Susana Gisbert Cuando llega esta última semana de agosto, siempre
revivo la sensación de cuando era pequeña. Me repateaban el hígado los anuncios
que repetían eso de “al colegio con alegría” como si no hubiera nada mejor que
nos pudiera pasar. Y, en ese momento, pocas cosas peores que dejar la playa,
las piscinas, los juegos y la ausencia de obligaciones que suponían las
vacaciones.
De mayor, cuando las vacaciones pasaron a ser más
cortas y el colegio fue sustituido por el trabajo, la sensación permaneció
incólume. Me sentía como aquella niña a la que le robaban el ocio y encima le
decían que debía estar feliz por ello, solo que en vez de vuelta al cole lo
llamaban “síndrome postvacacional” y nadie me compraba libretas, bolis o
rotuladores nuevos para amortiguar los efectos del disgusto.
Me había resignado a que esa sensación me acompañara
toda la vida. Es más, me había acostumbrado a ella. Lo que nunca pensé que me
pasaría sería echarla de menos. Y, sin embargo, ahora me encantaría pensar en
una vuelta a la rutina más rutinaria del mundo, valga la redundancia. Y, lo que
es más grave, ya he oído a varios niños y niñas preguntando cuándo vuelven al
cole de verdad.
Lo más difícil de todo es la incertidumbre. Porque la
única certeza es la de que las cosas no serán como eran cada mes de septiembre,
y tardarán en serlo. No tenemos ni idea de cómo serán las clases, de si habrá
actividades extraescolares y cuáles, y, sobre todo, de qué pasará cuándo al
maldito virus le dé por pasearse por alguna clase, pinchando esa burbuja que
nos han vendido como la panacea.
Hasta se echa
en falta aquello que en su día parecía un problema horroroso y ahora da hasta
risa: la pediculosis, los famosos piojos. Aunque esto me lleva a una reflexión
unida a un deseo. Ojala seamos más eficientes a la hora de combatir al
coronavirus que lo somos para combatir a los piojos, porque si no aviados
vamos. Palabra de madre.
No queda nada para despejar la incógnita. Esperamos
que la ecuación se resuelva favorablemente, porque lo que nos jugamos no es
poca cosa. Si educar es difícil, hacerlo en estas condiciones se puede volver
tarea de superhéroes. Pero hemos de hacer lo posible para que no sea misión
imposible.
Ojala pronto volvamos a lloriquear porque hay que
volver al cole. Pero al cole de verdad
SUSANA GISBERT GRIFO
Fiscal y escritora
Twitter @gisb_sus
Comparte la noticia
Categorías de la noticia