Toni Subiela Los pipicanes forman parte desde hace ya mucho tiempo del paisaje habitual de nuestros pueblos y ciudades. Se han convertido en lugares indispensables para el desahogo y socialización de nuestros perros y, no hay que olvidarlo, de los dueños, porque, de momento, los animales no acuden solos a su parque.
Burjassot no es una excepción y tiene diseminados por su pequeño término municipal pipicanes de todo tipo. Nos los encontramos grandes y pequeños, de tierra y asfaltados, cerca de un parque o escondidos en el extremo de un barrio, pero todos con unas características comunes: huelen mal y están sucios y abandonados.
Da la sensación de que el concepto de pipicán está asociado al de solar, al de descampado o incluso al de estercolero. Una valla, una toma de agua y un contendor con una escoba y un recogedor, todo viejo y sucio… y ya tienes montado un pipicán en Burjassot. Si además está escondido y apenas se ve cuando paseas por la calle, mejor que mejor.
Parece que el equipo de gobierno se olvida que los dueños de los perros también somos ciudadanos y nos gustaría pasear con nuestras mascotas por un sitio agradable, donde no solo ellas disfrutaran, sino donde el dueño pudiera pasar un rato agradable de relax o charlando con los vecinos con los que coincida en el pipicán. Un par de árboles que den sombra, unos bancos donde sentarse, algunos elementos de entretenimiento para los perros y limpieza diaria. Tampoco es tanto el esfuerzo que reclamo.
No tiene ningún sentido que un pipicán no esté igual de cuidado que un parque, aunque tampoco sean un ejemplo de mantenimiento los de Burjassot, pero tener una parte de tu pueblo hecho un asco no es aceptable de ninguna de las maneras.
Ahora, con el cambio de hora y la llegada más temprana de la noche, se suma un problema más a la dejadez del gobierno municipal, porque algunos de ellos no tienen ni luz. Tener que poner un collar fluorescente a tu perro para tenerlo localizado dentro del pipicán es algo tan ridículo como vergonzoso.
Si los pipicanes forman parte de nuestro pueblo hay que cuidarlos como tal. Y tengo claro que los primeros que deben dar ejemplo son los dueños de los perros, muchos de los cuales son guarros como ellos solos y no respetan absolutamente nada. Ahora bien, para ello está también la ordenanza municipal, para hacerla cumplir y sancionar a los incívicos que ensucian y salen corriendo. Yo quiero un pueblo donde dé gusto vivir y en mi pueblo quiero pipicanes limpios y agradables, no estercoleros.
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