Jaime Navarro. / EPDA Andan estos días los columnistas y los reporteros tope de revueltos y soliviantados al parecer con el asunto de KOLDO&CÍA&CÍA... Como si algo de lo que ocurre o de lo que ocurrió cuando la última pandemia fuera algo verdaderamente nuevo bajo el sol. Sobre todo bajo el generoso astro que en las españas a plomo se nos cae y tanto nos derrite la sesera.
Sabido es de antiguo sin embargo, qué: " Hipócritas, carentes de afectos y escrúpulos, simuladores, intensamente deshumanizados. Osados, audaces y persuasivos. Inteligentes, pero no cultivados. Egocéntricos y plenamente satisfechos de sí mismos. Seres que utilizan todos los resortes de la violencia intelectual aunque raramente emplean la violencia física."
Redondea el perfil consuetudinario del estafador patrio. Según el maestro SAINZ CANTERO tuvo a bien clavarlos en su tratado "Delincuencia economica-financiera". Tiempo ha, es cierto, con
indudables tintes premonitorios, pues por aquel entonces no había siquiera nacido el muy flamante y recién estrenado diputado del GRUPO MIXTO. Que no salvaje.
Pues es precisamente durante las guerras, catástrofes, inundaciones, epidemias y posguerras, cuando mayormente florecen y campan por sus respetos estos jugadores de fortuna y sus intrincadas redes clientelares con sus insustituibles capos, socios, compinches, sus colegas, mirandas, sus machacas. Sus julays y sus pringados. Como de toda la vida de dios nos viene además reflejando fielmente y con ternura machaconamente por demás, nuestra mejor literatura.
Por eso nos llama la atención tanta sorpresa, escándalo y arrebato; solamente disculpable obviamente entre los integrantes de las diferentes tramas, qué bien forzados y esforzados vienen a toda clase de hipocresías, enredos, exculpaciones y disimulos cuando sorprendidos son, interpelados o desnudados;
tramas por otro lado muchas veces y por razones obvias africanamente enfrentadas entre sí. Qué no por capricho se disputan pues los mismos y tan golosos nichos de mercado. De todo lo cual y por benemérita tradición que acaba surgiendo casi siempre otro imprescindible de estos esperpentos y boatos: el tan odiado chivato. Por el que bien es cierto y sin embargo, que los demás e inocentes mortales válgame Dios, y mal que bien nos venimos coscando.
Y que el diablo y como es natural le guarde pues a vuesa merced. Y muchos años.
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