Malditas estatuas. Vicente J. García Nebot Hermanos:
Las estatuas conmemorativas son elementos que animan nuestras plazas
y que refuerzan nuestra colectividad y el carácter de grupo. Una
estatua de cualquier rey o general muerto en batalla decora nuestras
avenidas dándoles prestancia.
Pero
recordando el dicho de las barbas de nuestros vecinos, cuando en USA
les ha dado un ataque de iconoclastia que ha empezado a contagiar a
todo el mundo, veo que en unos pocos años aquí no queda ni una
estatua en su pedestal.
Los
afroamericanos se cargan estatuas de Colón y del pobre Cervantes.
Que ya me dirán ustedes que culpa tendría el autor de Don Quijote.
Han estado soportando estatuas de esclavistas padres de la patria
americana hasta que se les han cruzado los cables y las han empezado
a derribar. Dentro de nada los veo quemando billetes de un dólar con
la cara del esclavista Washington que lo fue igual que todos los
terratenientes de su época.
Aquí,
en España, somos más civilizados y, en lugar de tirar las estatuas
de Franco al rio, nos hemos limitado a retirarlas a algún museo o
almacén. Porque nos guste o no (a mi no) son historia y no es bueno
olvidarla, por si acaso alguien pretende repetirla.
Pero
si las cosas van como parece que se van desarrollando, en nuestro
país nos puede dar un ataque de lo políticamente correcto y
empezamos a cargarnos al Cid (sus estatuas) por mercenario o a los
reyes católicos por genocidas, o la de Felipe III por expulsar a
los moriscos. O la de Fofo porque no queda bien eso de un adulto
jugando con niñas y cantándoles aquello de: “pero no pudo jugar…
porque tenía que planchar”
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