Niños jugando en el patio exterior de la casa / Foto: Fundación Ronald Mc Donald
Actividades con los voluntarios en el salón de juegos de la casa / Foto: En el año 2013 la casa Ronald McDonald de Valencia abrió sus puertas por primera vez. Ana Belén Díaz -gerente del centro de Valencia-, y Cristina Fernández -actual responsable de comunicación y recaudación de fondos- iniciaron un proyecto que, hasta día de hoy, ha dado cobijo a alrededor de 2000 familias de diferentes puntos de España y del mundo.
Doce años después la fundación sigue en pie, y aunque ahora el equipo de trabajo ha aumentado, el propósito sigue siendo el mismo: convertir el espacio en un hogar para todas aquellas familias que tienen que trasladarse a Valencia porque sus hijos deben recibir un tratamiento médico de larga duración.
De modo que “el objetivo no es solo ofrecer un lugar en el que poder residir, sino brindar la oportunidad de que estas familias puedan centrarse en lo verdaderamente importante y destinar todos sus esfuerzos en la recuperación de su hijo” explica Ana Belén Díaz. De esta forma, los progenitores pueden despreocuparse de temas logísticos y económicos de los que se hace cargo la fundación.
En este centro, ubicado en el propio recinto hospitalario del Hospital Universitario y Politécnico La Fe, pueden convivir hasta dieciséis familias en comunidad sin importar el tiempo de tratamiento que necesiten los pacientes afectados. No obstante, para acceder a sus servicios es necesario que el trámite lo realice la trabajadora social del propio hospital y que el paciente ingresado o en tratamiento no tenga más de 21 años y viva, al menos, a 50km de distancia del establecimiento hospitalario.
Funcionamiento diario de la casa
La organización entre familias, voluntarios y trabajadores es la clave para el funcionamiento óptimo de la casa. Cada unidad familiar tiene asignado un animal que sirve para facilitar la planificación y designación de las tareas que fortalecen la marcha, en todos los sentidos, del centro.
La cooperación en las labores de limpieza y mantenimiento entre los diferentes núcleos familiares es una de las normas que deben cumplir todos los hospedados. Aquí solo limpian el día que les corresponde y para algunos como Angie, madre de una niña prematura que está ingresada en la planta de neonatos de La Fe, confiesa que es un desahogo no tener tantas obligaciones mientras atraviesa un proceso tan complicado.
El resto de gestiones son desempeñadas por las trabajadoras y los voluntarios que se encargan desde el mantenimiento de la casa hasta la preparación de actividades para los residentes. Existen tres tipos de colaboradores: los dedicados al mantenimiento, los dedicados a pasar tiempo con las familias y los televoluntarios, que desempeñan tareas que no requieren de su presencia física.
Perspectiva familiar
Gracias a la fundación, Angie y su familia han conseguido sentirse como en su hogar a pesar de encontrarse en medio de la incertidumbre. Su hija ya lleva más de un mes en la planta de neonatos y todavía tendrá que permanecer otro más hasta que el tratamiento finalice. Así que deberá quedarse en el centro hasta que le den el alta a la pequeña.
Aunque le hubiera gustado haber vivido un post parto con total normalidad ha tenido que afrontar una situación complicada. “Estoy muy feliz de que existan espacios como este que me permiten estar cerca de mi hija y a la vez con toda mi familia”, explica Angie que representa a la familia Jirafa dentro de la casa.
En su caso reside junto con su hijo pequeño y su abuela porque su pareja debe permanecer en su ciudad de residencia cuidando de su mascota. En defensa de la libertad de los residentes de este espacio, Cristina Fernández aclara que “el lema de la fundación es mantener a las familias unidas por eso hay habitaciones de hasta seis huecos, ya que nosotros no somos nadie para decidir quien tiene que estar en el dormitorio”.
A diferencia de Angie, Alba, paciente de leucemia en el Hospital La Fe, abandonará la casa dentro de una semana. Lleva cuatro meses de estancia y es la más mayor de los niños que residen en este pequeño hogar. A pesar de que se marchará dentro de poco, la joven no tiene intención de desvincularse de la fundación y para ello pasará a formar parte del equipo de televoluntarios porque su residencia actual está en Alicante.
Ambas comparten que la fundación les ha ofrecido mucha estabilidad en un momento muy complicado. De hecho, Angie destaca que le ha dado otro punto de vista porque mientras habla con otros hospedados se da cuenta que “hay mucha gente que está en la misma situación y es bonito poder compartir esas experiencias”.
Por otro lado, Alba destaca las actividades que realizan dentro y fuera del centro residencial con los voluntarios puesto que les sacan de la rutina del hospital y “pueden pensar en otras cosas “. Además, asegura que estos ratos de desconexión favorecen al ambiente y la convivencia entre los diferentes núcleos familiares.
Financiación
La casa de Valencia pertenece a la Fundación Infantil Ronald McDonald junto con la de Barcelona, Madrid, Málaga y Sevilla, dentro del territorio español. Todas son construidas gracias a los franquiciados de la propia empresa, pero cuando inician su funcionamiento deben autofinanciarse de manera local.
En Valencia el espacio se financia a través de cuatro vías: donaciones de particulares, donaciones de empresas, eventos propios y de terceros y la presentación a convocatorias públicas y privadas para obtener ingresos.
Las donaciones destinadas a la fundación pueden ser en metálico o en especie, pero Ana Belén Díaz explica que el dinero en efectivo va destinado principalmente al pago de facturas y todas aquellas gestiones que no pueden ser sustituidas por algo físico. Es por ello que cuando algún objeto de la casa se estropea prefieren que este sea reemplazado directamente e, incluso, disponen de una lista de productos en Amazon para dar a conocer al público general todo aquello que les hace falta.
Más de una década después, la ilusión sigue presente con testimonios como el de Angie que aseguran que “todos estamos aquí con un propósito y lo ideal es que salgamos victoriosos de esas piedras que nos pone la vida”. Por ello, la casa de Valencia sigue siendo un lugar esperanzador para todas aquellas familias que se ven obligadas a desplazarse lejos de su hogar para darles una vida mejor a las personas que más quieren.
Entrada al pasillo de habitaciones, con el cartel que indica los animales asignados a cada familia / Foto: Gloria Rincón
Comparte la noticia
Categorías de la noticia