El día 2 de abril del año 2005 a las 21:37 (la noche previa al Domingo de la Divina Misericordia) cerraba los ojos en esta tierra, aquel joven Papa polaco, que inauguró su pontificado en el mes de octubre del año 1978.
La voz potente de aquel Papa, dejó grabadas en nuestra mente y en nuestro corazón, las más grandes palabras que pueda transmitir un Pontífice: "…no tengáis miedo".
El miedo es la peor palabra que puede sentir una persona. Desde el primer momento Juan Pablo, nos hizo perder el miedo y abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo.
Yo no tuve miedo a la hora de escribirle una carta y presentarme en el Palacio apostólico solicitando asistir a la Eucaristía, que cada mañana a las siete celebraba en su capilla privada.
Fue en el año 1993 cuando por primera vez en un frío mes de enero estuve frente a frente con el Santo Padre Juan Pablo II. El Papa había leído mi carta, sabía los motivos por los que yo estaba en Roma y también se interesó, por lo que en aquella carta le expresaba. Fue un primer encuentro cargado de confianza, rubricado por una fotografía de nuestro santísimo Cristo de la Paz y como no podía ser de otra forma sellada por unos paquetes de Peladillas y unas pastillas de turrón.
Desde aquel momento fueron muchas las ocasiones en las que me pude encontrar con el Papa Juan Pablo, jamás le pedí nada para mi, siempre ponía al pueblo de Casinos en sus manos y por encima de todo, ante cualquier adversidad, cualquier problema le hacia sentir esa cercanía que era mutua por ambas partes.
Fui testigo de como poco a poco sus fuerzas, fueron mermando, aunque cada vez que aparecía en público los gritos, los aplausos y la emoción eran muy significativos. Recuerdo que una mañana en la plaza de San Pedro, ya con su voz quebrada, todos los asistentes coreaban aquellas frases siempre recordadas: "Juan Pablo II te quiere todo el mundo", a lo que él respondió con una sonrisa "…todo el mundo no será".
Juan Pablo fue el Papa de nuestra juventud fue el Papa viajero, sembrador de esperanza en todo el mundo, fue un Papa tan querido que en el momento de su muerte, toda Roma apareció empapelada con los carteles que pedían el título para Juan Pablo de "Santo súbito".
Hoy quiero recordar la figura de un querido Juan Pablo, próximo, cercano, abierto, amante y testigo de Esperanza. Cuando al Papa lo ingresaban en el hospital, yo por vía fax, le enviaba mensajes, interesándome por su salud, mensajes que siempre fueron respondidos por su fiel Secretario don Estanislao.
Guardo en mi memoria la imagen del Viernes Santo del año 2005 cuando celebrando el Via Crucis en el Coliseo Romano y sus inmediaciones mientras la televisión nos mostraba una imagen de Juan Pablo sentado en su capilla abrazado a la cruz.
Al terminar la celebración descolgué el teléfono y llame al Palacio Apostólico, brindándome para ir la mañana del sábado Santo a visitar a mi amigo Juan Pablo II cuyas fuerzas estaban abatidas y su secretario me dijo con gran sinceridad y agradecimiento que no hacía falta que fuera ese día porque pensaba que muy pronto podría ir a Roma.
Fueron siete días los que separaron aquella imagen del final de los días de nuestro Papa. Tenía razón Don Estanislao, aún pude despedirme de Juan Pablo en la capilla Clementina antes de ser trasladado su cuerpo mortal a la basílica de San Pedro.
El Papa, que gustó nuestros turrones y Peladillas, el Papa, que rezo por Casinos, el Papa, que bendijo a los niños de primera comunión y a muchos matrimonios, el Papa, que tuvo en sus manos la imagen de nuestros patronos y el Papa, que siempre estuvo atento a las intenciones que le pedía este pobre atrevido, que nunca tuvo miedo de estar ante su presencia.
Qué grande es saber que has hablado con un santo y qué grande es sentir la fuerza en tus manos cada vez que el Papa Juan Pablo te las tomaba para ponerte un Rosario en ellas.
Hoy es un día para tener el recuerdo vivo y para no olvidar la memoria de ese hombre, que abrió las puertas de la iglesia de par en par, que no tuvo miedo de gritar "¡paz en el mundo!" y que allá donde había un problema, se presentaba como mediador para poner fin a ese conflicto.
Que la huella de Juan Pablo jamás se borre en nuestros corazones.