Pere Valenciano La política de movilidad del Ayuntamiento de València vive un nuevo capítulo, no exento de polémica, con la entrada en vigor de la ordenanza que trata de regular las nuevas formas de moverse por la ciudad, en especial las que implican vehículos de moda como las bicicletas y los patinetes eléctricos... más aquellos que se irán incorporando en el futuro, como el helicóptero de uber -previsto para el 2022- y no sabemos cuándo pero seguro que llegará la nube modelo Songoku.
València no puede basar reducir las opciones de la movilidad al tradicional pateo o caminata, ni a las bicicletas, sino que debe pensar también, y sobre todo, en el transporte público y en facilitar el acceso en coche a los miles de ciudadanos del área metropolitana que viene a la capital a trabajar, hacer turismo o disfrutar del ocio.
Cuando desde el Ayuntamiento, especialmente Compromís, y en particular Grezzi, se saca pecho respecto a la política de movilidad, están despreciando a una parte importante de la ciudad, a la que no escuchan y la demonizan. No es que los carriles bici sean perniciosos ‘per se’, es que son un problema porque decenas de miles de personas no tienen más opciones para ir a trabajar o para desplazarse en familia, que usar el coche particular.
Falta, en primer lugar, un transporte público al nivel de ciudades como Barcelona, Madrid o Londres -ya que tanto nos gusta compararnos con otras ciudades europeas-. Con mayor frecuencia de EMT y MetroValencia muchos podríamos dejar el coche aparcado.
Pero, ahora, ¿qué hacemos con las decenas de miles de personas que vienen a València a diario desde l’Horta Nord, l’Horta Sud, Camp de Túria y otras comarcas para ir a trabajar o el fin de semana para disfrutar del ocio de la capital? O con los ciudadanos de la capital que hacen lo mismo, pero a la inversa. Pues la inmensa mayoría están abocados a ir en coche, porque no hay más transporte alternativo. Parece lógico que un setabense no vaya al ‘cap i casal’ en bicicleta, salvo que haga una promesa a la Virgen o quiera salir en un programa de televisión para batir tal o cual récord. No hay, como digo, transporte alternativo al coche, ni tampoco aparcamientos disuasorios en las entradas a la ciudad, que permitirían a muchas de esas personas dejarlo allí y después coger un autobús o el metro para ir a cualquier parte de la ciudad. Ni hay aparcamientos disuasorios ni tampoco un transporte público con las frecuencias adecuadas.
Después habrá que reflexionar sobre otra cuestión: la criminalización de los coches particulares porque contaminan. Parece ser que cuantos menos carriles haya para los vehículos particulares, mejor. Así acabaremos con esos hijos de satanás que cogen el coche para cualquier tontería: ir a trabajar, salir a cenar con los amigos de Aldaia a València o ir de compras por el centro histórico de la capital o por el Mercado Central un sábado por la mañana. Sinvergüenzas. ¡Canallas!
Pero, ¿nadie ha pensado que en 10 ó 20 años, esos coches que ahora contaminan, acabarán siendo eléctricos y para entonces ya no habrán carriles para circular por la ciudad porque la movilidad mal entendida habrá terminado con las calzadas?
Benvingudes. València, ciutat 30 km/h. Sin uber, sin empresas de alquiler de patinetes eléctricos, con frecuencias de metro y bus intolerables, como el 25, que pasa cada media hora para ir a las pedanías de El Perelló, El Palmar, Saler y Pinedo, por una carretera, por cierto, con un peligro para los ciclistas. ¿Y por aquí, que es donde hacen falta carriles bici, no se implementan?
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