Adrian Navalón. /EPDA Los servicios sociales de la ciudad de Valencia están saturados, las personas sin hogar a merced de la calle. Apenas hay plazas en los albergues de Casa Caridad y San Juan de Dios, en ocasiones sin plazas durante días; tampoco hay alternativas de hospedaje privado de emergencia. Hablamos de un sistema de servicios sociales arcaico y burocratizado, escasamente dotado de medios humanos y económicos y dependiente en buena medida de las ONGs vinculadas a la caridad, un modelo que no puede ser el modelo de servicios sociales de una ciudad como Valencia en pleno siglo XXI.
Es necesario cambiar el sistema, no solamente dotándolo de más medios humanos y económicos (lo que me consta que está en camino, aunque muy lentamente), sino que es necesario darle la vuelta por completo, cambiar la perspectiva y apuntar a objetivos más ambiciosos y eficaces.
En primer lugar, es necesario activar resortes públicos para poner espacios y dotaciones económicas de emergencia para atender las necesidades sobrevenidas de este verano. Como hemos visto en otras ocasiones, cuando es necesario se activan espacios y recursos a gran velocidad para atender situaciones de emergencia. La actual situación, aunque sea vista como un problema cotidiano, es una emergencia social. Debemos hacernos cargo, desde las instituciones, del sufrimiento de la gente que no tiene un techo, de su miedo, de sus necesidades y por supuesto, de la protección de sus derechos fundamentales y de sus condiciones básicas para una vida digna. La injusticia que sufren no debemos asumirla como algo normal y si los espacios actuales se saturan debemos dar una respuesta rápida a la altura de las circunstancias y habilitar espacios nuevos.
En segundo lugar, hay que levantar un modelo público de servicios sociales suficiente, que atienda a todas las necesidades sociales y que garantice la dignidad de las personas. Los servicios sociales, uno de los pilares de la libertad y la igualdad en una sociedad democrática, no pueden ser delegados en asociaciones ni en organizaciones de caridad. Es de agradecer el trabajo de todas esas ONGs, pero hemos de recordar que la obligación constitucional de remover los obstáculos que impidan la libertad y la igualdad es de los poderes públicos. Es primordial que se pongan en marcha albergues públicos, más allá de la actual emergencia, especialmente de cara a un invierno en el que las políticas belicistas nos arrastran a una alta inflación.
Por último, es necesario abordar la injusticia que sufren las personas sin hogar enfocando a la raíz del problema: no tener hogar. Es necesario que se ponga en marcha un Plan Minicipal de Vivienda Primero que ofrezca una alternativa habitacional inicial de emergencia rápida y efectiva y una alternativa habitacional posterior real y duradera que afronte el principal obstáculo que estás personas ven en su camino. El hogar es un espacio vital para la dignidad humana, allí donde ejercemos nuestra autonomía, nuestra vida privada, donde guardamos nuestra intimidad y dónde la compartimos, donde nos aseamos, donde disfrutamos, donde podemos descansar con total tranquilidad... por ello en imprescindible un sistema de albergues de emergencia con plazas suficientes para todas las personas que lo necesiten y un sistema de vivienda pública municipal tutelado o semitutelado a través de cual atender a las necesidades de cada persona y a la vez dar respuesta a la raíz del problema: la vivienda, el hogar.
Por todo ello, es necesario que haya un cambio en el paradigma de los servicios sociales en nuestra ciudad. Es necesario el aumento de recursos humanos y económicos así como el aumento de espacios y recursos, pero es todavía más necesario e imprescindible que las administraciones se hagan cargo de sus obligaciones, que modernicemos el sistema público municipal para que no dependa de organizaciones de caridad y es absolutamente prioritario cambiar el foco de la injusticia que sufren las personas sin hogar para, en vez de ofrecer parches, ofrecer soluciones reales y efectivas: atención de emergencia rápida y con recursos y plazas suficientes y un Plan Municipal de Vivienda Primero.
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