"No vivo, sobrevivo". Esta es la dura realidad de José Ignacio, un hombre de 51 años que se ha visto obligado a vivir en su furgoneta de dos metros cuadrados desde hace más de seis meses porque una okupa vive en su casa. El vecino de Mislata (l'Horta Sud, Valencia) alquiló su piso a la hija de sus vecinos. Sin embargo, tras romper con su pareja, con la que vivía en la casa de ella, intentó recuperar su vivienda y se encontró con que la inquilina se niega a marcharse. Tampoco paga el alquiler desde hace más de un año. La justicia, mientras tanto, a su ritmo.
Durante una entrevista con la cadena COPE, José describe cómo es su día a día en la furgoneta: "El cuerpo humano se adapta a condiciones bastante extremas, yo me he adaptado. Se sobrevive, más que vivir". Con una pequeña cocina y un sofá cama, el vehículo, que anteriormente utilizaba para escapadas de fin de semana, ahora se ha convertido en su hogar permanente. La vida en la furgoneta es especialmente difícil en invierno, con temperaturas tan bajas como 4 grados, y en verano, cuando el calor le impide dormir después de los turnos de noche.
José ha intentado recuperar su vivienda a través de los canales legales, y aunque cuenta con una sentencia firme a su favor, la lenta maquinaria de la justicia no va al ritmo que al afectado le gustaría. "Los tiempos de la justicia no van acorde a mis tiempos. Mi realidad es que no sé dónde voy a poder dormir cada noche", lamenta.
El afectado critica duramente a la inquilina y a la legislación que permite esta situación: "Esta es una manera de torturar a una persona que no ha hecho nada malo en su vida. No soy un especulador, solo una persona normal que quiere recuperar su casa cuando la necesita. La justicia no es tanto que yo recupere mi casa, sino que caiga la justicia sobre esta gente, que se está aprovechando de una ley hecha para personas verdaderamente vulnerables".
La situación de José se complica aún más con la llegada del mes de agosto, un período inhábil para muchas actividades judiciales, lo que prolonga su estancia en la furgoneta bajo el intenso calor estival. "Cuando tengo turno de noche y me acuesto a las 7 de la mañana, a las 10 ya no puedo dormir por el calor sofocante".
En sus declaraciones, José subraya el impacto psicológico de su situación, más allá de las dificultades físicas: "El problema no es el espacio, que también, sino el de tu cabeza, de lo mal que te sientes, de lo abandonado que te sientes por parte de todo el mundo. Es una vergüenza que el Gobierno esté permitiendo en un país de Europa que deje en la estacada a miles de personas que no han hecho nada mal".