Juan Benito Rodríguez Manzanares. EPDA Valencia en España, es tierra de grandes historias y de grandes
leyendas, y de entre estas últimas voy a rescatar una de las más
bonitas que a su vez se desdobla en dos leyendas independientes,
pero, en cierto modo entrelazadas, la leyenda de «La cotorra y el
pardal» («La cotorra y el pájaro»).
La cotorra y el pardal son dos agujas que mantienen dos veletas de
las más emblemáticas de las que hay en la ciudad de Valencia. El
pardal, también llamado «El pardal de Sant Joan» («El pájaro de
San Juan») o «El pardal de Sant Joan del Mercat» («El pájaro de
San Juan del Mercado»), haciendo referencia ese Mercado al Mercado
Central de Valencia, se encuentra en lo alto de la puerta principal
de la Iglesia de los Santos Juanes, situada en la Plaza del Mercado
s/n, de la cual se tiene referencia desde el reinado del rey Jaime II
de Aragón (1267-1327) llamado «el Justo», teniendo esta un
cementerio que bendijo Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor
(1328-1423) quien llegaría a ser el Papa Benedicto XIII, más
conocido como el «Papa Luna». Mas, desde el siglo XIV, esta iglesia
está dedicada a San Juan Bautista y San Juan Evangelista, que dos
los «Juanes» a los que hace referencia su nombre.
La veleta «el pardal», es un gran pájaro negro con las alas
extendidas en posición de volar que está sobre una gran bola, el
cual sostiene una cadena en el pico de la que pende una bola.
La leyenda del Pardal de Sant Joan, hace referencia a los tiempos en
que la vida estaba tan mal, que algunos padres, sobre todo de los que
vivían en el campo, llevaban a sus hijos pequeños a la ciudad, a la
plaza donde desde tiempos inmemoriales hubo un mercado, para poder
entregarlos como criados a algún comerciante o persona adinerada,
bien para darles un futuro mejor o bien simplemente para quitarse una
boca que alimentar. Pero cuando no podían hacerlo, engañaban a sus
hijos haciendo que miraran la veleta del pardal, y de ella, la bola
que pendía del pico por una cadena, la cual les decían que esta
estaba a punto de caer y que, quien la cogiera sería rico para
siempre y no tendría que trabajar nunca más, y evidentemente, no
era así, la bola no caía, pero los padres aprovechaban ese momento
de distracción para huir, dejando a sus hijos a expensas de la buena
gente que hubiera por los alrededores en ese momento.
Esta leyenda la recoge el insigne escritor valenciano Vicente Blasco
Ibáñez en el libro «Arroz y tartana», uno de sus libros más
famosos de su época costumbrista.
«Vagaban padre e hijo, aturdidos por el ruido de la venta,
estrujados por los codazos de la muchedumbre, e insensiblemente,
atraídos por una fuerza misteriosa, iban a detenerse en la
escalinata de la Lonja, frente a la famosa fachada de los Santos
Juanes. La original veleta, el famoso Pardalot, giraba
majestuosamente.
-¡Mia, chiquio, qué pájaro!… ¡Cómo se menea!… -decía el
padre.
Y cuando el cerril retoño estaba más encantado en la contemplación
de una maravilla nunca vista en el lugar, el autor de sus días se
escurría entre el gentío, y al volver el muchacho en sí, ya el
padre salía montado en el macho por la Puerta de Serranos, con la
conciencia satisfecha de haber puesto al chico en el camino de la
fortuna.
El muchacho berreaba y corría de un lado a otro llamando a su padre.
«¡Otro a quien han engañado!», decían los dependientes desde sus
mostradores, adivinando lo ocurrido; y nunca faltaba un comerciante
generoso que, por ser de la tierra y recordando los principios de su
carrera, tomase bajo su protección al abandonado y le metiese en su
casa, aunque no le faltase criadico». (sic)
Posteriormente, el Mercado Central de Valencia, inaugurado en 1928,
se construyó tan cerca de la iglesia de los Santos Juanes, que tan
sólo los separa una estrecha calle llamada «Camí vell de la paya»
(«Camino viejo de la paja»). El edificio modernista del Mercado
Central, tiene dos agujas que sostienen dos veletas. Una de ellas
tiene un pez espada y está situada sobre una cúpula que hay en la
zona de pescadería, la cual, a efectos de historias y leyendas, pasa
prácticamente inadvertida.
La otra es una cotorra en posición «avispada», es decir con su
cuerpo casi horizontal y la cabeza mirando hacia abajo, la cual está
como a un metro por encima de una corona real, y el conjunto está
situado en la cúpula central y más grande que el Mercado Central
tiene sobre la zona de la huerta.
Así pues, la leyenda de «La cotorra y el pardal», nace tras la
construcción del Mercado Central, pues a nivel popular se decía que
la cotorra encarnaba lo banal, lo mundano, lo intrascendente que día
a día se comentaba en el mercado, teniendo como valedor el refrán
valenciano que dice, «Dos dònes i un pato, mercat» («Dos mujeres
y un pato, mercado»). Y la veleta del pájaro de la iglesia de los
Santos Juanes simbolizaba lo espiritual y los pensamientos más
elevados.
Así pues, dice la leyenda popular que, la cotorra le contaba al
pardal todas las historias que oía en el mercado, aunque no pudiera
verlo debido a la posición de su cabeza, diciéndole en ocasiones
que, tenía muchas ganas de que algún día, en alguna restauración,
le cambiaran de posición la cabeza y pudiera ver a su contertulio,
«El Pardal de San Joan».
Y al hilo de esta leyenda Paco Barchino (1897-1955) hizo un libro al
que el compositor Leopoldo Megenti (1894-1969) puso letra,
convirtiéndose en un satírico sainete en clave de humor y con un
texto que estaba inundado de dobles sentidos titulado «La cotorra
del Mercat», estrenándose el 20 de abril de 1946 con un éxito
arrollador, llegando a realizarse 1523 representaciones en todo lo
que en la actualidad es la Comunidad Valenciana. El sainete, además,
ofrece una clara visión de la Valencia de la década de 1940. En
2017 se realizó una nueva revisión del sainete de Barchino y
Magenti que se llamó «El retorn de la cotorra del Mercat» («La
vuelta de la cotorra del Mercado»).
Aquí dejo, en español, un extracto de la obra original «La cotorra
del Mercat», en el que también hacen partícipe al pez espada:
Cotorra: ¡Eh, tú, pececito, despierta! ¿No ves que debes de
cuidar tus bajos? Estás en tu veleta para que todos vean que
custodias el pescado. ¡Muévete que haces falta! En vez de un «pez
espada», pareces un «pez navaja». Luego dicen que con todos me
meto.
¡Boquerón, merluza, calamar!
Pardal: Parece que hoy la Lonja tiene abierta la puerta de las
escaleras.
Cotorra: ¿Por qué? ¿Para qué? Dime qué sabes, que yo desde aquí
no la veo.
Pardal: ¡Pregúntaselo a la Paquita, a la Asunción o a la
Amparín!, que seguro que ellas lo saben bien. ¡«Dotoras», más
que «dotoras»!
Cotorra: Siempre vas con tus secretos. De lo que ves no
cuentas. ¡Eres un estirado!
¡Aceitunas, salazones, bacalao!
Pardal: Yo desde mi altura veo historia: desde el Tros Alt
hasta la plaza del Doctor Collado, la Lonja, La Compañía y hasta la
Plaza Redonda. Y si el viento me gira, el palacio de los Valeriola y
la gran cúpula de las Escuelas Pías. Siempre con la cabeza bien
recta y hacia donde el viento me la quiera girar. Elegante, culto,
poeta y contador de historias.
Cotorra: Y... ¿Algo más? Creo que me miras demasiado. Claro
que... teniendo delante las gárgolas picantonas de la Lonja...
¡Pollo, conejo, morcilla!
Pardal: Siempre estás mirando hacia abajo. No puedes saber si
te miro. Suficiente tienes ya con tus cotilleos del mercado.
Cotorra: ¡Anda bonico! Que algún día en alguna
restauración, a mí me enderezarán el cuello, a ti te quitarán la
bola y por fin podré mirarte... Como Dios manda. Un pardal y una
cotorra...
Valencia es sinónimo de las más bellas historias y leyendas.
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