El Coeter Major de Paterna, Vicente Pla, frente al cohetódromo./EPDAA Vicente Pla le llaman “pollastre” o “el Curro” desde siempre, pero en Paterna su nombre va ligado a una tradición que ha marcado su vida: la Cordà. Es tirador desde hace 56 años, ayudante de Coeter Major durante tres décadas y, desde hace ocho años, máximo responsable de coordinar y encender la pasión por el fuego en el Carrer Major cada último domingo de agosto.
Fundador de la Penya Qualsevol, su trayectoria está marcada por la devoción al Cristo de la Fe y por un profundo sentido de germanor. Su historia es la de alguien que ha vivido cada chispa, cada humo y cada cohete como si fuera el último. Pla ha dedicado su vida a mantener viva la tradición, transmitiéndola con pasión a su familia y a todo aquel que quiere acercarse a la pólvora.
P. ¿Qué significa para usted ser Coeter Major?
R. Para mí ha sido la ilusión de tantísimos años. He sido ayudante de Pepín Damián (antiguo coeter major) durante 30 años, pero con él he estado como unos 50 años, casi toda la vida… Ayudándole, haciendo pergaminos que se elaboraban para todos los tiradores de la Cordà y los hacía yo con letra gótica a mano… Ahora, todo lo hacen los ordenadores de maravilla, pero antiguamente teníamos que comenzar un mes antes con esa faena.
P. Cuando empezó como tirador hace 56 años, ¿se veía como Coeter Major en el futuro?
R. No, qué va.
P. ¿Cómo ha cambiado la Cordà desde que empezó?
R. Ha cambiado muchísimo, hay mucha más gente. Antes éramos unos 100-120 tiradores, ahora somos casi 400. Antes la organizaban los clavarios del Cristo, ahora es un evento oficial del ayuntamiento de Paterna. Por lo que ahora a Cordà pertenece toda Paterna y antes era únicamente de los que organizaban las fiestas del Cristo, que era la Clavaría. Entonces, los clavarios eran los que iban casa por casa buscando a los tiradores. Yo nunca he tenido que buscar a nadie para entrar a la Cordà. A mí me venían y me decían: “Ye, pollastre, vols tirar estos coets? Vale! Pues busca`t a dos o tres!”. Pero después, cuando se hizo del Ayuntamiento, se hizo oficial la Cordà como patrimonio del pueblo de Paterna. Desde entonces, todo el mundo tiene el mismo derecho a ella.
P. Tras más de cinco décadas tirando, ¿qué le motiva a seguir participando cada año?
R. Voy con la misma ilusión de siempre. Con la misma o con más porque sé que ya me queda menos (ríe). Tenemos la mejor Cordà y yo tengo los mejores tiradores del mundo. Yo no soy nadie, soy uno más. Gracias a los tiradores que están ahí año tras año, la Cordà es Fiesta de Interés Turístico Nacional.
P. ¿Qué le transmite el fuego?
R. Es que, en todo esto, yo te explicaría tanto… Que no lo entenderías. Cada uno tenemos un sentimiento por el fuego. En mí se ve, por ejemplo, en el passacarrer y sobre todo en la Cordà porque sé que estoy haciendo un homenaje al patrón de mi pueblo, al Cristo de la Fe. Eso para mí es lo máximo. Yo he llegado a quemarme nada más empezar la Cordà y he aguantado los 20 minutos igualmente. Cuando me pasaba, me decían que me saliera y yo decía: “estoy esperando 365 días para que llegue este momento, ¿tú crees que me voy a salir ahora?”. Es eso, es la pasión que me transmite el fuego.
P. ¿Cuál diría que es el valor que más aflora en la Cordà?
R. La germanor, el compañerismo. Yo lo primero que digo a los tiradores es que tienen que estar pendiente de sus propios compañeros. Antes, como éramos menos, a lo mejor en frente se quemaba un cajón y cruzabas allí para ver si les había pasado algo a esos tiradores. Porque igual que tú tienes que estar pendiente de si le ocurre a tu compañero, sabes que tu compañero va a estar pendiente si te ocurre a ti. Por eso, yo me cabreo cuando hacemos el reparto y la gente se queja de que les toque ser tiradores de seguridad. ¡Pero si los de seguridad tienen que ser los mejores! Son los únicos que te pueden, si te ocurre algo, sacar y después hacer la faena que tú estabas haciendo. Y eso se lo quiero hacer comprender a toda la gente.
P. ¿Qué recuerda de su primera Cordà?
R. En mi primera Cordà entramos tres clásicos de Paterna que por aquel entonces teníamos 14 años: Jesús Varona, el señor Ten y el señor Curro, que soy yo. Nos metieron en el cajón número 1 con el Ratat, que él era… Entrar cuatro jovencitos con el mejor tirador que había en esos años significó mucho. Él nos cogió y nos dijo: “Xiquets, que això val diners”. Porque claro, entonces la Cordà la pagaban los Clavarios, no el Ayuntamiento. Además, los cajones no tenían patas, estaban a ras de suelo, por lo que tenías que agacharte a coger los cohetes y tener mucho más cuidado para que no entraran chispas, si no se iba todo ‘a fer la mà’. Acababas con un dolor de riñones que no te puedes imaginar. Entonces el fuego era más bonito porque era de hierro, con la chispa roja. Si te quemabas, en una semana ya te habías curado. Hoy en día, es más química que otra cosa y un quemazo te puede durar bastante tiempo. El miedo que tenía en aquella Cordà se me fue, pero la pasión y el respeto los tengo como el primer día.
P. Habla del Ratat como referente y ha mencionado también a Pepín Damián. ¿De quién aprendió usted?
R. La gente de mi edad vemos la Cordà y siempre nos acordamos de Pepín Damián, del Ratat… Pepín era mi maestro. Era otro mundo. Te daban consejos y estaban pendientes de ti.. Al fin y al cabo, son los que nos han enseñado a los de mi generación a comportarnos dentro de la Cordà.
P. Por tanto, ¿cree que usted es un ejemplo para los tiradores más jóvenes?
R. Mi hijo, que tiene 50 años, y su generación me ven a mí, ven a Ten, a Varona… Pero yo no puedo responder eso. Eso tienen que decirlo los demás. Hemos hecho concursos entre nosotros (los tiradores) y yo he sacado más rápido con una mano que otros con las dos. Cuando abrieron el cohetódromo, yo entré con mi hijo y mi mujer y mis nietos se quedaron fuera. Esa noche, detrás de ellos se puso un matrimonio que dijo: “Nos ponemos aquí que está el Curro y va a ser un espectáculo”. Y no lo he dicho yo, eso está grabado por mi nieto mayor.
P. Ha dicho que su hijo también es tirador. ¿Sus nietos también lo son?
R. Menos la pequeña que tiene cuatro años y aún no puede entrar, a los otros cinco los tengo tirando. Tengo a mi nieto de 22 años como ayudante de Coeter Major, luego otro de 21 y otro de 19 que también entran a la Cordà. La que tiene 17 está deseando que llegue el año que viene para poder entrar también.
P. ¿Qué siente cuando ve a toda su familia seguir con la tradición?
R. Es una sensación enorme que todo esto pueda seguir adelante. El himno de la Cordà tiene mucho de verdad cuando dice “de pares a fills” i “de paterners a forasters”. Debe ser así.
P. ¿Qué opina del resto de cordàs que se hacen en otros pueblos?
R. Yo he ido por toda la Comunitat Valenciana viendo cordàs y jamás he hablado mal de ningún pueblo. Hay que respetar lo que hacen en cada lugar, si tiran más cohetes como si tiran menos. Aquí a Paterna han venido de otros pueblos para que les informemos sobre cómo la hacemos aquí. Es igual que cuando criticaban al cohetódromo en sus primeros años. A mí me han puesto de vuelta y media y al alcalde de entonces también (se abrió en 2001 de la mano del alcalde socialista Francisco Borruey). Yo fui el primero que entró en él y lo hice como los toreros, por la puerta grande. Después entró Pepín Damián, que era el Coeter Major, y luego toda mi penya. Nos llamaban “esquiroles” y a mí me llegaron hasta amenazar. Si no existiera el cohetódromo, que es donde todo el mundo puede disfrutar de la Cordà, sólo la verían cuatro en el Carrer Major y la verían mal porque los de los pisos tampoco la disfrutan bien porque tragan todo el humo. Recuerdo que hasta tuvimos que ir a Bruselas a defender la Cordà.
P. Cuénteme más sobre eso…
R. Nos querían quitar la Cordà los de Bruselas (en referencia a la Unión Europea) cuando vieron los kilos de pólvora que se tiran aquí.
P. ¿Llegó a peligrar la Cordà en algún momento?
R. No, pero porque tuvimos los ‘cojones’ de ir allí a Bruselas y demostrarles lo que es. Si la pólvora que se tira en la Cordà fuera explosiva, yo no entraría. La pólvora de la Cordà es arrastradora, no explosiva. Si lo fuera, se destrozarían todas las fincas cada vez que se hace la Cordà.
P. Sigamos con lo de Bruselas…
R. Fuimos allí e hicimos una exposición en una habitación donde podían disfrutar de una realidad inmersiva. Metimos humo para que oliera a cohete quemado y se escuchaban sonidos igual que si estuvieras dentro de la Cordà. Llevamos monos, cascos, la peça… Allí dimos las explicaciones necesarias. Los de Bruselas se pusieron los monos y los cascos… Estaban incluso preocupados pensando que se iban a quemar de verdad (ríe).
P. ¿Qué espera de la Cordà que se celebrará en dos semanas?
R. Que salga como siempre, no hay que esperar más. Yo es lo que siempre les digo a los tiradores. No me tienen que demostrar nada, simplemente tienen que hacer lo que ya saben. Ni más ni menos.
P. ¿Y al tirador que entra por primera vez en el carrer Major qué le dice?
R. El que entra como nuevo realmente ya viene forjado de arriba, del cohetódromo, entonces también sabe lo que tiene que hacer. Eso sí, abajo en el Carrer Major es otro mundo. Cuando pasa la corneta, te sube la adrenalina porque sabes que quedan como máximo siete minutos para empezar, que es lo que puedo tardar yo en ir de punta a punta de la calle. Ahí ya no pueden tirarse atrás y todo el mundo empieza a animarse y a decir: “anem a fer la millor Cordà”.
P. Cuando acaba la Cordà y todo el mundo pisa los cohetes quemados, ¿qué piensa?
R. ¡Qué calor! (ríe) En esos momentos miras a tus compañeros y te preguntas cómo ha ido. También te aseguras de si ha habido heridos o no y quiénes son. Todo eso te da fuerzas para el año que viene. Antes, cuando acababa la Cordà todos los tiradores venían a donde estaba yo porque entraba mi mujer cargada con bolsas llenas de botellas de leche con canela. Claro, todo el mundo iba a beber leche porque había que quitarse la sed. Ahora es diferente porque somos muchos, pero la emoción es la misma.
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