Avenida Pérez Galdós. EPDAUn barco que navega sin rumbo está destinado a perderse. Quizás toque tierra, pero seguro que no llegará a buen puerto. Lo mismo pasa con las ciudades, los mayores ejemplos de éxito son fruto de planificación, consenso y visión general a largo plazo.
Raros son los casos donde continuas improvisaciones den lugar a grandes logros. Da la sensación de que últimamente hay prisa, el tiempo ha pasado más rápido de lo que podíamos esperar y los plazos no dan tregua. Tras la crisis del modelo de grandes eventos, llegó una necesaria pausa de microintervenciones.
Aunque parezca increíble, mientras se construía el Ágora, todavía había calles que eran un barrizal cuando caían cuatro gotas. Pasado este periodo, llegó el momento de plantearse a dónde íbamos, y lo que merecía una respuesta consensuada con un plan marcado a varias décadas fue respondido con un infantil: “Valencia ciudad de plazas”.
Quien crea que las intervenciones en la Plaza del Ayuntamiento, San Agustín o Fernando el Católico son algo temporal, siento decirle, y espero comerme mis palabras, que se fije en todo lo que llegó a esta ciudad bajo esta etiqueta y ya lleva con nosotros una década, tomando la estación Joaquín Sorolla como máximo exponente.
Ahora es el turno a Pérez Galdós y es quizás el momento de pararse a pensar antes de actuar, porque posiblemente la intervención que se haga, por mucho que se la etiquete de temporal, tendrá poco de ello.
En las inmediaciones de la ronda no aflora el comercio, no hay gente paseando, ni niños jugando, solo ruido, coches y contaminación. Aceras de poco más de un metro compiten contra tramos de hasta nueve carriles sin atisbo de vegetación alguna.
Con la excusa del COVID mediante, el ayuntamiento prometió que por fin le metería mano a la avenida y a mí, como a muchos vecinos que llevan años pidiendo su dignificación, me asalta el miedo de la cutrez de lo que allí pueda ocurrir. Los documentos hasta ahora mostrados no son muy tranquilizadores, todo hay que decirlo. Un consistorio valiente, con visión de futuro, se daría cuenta de que una avenida de casi 2,5 km, en cuyas inmediaciones vive casi un cuarto de la población de la ciudad, es una oportunidad de oro para empezar a construir la Valencia del siglo XXI, además de suponer un gran riesgo de descontento en la población.
Porque una calle por la que no se pasea es una calle donde no se consume, una calle donde no se consume es una calle sin comercio y una calle sin comercio es una calle insegura.
Sin ojos que la vigilen y cuiden para que esté decente y así se pueda pasear y consumir. Es un razonamiento tan lógico y simple que cuesta creer que sea cierto, pero así es. Nadie quiere sentarse a tomar una cerveza o descansar en un banco junto a una auténtica autopista sin sombra. Poco a poco las calles van muriendo y mientras tanto los comercios van cerrando.
Apaños como los de San Vicente y Fernando, el Católico no salvarán de su muerte a Pérez Galdós, solo la capacidad de tomar una decisión valiente y consensuada lo hará. Y una decisión valiente pasa por entender que el tráfico va por donde se le deja ir, que a los malos hábitos uno se acostumbra muy rápido y luego se pregunta cómo llegaron a existir.
Algo similar acabará ocurriendo con el túnel, que por ahorrar unos pocos minutos a los conductores que atraviesan la ciudad, condena en su totalidad a la avenida. Estoy seguro de que el día que desaparezca y su lugar lo ocupe un ajardinado bulevar con anchas aceras, vegetación abundante y, en mis sueños incluso algún tranvía recorriendo el Camí de Trànsits, nadie lo echará de menos, igual que nadie echa de menos el scalextric de Atocha. Lo barato casi siempre acaba saliendo caro, y lo hecho con prisas raramente da buen resultado.
Y quiero advertir de, la cada vez más creciente impresión de que el ayuntamiento actual vive obcecado con saldar la deuda histórica con el Marítim y Ciutat Vella, olvidándose de la zona oeste por completo. Ahora tiene una oportunidad de demostrar que esto no es cierto, hacer las cosas bien y no una chapuza como las que ya hemos hablado. Estoy seguro de que a nuestra concejala de urbanismo no le gustaría ver operaciones tácticas y cutres en su tan queridacalle de la Reina.
Todo es posible si hay voluntad de acuerdo y de hacer las cosas bien. Existen muchos buenos ejemplos en los que querer mirarnos: Vitoria, Singapur… pero no hace falta irse tan lejos, el mismo Jardín del Turia es el ejemplo de que los valencianos sabemos hacer las cosas muy bien y con paciencia cuando queremos. Ahora es el momento de dar el salto a otra escala e invitarles a soñar con una ciudad diseñada con el mismo mimo y paciencia que nuestro querido Jardín, aunque lleve más tiempo, aunque haya que ser más valientes, seguro que merece la pena.
Nunca es tarde para volver a coger el timón de la nave y empezar a navegar con buen rumbo.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia