Daños en el patrimonio. EPDA El gran filósofo y pedagogo valenciano Juan Luis Vives, es uno de nuestros personajes históricos más relevantes. Durante los siglos XVI y XVII fue reconocido como uno de los más importantes humanistas de toda Europa donde todavía se estudian sus textos. Fue un reformador de la educación europea y un filósofo moralista de talla universal.
Luis Vives está representado justamente con cuatro importantes esculturas repartidas por nuestra ciudad, otra en la entrada de la Biblioteca Nacional de Madrid y una más en la ciudad de Brujas, en Bélgica, donde vivió exiliado.
La escultura dedicada a Luis Vives que preside el claustro de la Universidad Literaria de Valencia, es quizá la más conocida entre nosotros.
Otra escultura también de cuerpo entero, es la que se encuentra en el patio interior del Instituto Luis Vives, y una gemela de ésta, la podemos ver en la fachada de la Biblioteca Municipal de la Plaza Maguncia. La cuarta es la que está en el centro de la ciudad, entre la calle de la Paz y la de San Vicente. Una pequeña plaza por la que apenas se transita. Es la plaza que tiene por nombre el de Margarita Valldaura. En esta plazuela, sobre un pequeño pedestal de piedra, hay colocado un busto de Juan Luis Vives. Y una copia de esta misma escultura, es la que se encuentra en la ciudad de Brujas.
Tiene mucho sentido que las estatuas de los personajes a los que se quiere inmortalizar en mármol o en bronce, se coloquen en el lugar que mejor conecte con su vida. En cuanto a la escultura que vemos colocada en la plaza Margarita Valldaura muchos se preguntarán ¿por qué está en ese lugar y por qué tiene ese nombre la plaza? Salgamos de dudas: Una de las razones es porque el mismo edificio que hay tras el busto de Luis Vives fue su casa natal y la otra, porque Margarita Valldaura era el nombre de su esposa. Ambos, judíos conversos, vivían en la que era entonces la judería de Valencia, entre las calles del Portal Nou y la Iglesia del Patriarca, siendo la calle del Mar, su arteria principal.
Con lo dicho, queda claro que el emplazamiento de esta pequeña escultura es el idóneo. Sin embargo, lo apartado y poco transitada de ese lugar, la hacen propicia para que los vándalos de siempre se diviertan pintando las paredes cuando no el mismo pedestal. La Plaza de Margarita Valldaura, aparte de ser ese lugar idóneo, es un lugar acogedor, urbanizado con cuatro naranjos y un banco de piedra que acompañan, y dan una sencilla solemnidad a la escultura. Así pues, la imagen de Luis Vives, junto a su casa, mira el tráfico que pasa por la calle de la Paz. Por la noche, el banco es ocupado por algún borracho o algún vagabundo, mientras que la pared, se queda expuesta, para que algún grafitero, se pueda entretener haciendo sus pintadas. Esta es la tremenda contradicción que quería señalar: el gran humanista y educador, frente a la realidad actual. Una realidad cargada de incultura y de incivismo.
Basándonos en el carácter conciliador de Vives y en su pensamiento pacífico, ¿podríamos imaginar lo que pensaría él, de estar vivo ahora, de esta situación?
En primer lugar, lógicamente, se extrañaría muchísimo de verse inmortalizado en una escultura, precisamente en la ciudad de la que tuvo que exiliarse y donde sus padres fueron condenados por la Inquisición. Pero, aparte de esto, fijémonos en una de las propuestas que Vives redactó, para la convocatoria de un concilio que fuese capaz de poner fin a las discrepancias luteranas.
Decía: "No atacar a las personas sino los errores". Esta afirmación, traída a nuestros días, libraría de condena a los que ensucian con grafitis la pared de su casa, por ejemplo, y se fijaría en los errores de la educación, como la falta de estudio de las humanidades, que es una de las causas de donde parten todas estas cosas.
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