Las cúpulas de los mercados de València son auténticas joyas arquitectónicas llenas de historia./ maría carbonell La ciudad de València dispone de un buen número de mercados municipales de diferentes épocas y estilos arquitectónicos, construidos a lo largo del siglo XX. A pesar de que en la actualidad estos edificios se caracterizan por sus modernas instalaciones y servicios de calidad, en origen los mercados se celebraban al aire libre en las calles y plazas, formados por casetas de madera y hierro o puestos móviles y desmontables con lonas para resguardar los productos del sol y la lluvia. Sin embargo, estos mercados eran tan deficientes y carentes de servicios que el Ayuntamiento comenzó a impulsar la construcción de mercados cubiertos que reunieran mejores condiciones higiénicas.
Primeros edificios
Así, a finales del siglo XIX y principios del XX, en línea con las ideas higienistas y las mejoras urbanísticas de la época, se promovieron numerosos proyectos de mercado, algunos de los cuales llegaron a ser una realidad.
Uno de estos primeros edificios de mercado fue el erigido en el Poble Nou de la Mar, conocido como el mercat vell del Cabanyal, y el antiguo de Russafa, construido en 1896 a base hierro y madera, aunque ambos desaparecieron en la década de los cincuenta para dar paso a los edificios de mercado actuales.
En 1910 se levantó el Mercat del Grau (el más antiguo de la ciudad de entre los que se mantienen en pie), el cual va a ser sometido a una reforma integral, y el Ayuntamiento convocó el concurso de proyectos que daría lugar a la construcción del Mercado Central.
Pocos años después se construyó el Mercado de Colón, la otra joya de la arquitectura modernista valenciana, con materiales de calidad como el hierro fundido, acero, cristal, ladrillo, piedra y elementos decorativos como cerámica, mosaico y trencadís de la mejor industria local.
Tras estos lujosos mercados, orgullo de la ciudad, y otros más discretos como el de Mossén Sorell en 1932, en la posguerra se levantó el monumental Mercado de Abastos, obra de Javier Goerlich, hito arquitectónico por su tamaño y por el uso del hormigón armado, material que sería el más utilizado a partir de entonces.
Pero no sería hasta finales de la década de los cincuenta cuando se retomó la construcción de mercados municipales, ya fuera para sustituir o reformar a los antiguos (caso del Cabanyal, Grau, Russafa o San Pedro Nolasco), o para edificarlos de nueva planta, como así ocurrió con el mercado de Rojas Clemente, Castilla, Algirós, Benicalap, Torrefiel, Natzaret, Jesús-Patraix, Benimàmet y Jerusalem, durante la década de los sesenta, setenta, ochenta y noventa.
Como resultado, un gran número de barrios disponen de su mercado, lugar de encuentro para los vecinos y espacio gastronómico de referencia. Los comerciantes ofrecen el mejor producto fresco y de calidad, cada vez más diversificado, ya que en sus puestos de venta se pueden adquirir productos especializados, gourmet, ecológicos, comida típica de otros países o para llevar, además de los tradicionales productos básicos de alimentación.
Los mercados se han ido adaptando a los nuevos tiempos, ofreciendo una mayor variedad de productos y de comodidades para facilitar las compras a la clientela, como el servicio a domicilio o la compra online.
Superficies
Sin embargo, no todos los mercados tienen el mismo nivel de ventas ni el mismo dinamismo. Por un lado, el Mercado Central y el de Russafa, los más grandes de la ciudad con una superficie de 8160 m2 y 4780 m2 respectivamente, son los que disponen de una mayor variedad de paradas y productos diferentes, así como afluencia de clientes.
Otros mercados en los que hay “mucho barrio”, como el del Cabanyal, Mossén Sorell, Algirós o Jesús-Patraix, también gozan de buena salud.
Por otro lado, la otra cara de la moneda la representan mercados como el de San Pedro Nolasco, Natzaret, Torrefiel, Benimàmet o el de la Virgen de la Valvanera, en los que las numerosas paradas cerradas impiden que funcionen con la actividad deseada.
Sin duda, algunos mercados requieren mejoras, un cambio de horarios, mayores servicios, una verdadera modernización y un mayor impulso y promoción. En este sentido, los autores del libro Mercados de Valencia, recientemente editado por la editorial Sargantana y que ya se encuentra a la venta, esperamos aportar nuestro pequeño granito de arena para dar a conocer un poco más los templos del comercio valenciano.
El libro Mercados de València es el resultado de un profundo estudio de investigación que saca a la luz planos, fotografías, dibujos y datos inéditos, que ayudan a saber más sobre mercados que hasta ahora no habían recibido la suficiente atención, este libro se centra tanto en la historia constructiva de los edificios como en las vivencias y experiencia vital de los comerciantes, razón de ser de los mercados, así como en los productos que ofrecen.
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