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La fértil huerta de Valencia ha sido siempre su despensa natural y de proximidad. Tal vez por ser tan próxima, estar tan cercana a casa, no la valoramos lo suficiente, ni la apoyamos. Está en retroceso, sin los debidos apoyos, lo que obliga a abandonarla. Una insensibilidad más por parte de los resortes de nuestra economía y política que no hacen nada, o casi nada, por animarla, devolverle la vida que siempre nos ha dado, hoy languideciéndose, muriendo de a poco entre la feroz especulación urbanística y la ferocidad comercial de los intermediarios.
En Pinedo, un agricultor decidió lanzar su reclamo, a manera de sonoro grito, de esta manera. “Hay lechugas”. Para que se enteren propios y extraños, también los intermediarios comerciales, quienes se llevan la gran parte de la tajada.