del Rincón de Ademuz. Hay
documentos del siglo XVIII que mencionan cómo los troncos descendían
con la corriente hasta Valencia, guiados por la habilidad de los
gancheros. Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando el oficio vivió
su momento de mayor auge.
Ya en 1875, la revista Ilustración Española y Americana recogía un reportaje gráfico sobre el transporte de madera desde Ademuz por el río Turia. Aquel grabado, uno de los primeros testimonios ilustrados sobre esta actividad, confirma la importancia del cauce como vía fluvial en la época.
La
demanda de madera crecía sin freno. Valencia se expandía,
necesitaba vigas, tablones y traviesas para sostener sus edificios.
En los astilleros
se buscaban troncos gruesos y resistentes para la construcción de
barcos, pero la madera tenía muchos otros usos. Era materia prima
para carpinteros, toneleros y ebanistas, y también se quemaba en las
calderas de las fábricas. Los bosques de las sierras de Albarracín,
Javalambre y los montes de Ademuz eran una fuente de riqueza
fundamental en la época.
Los
gancheros no trabajaban solos. Formaban cuadrillas donde cada hombre
tenía un papel bien definido. Mientras unos se encargaban de talar
los árboles y preparar los troncos en el monte, otros los
arrastraban hasta el río, donde comenzaba el verdadero desafío. No
era un oficio de improvisación. A lo largo de los años, habían
perfeccionado la forma de guiar la madera aguas abajo, evitando
atascos y asegurando que la corriente hiciera su parte sin convertir
la travesía en un caos.
Conocían
el río como la palma de su mano. Conocían el río al detalle.
Sabían en qué tramos la corriente podía jugar una mala pasada y
dónde hacía falta levantar pequeñas presas para regular el caudal
y evitar que los troncos quedaran atrapados.
En
un territorio apartado, con pocas conexiones con el exterior, la
madera se convirtió en una de las principales fuentes de sustento
para el Rincón de Ademuz.
Cada
tronco que descendía por el Turia significaba trabajo y sustento
para familias enteras. Durante décadas, los gancheros fueron una
pieza esencial en la economía de la comarca, hombres rudos y
silenciosos cuyo destino estaba ligado al fluir del río.
Pero
todo auge lleva en sí mismo la semilla de su declive. En el
horizonte ya se divisaban cambios que transformarían el transporte
para siempre. Y los gancheros, sin saberlo, estaban viviendo los
últimos años de su esplendor.
La
peligrosa vida de los gancheros
El
río era su camino, pero también su mayor amenaza. Los gancheros del
Turia lo sabían bien. Cada jornada podía ser la última. Ni la
experiencia ni la destreza garantizaban la seguridad de los
gancheros. Un mal paso sobre un tronco húmedo, un remolino
imprevisto o una corriente más fuerte de lo esperado podían acabar
en tragedia. Caer al río no siempre significaba la muerte, pero
quedar atrapado entre los troncos en movimiento pocas veces dejaba
una segunda oportunidad. Como se deduce de lo señalado por Vicente
Gómez en su artículo en Contando Historias de Aquí (2019), los gancheros
no solo dirigían los troncos, sino que también debían enfrentarse a la
corriente, al clima extremo y a las posibles crecidas del río”.
Un
viaje río abajo: el recorrido de los gancheros
Durante
el invierno, los leñadores cortaban la madera en los montes del
Rincón de Ademuz y la apilaban cerca del cauce, esperando el momento
adecuado para soltarla. Con la llegada de la primavera, las lluvias y
el deshielo aumentaban el caudal del Turia. Entonces, los troncos
eran arrastrados hasta la orilla y agrupados en maderadas listas para
iniciar su descenso.
Bastaba
un último empujón para que la corriente hiciera el resto. A
partir de ahí, la habilidad de los gancheros marcaba la diferencia
entre un descenso fluido o un caos de madera encallada.
🔹
Primer tramo: la sierra y los
primeros descensos
Desde
lo alto del Rincón de Ademuz, los troncos llegaban al río en
pequeños grupos, como si el bosque los fuera soltando con cautela.
En estos primeros tramos, la corriente era veloz e impredecible.
Bastaba un giro brusco del agua para que la madera se amontonara en
los estrechos, formando atascos que podían bloquear el paso.
Los
gancheros no esperaban a que el problema ocurriera: lo anticipaban.
Se adelantaban a la corriente, guiaban los troncos con precisión y
los mantenían en movimiento para evitar que quedaran atrapados en
las zonas más complicadas. Un descuido podía convertir el descenso
en un caos de madera encallada y agua desbordada.
🔹
El paso por los cañones y los
estrechos
Había
lugares donde el Turia se volvía aún más peligroso. Entre las
paredes de roca, la corriente se retorcía y empujaba los troncos
contra las orillas, acumulándolos en un embudo natural. Los
gancheros sabían que no podían dudar. Caminaban sobre los troncos
con la seguridad de quien ha hecho lo mismo cientos de veces, aunque
cada paso fuera una lucha contra el equilibrio.
Saltaban
de un tronco a otro, con el gancho de hierro siempre listo para
empujar, girar y liberar la madera atrapada. Un golpe bien dado, y el
atasco cedía. Pero si la presión del agua había sido demasiada, la
maderada podía soltarse de golpe, arrastrándolo todo en una
avalancha de troncos río abajo.
Nadie
quería estar en el camino cuando eso ocurría.
🔹 Zona
de aguas tranquilas y llegada a Valencia
Al
dejar atrás los tramos más estrechos, el río se hacía más ancho
y la corriente perdía fuerza. Los troncos, antes agitados por los
rápidos, avanzaban ahora con más calma. Al llegar a la llanura
valenciana, se dispersaban y quedaban a merced de quienes los
esperaban en la orilla: comerciantes, carpinteros y transportistas
que los llevaban a los aserraderos o a los astilleros del puerto.
Las
herramientas del ganchero: equilibrio, fuerza y un gancho de hierro
Para
mantener el control sobre los troncos, el ganchero dependía de su
destreza, su fuerza y, sobre todo, de su gancho: una pértiga de
madera con una punta de hierro curvada con la que empujaba, giraba y
guiaba la madera río abajo. Con el tiempo y la práctica, llegaban a
dominar el oficio hasta el punto de hacer parecer sencillo lo que en
realidad era un equilibrio constante entre el agua y el peligro.
Además
del gancho, algunos llevaban sogas para sujetar los troncos más
rebeldes y cuchillos por si era necesario cortar ataduras. Pero lo
más importante era conocer el río, anticipar sus caprichos y
reaccionar con rapidez ante cualquier imprevisto.
Un
oficio de alto riesgo
Ningún
ganchero terminaba su carrera sin cicatrices. El trabajo era duro,
extremo, y los riesgos, constantes:
⚠️ Caídas
al agua
→ La corriente podía arrastrarlos con una fuerza implacable.
⚠️
Aplastamientos
→ Si quedaban atrapados entre dos troncos, pocas veces salían con
vida.
⚠️
Frío
y agotamiento
→ Pasaban horas empapados, sin descanso y sin tregua.
⚠️
Golpes
contra las rocas
→ Una mala maniobra podía dejarlos inconscientes en mitad del río.
Seguramente
algunos murieron en el Turia, aunque sus nombres se han perdido con
el tiempo. Hoy, su recuerdo apenas sobrevive en el Rincón de Ademuz;
al menos yo no tengo constancia de ello. Se trata de un oficio que
fue desapareciendo sin hacer ruido, hasta quedar sepultado bajo el
paso del tiempo.
El
declive y desaparición del oficio
Todo
oficio tiene su ocaso, y el de los gancheros del Turia llegó de la
mano del progreso. Durante siglos, habían dominado el río, moviendo
la madera con la fuerza del agua y su propia destreza. Pero a
principios del siglo XX, las aguas comenzaron a calmarse, no porque
el Turia hubiese cambiado, sino porque la modernidad estaba
desplazando su labor.
El
principal golpe al oficio no vino del ferrocarril, que nunca llegó
al Rincón de Ademuz ni a puntos cercanos de forma significativa,
sino del avance del transporte
por carretera.
Poco a poco, la madera dejó de necesitar el río: los caminos
mejoraron y los camiones comenzaron a hacer el trabajo de los
gancheros sin depender de la corriente ni de la destreza de los
hombres del agua. Además,
los aserraderos comenzaron a trabajar la madera en su origen, dejando
sin sentido aquel viaje río abajo.
Según
Vicente Gómez (Contando
Historias de Aquí,
2019), “a finales del siglo XIX y principios del XX, ya había quienes advertían que la actividad fluvial estaba en decadencia”.
Para
la década de 1930, los gancheros del Turia eran ya una rareza.
Algunos resistieron hasta principios de los años 40, pero eran los
últimos restos de un mundo que se secaba poco a poco, como un cauce
olvidado. Con cada tronco que dejaba de flotar, con cada cuadrilla
que colgaba sus ganchos, el oficio perdía su aliento, quedando
varado en el tiempo, como un lecho de río que ya no conoce el agua.
En
otros ríos de España, como el Tajo,
el Júcar o el Segre,
los gancheros resistieron unas décadas más. En el Alto Tajo, por
ejemplo, todavía en los años 60 se podían ver maderadas
descendiendo hacia Aranjuez. Pero en el Turia, el fin llegó antes.
Su cauce más estrecho y las mejoras en las comunicaciones hicieron
que la actividad desapareciera por completo alrededor de 1940.
Con
la última maderada, los gancheros del Turia dejaron de existir. Su
historia quedó atrapada en la memoria de algunos ancianos, en los
relatos de familia, en los documentos olvidados en archivos. Hoy,
casi nadie recuerda que hubo un tiempo en que el río era su camino y
la madera su destino.
¿Qué
queda hoy del legado de los gancheros del Turia?
📌
La memoria de los descendientes:
historias al borde del olvido
El
rastro de los gancheros del Turia en la memoria colectiva del Rincón
de Ademuz es, que yo sepa, difuso o inexistente. Si aún persisten
recuerdos de aquellos hombres que bajaban la madera por el río, no
han trascendido de manera significativa ni han quedado registrados de
forma clara en el relato histórico local. O al menos, insisto, que
yo sepa, pues equivocado puedo estar por falta de datos.
A
diferencia de lo que ocurre en otras zonas donde el oficio de
ganchero ha sido reivindicado y recuperado, en el Turia su historia
apenas ha tenido eco en tiempos recientes. Tal vez haya descendientes
que aún conserven su recuerdo, pero, si es así, estos testimonios
no han sido recogidos ni han tenido repercusión más allá del
ámbito familiar. En cualquier caso, lo ignoro.
Quizás
por eso sea aún más necesario explorar qué queda de su legado y si
es posible rescatar del olvido su papel en la comarca.
📌 En
otros ríos, una historia reivindicada
Mientras
en el Turia los gancheros han caído en el olvido, en otros ríos de
España su memoria sigue viva. En el Alto Tajo y en el Segre, por
ejemplo, cada año se organizan recreaciones en las que sus
descendientes y quienes aman la historia local se lanzan al agua para
demostrar cómo trabajaban aquellos hombres. Saltan de tronco en
tronco, manejan los ganchos con destreza y, por un instante, el
pasado regresa.
En
algunos pueblos, han levantado monumentos en su honor. En otros, los
han convertido en parte de su identidad, celebrando homenajes que
recuerdan la dureza de su oficio. Aquí, en el Turia, no ha ocurrido
lo mismo. El
silencio se impuso.
📌
¿Merecen
los gancheros del Turia un lugar en la memoria colectiva?
La
historia del Rincón de Ademuz no se entiende sin su paisaje. Sus
montes, sus caminos y su río han marcado la vida de quienes lo
habitan. Durante siglos, los gancheros fueron parte de esa historia,
aunque hoy su recuerdo se haya desvanecido.
El
oficio, sin embargo, se desvaneció con el tiempo. Su memoria ha
quedado en los márgenes de la historia local, sin apenas estudios
que la reivindiquen. ¿Queda
aún tiempo para rescatar sus nombres, para recuperar sus historias
antes de que desaparezcan del todo?
Tal vez la clave esté en revisar documentos antiguos como aquel de
1875, en rastrear testimonios familiares o en evitar que su recuerdo
se pierda, arrastrado por el olvido, como madera vieja llevada por la
corriente.
📜
Conclusión:
Un oficio que merece ser recordado
Hubo
un tiempo en que el Turia no solo era un río, sino un camino. Un
tiempo en que los gancheros desafiaban la corriente, guiaban la
madera con precisión y hacían de su oficio una forma de vida. Hoy,
aquellos hombres han desaparecido, y con ellos, un capítulo de la
historia del Rincón de Ademuz que apenas ha dejado huella.
Sin
embargo, su labor fue esencial. Durante siglos, los gancheros
abrieron camino a la madera, guiándola río abajo hasta Valencia,
donde tomó forma en vigas, astilleros y herramientas. Su destreza
mantuvo en pie la construcción, la carpintería y la industria. Pero
el tiempo es como el agua: lo que no se recuerda, se diluye. En otros
lugares han rescatado sus nombres, sus técnicas, su historia. Aquí,
en el Turia, su rastro se ha desdibujado, como un cauce que se va
secando con los años.
📚
Bibliografía
y fuentes consultadas
Fuentes
periodísticas y divulgativas:
Contando
Historias de Aquí – 1875:
Gancheros y madereros
(2019). Autor: Vicente Gómez.
🔗
https://contandohistoriasdeaqui.blogspot.com/2019/03/1875-gancheros-y-madereros.html
Las
Provincias
– La
memoria de los "ganxers" valencianos: un oficio
extraordinario que desapareció con la llegada del ferrocarril
(2016)
🔗
https://www.lasprovincias.es/fiestas-tradiciones/201604/10/memoria-ganxers-valencianos-extraordinario-20160410002836-v.html
Fuentes
académicas y conferencias:
Universitat
de València – RODERIC
– El
transporte fluvial de madera en los ríos valencianos. Una
aproximación histórica
(artículo académico)
🔗
https://roderic.uv.es/rest/api/core/bitstreams/12bd5c5a-fd5b-48fc-a90e-1da1605dda19/content
José
Luis Lindo Martínez
– Madera
y Gancheros de Chelva.
Conferencia dada en Chelva (Valencia) el 16-08-2007
📌
Fuente:
www.cronistasoficiales.com
Libros
y estudios especializados:
López
Marín, Mariano
– Bosques,
madera, maderadas y gancheros en el Marquesado de Moya
(Ediciones Rodeno, 2020)
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